¿Tienes alta la tensión? Come más plátanos

Un nuevo estudio ha encontrado que aumentar el consumo de alimentos ricos en potasio, como los plátanos y el brócoli, puede ser más efectivo que reducir la sal a la hora de controlar la presión arterial. Además, hombres y mujeres no responden igual a estos cambios en la dieta.

Por Enrique Coperías

El estudio revela diferencias clave entre hombres y mujeres en la regulación de la presión arterial y en su respuesta al consumo de sodio y potasio.

El estudio revela diferencias clave entre hombres y mujeres en la regulación de la presión arterial y en su respuesta al consumo de sodio y potasio. Imagen generada con Bing

La hipertensión arterial afecta a más del 30 % de la población adulta en todo el mundo y es la principal causa de enfermedades cardiovasculares, como infartos y accidentes cerebrovasculares o ictus.

La tensión alta también se asocia a otras dolencias graves, como la insuficiencia renal, las arritmias, la demencia y los fallos cardíacos. Aunque solemos asociarla con el exceso de sal, un nuevo estudio de la Universidad de Waterloo, en Canadá, plantea una perspectiva más amplia: el equilibrio entre el potasio y el sodio en la dieta podría ser más importante que la simple reducción del sodio.

Recordemos que la hipertensión es una condición médica en la que la presión con la que la sangre circula por las arterias se mantiene elevada de forma sostenida. Esto obliga al corazón a trabajar más para bombear la sangre, lo que con el tiempo puede dañar órganos como el corazón, los riñones, el cerebro y los vasos sanguíneos. A menudo no presenta síntomas visibles, por lo que se le conoce como una enfermedad silenciosa.

Los extremos de la presión

Los niveles normales de presión arterial se sitúan cuando la presión sistólica (la máxima) está entre 120 y 129 mmHg, y la presión diastólica (la mínima) entre 80 y 84 mmHg, según la Fundación Española del Corazón. Valores más bajos también se consideran normales, siempre que no vayan acompañados de síntomas como mareos, fatiga o desmayos.

Por otro lado, se habla de presión arterial normal-alta cuando la sistólica se encuentra entre 130 y 139 mmHg y la diastólica entre 85 y 89 mmHg. Aunque estas cifras no indican hipertensión como tal, sí representan un nivel de riesgo que debe vigilarse, especialmente en personas con factores de riesgo como la diabetes.

En estos casos, se considera elevada una presión arterial por encima de 140/85 mmHg, lo que podría requerir seguimiento médico y cambios en el estilo de vida.

Una mirada más allá de la sal

Tradicionalmente, los consejos médicos frente a la hipertensión han sido claros: reducir el consumo de sal. Y aunque esa medida sigue siendo válida, los investigadores Melissa Stadt y Anita Layton, de la Universidad de Waterloo, proponen complementarla con un enfoque más equilibrado.

«Normalmente, cuando tenemos la presión alta, se nos aconseja comer menos sal —dice Layton, profesora de Matemáticas Aplicadas, Biología, Farmacia y Ciencias de la Computación, e investigadora principal del estudio. Y añade—: Nuestra investigación sugiere que añadir más alimentos ricos en potasio a la dieta, como el plátano y el brócoli, podría tener un efecto aún más positivo que simplemente reducir el sodio».

Para llegar a estas conclusiones, Stadt y Layton construyeron un modelo computacional que simula el funcionamiento de los sistemas que regulan la presión arterial en el cuerpo humano. Estos modelos matemáticos permiten observar cómo interactúan distintos factores, como la dieta, las hormonas, el sistema nervioso, la función renal y el equilibrio de líquidos; y cómo estas interacciones cambian en función del sexo biológico.

¿Por qué el potasio es tan importante?

«Los seres humanos primitivos consumían muchas frutas y verduras, lo que significa que nuestros sistemas de regulación corporal probablemente evolucionaron para funcionar mejor con una dieta alta en potasio y baja en sodio —explica la matemática Stadt en un comunicado de la Universidad de Waterloo. Y continúa—: Hoy, en cambio, las dietas occidentales son justo lo contrario: mucho sodio, poco potasio, lo que podría explicar por qué la hipertensión es tan común en las sociedades industrializadas y no tanto en comunidades aisladas».

Tanto el sodio como el potasio son electrolitos, es decir, minerales esenciales que ayudan al cuerpo a transmitir señales eléctricas, contraer los músculos, mantener el equilibrio de líquidos y realizar otras funciones vitales.

Pero estos dos minerales actúan en cierto modo como opuestos fisiológicos: mientras que el sodio tiende a retener agua y aumentar la presión arterial, el potasio favorece su eliminación y relaja los vasos sanguíneos, lo que ayudan a reducir la presión arterial.

