Millones de niños mueren cada año debido a la resistencia a los antibióticos

Cerca de 3 millones de niños murieron en 2022 por infecciones resistentes a los antimicrobianos, según un estudio global sin precedentes. La investigación advierte de un alarmante aumento del uso de antibióticos críticos en regiones vulnerables como África y Asia.

Por Enrique Coperías

De acuerdo con el estudio presentado en el ESCMID Global 2025, en 2022 murieron más de 752.000 niños en el Sudeste Asiático y 659.000 en África debido a complicaciones asociadas con la resistencia a los antimicrobianos.

De acuerdo con el estudio presentado en el ESCMID Global 2025, en 2022 murieron más de 752.000 niños en el Sudeste Asiático y 659.000 en África debido a complicaciones asociadas con la resistencia a los antimicrobianos. Imagen generada con Gemini

Un estudio histórico presentado en el ESCMID Global 2025, congreso organizado por la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas y celebrado este año en la ciudad de Viena, advierte de que más de 3 millones de niños en todo el mundo perdieron la vida en 2022 debido a infecciones causadas por resistencia a los antimicrobianos o RAM.

La RAM ocurre cuando bacterias, virus, hongos y parásitos evolucionan y dejan de responder a los medicamentos diseñados para eliminarlos. Esto dificulta el tratamiento de las infecciones, lo que incrementa el riesgo de propagación, agrava las enfermedades y eleva la mortalidad. Como resultado, los fármacos pierden eficacia, las infecciones persisten en el organismo y pueden transmitirse con mayor facilidad a otras personas.

Los antimicrobianos, entre ellos antibióticos, antivirales, antifúngicos y antiparasitarios, son esenciales para prevenir y tratar infecciones en humanos, animales y plantas. Sin embargo, algunos microorganismos han desarrollado mecanismos para resistir su acción, y cuando esto ocurre, se les denomina comúnmente supermicrobios o patógenos multirresistentes.

Resistencia por un mal uso

La resistencia a los antibióticos se debe en gran medida al uso indebido y excesivo de los antimicrobianos, aunque, paradójicamente, muchas personas en todo el mundo no tienen acceso a medicamentos antimicrobianos esenciales