La clave, según el estudio, no está en eliminar el sodio completamente, sino en modificar la proporción sodio/potasio en la dieta. El modelo computacional desarrollado por el equipo canadiense permitió simular diferentes escenarios dietéticos y fisiológicos en personas sanas y en individuos con predisposición a la hipertensión, a los que se les ofreció dietas con concentraciones variadas de estos minerales.

La presión arterial se mide mediante unos aparatos llamados esfingomanómetros, popularmente conocidos como tensiómetros.

La presión arterial se mide mediante unos aparatos llamados esfingomanómetros, popularmente conocidos como tensiómetros. La hipertensión supone una mayor resistencia para el corazón, que responde aumentando su masa muscular (hipertrofia ventricular izquierda) para hacer frente a ese sobreesfuerzo. Foto de Mikhail Nilov

La diferencia entre hombres y mujeres

Uno de los hallazgos más interesantes del estudio, que ha sido publicado en el American Journal of Physiology-Renal Physiology, es que existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en la forma en que sus cuerpos regulan la presión arterial, y en cómo responden a los cambios en el consumo de potasio y sodio.

Los modelos muestran que los hombres tienden a desarrollar hipertensión con mayor facilidad que las mujeres premenopáusicas. Sin embargo, también responden más intensamente a un aumento en la proporción de potasio respecto al sodio, es decir, obtienen un mayor beneficio al modificar la dieta en ese sentido.

Las mujeres, por su parte, parecen estar protegidas de forma natural frente a la hipertensión gracias a ciertas características fisiológicas: una menor reabsorción de sodio en el riñón, una respuesta hormonal más eficiente y una regulación más eficaz del volumen de líquidos.

Lo que ocurre en los riñones

Los riñones juegan un papel crucial en este proceso, ya que son los órganos encargados de filtrar la sangre, excretar el exceso de minerales y regular el volumen de líquidos. En el estudio, se observó que el patrón de transporte renal, es decir, cómo se manejan el sodio y el potasio dentro del riñón, varía entre los sexos, y es un factor determinante en la sensibilidad a la hipertensión.

Las mujeres reabsorben menos sodio en las primeras partes del túbulo renal, esto es, la porción más extensa de una nefrona, la unidad funcional del riñón. Esto activa señales que disminuyen la filtración y la secreción de hormonas que elevan la presión arterial. Este mecanismo explica por qué las mujeres se ven menos afectadas por dietas altas en sodio.

Por otro lado, el potasio activa mecanismos que reducen tanto la reabsorción de sodio como la presión arterial, incluso cuando el consumo de sal es elevado. En los hombres, estos efectos son más intensos debido a que su sistema renal tiende a retener más sodio, por lo que al bloquear esta reabsorción, la mejora es más evidente.

Un aliado natural contra la hipertensión

Una de las conclusiones más poderosas del trabajo de Stadt y Layton es que el potasio no solo contrarresta los efectos del sodio, sino que puede llegar a revertirlos, incluso si el consumo de sal no se reduce.

Al inducir la excreción simultánea de sodio y potasio, mejora el equilibrio de líquidos y reduce la presión arterial de forma significativa. En algunos casos simulados, el aumento del potasio llevó a valores de presión más bajos que los observados con una dieta equilibrada pero sin ese refuerzo.

Este enfoque también permite evitar algunos efectos adversos de los medicamentos antihipertensivos, y podría tener aplicaciones importantes en políticas públicas de salud y prevención cardiovascular, especialmente en poblaciones con alta incidencia de enfermedades cardíacas.

¿Qué podemos hacer en la vida diaria?

El nuevo estudio no solo aporta evidencias sobre los beneficios del potasio, sino que destaca el valor de los modelos computacionales en la medicina moderna. Estas simulaciones permiten analizar cómo interactúan múltiples variables biológicas de forma rápida, económica y sin riesgos éticos. Así, pueden orientar futuras investigaciones clínicas y guiar recomendaciones nutricionales más precisas y personalizadas, dicen las autoras de la investigación.

A la luz de estas evidencias, Stadt y Layton recomiendan no solo reducir el consumo de sal, sino también aumentar la ingesta de frutas, verduras y legumbres, alimentos naturalmente ricos en potasio. Algunas opciones ideales son el plátano, la patata, el aguacate, las espinacas, el brócoli, las lentejas o las naranjas.

En resumen: menos sal, más potasio, y una alimentación saludable basada en productos frescos pueden marcar una gran diferencia en la salud cardiovascular. Y, como demuestra esta investigación, tener en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres resulta fundamental para avanzar hacia una medicina preventiva personalizada. ▪️

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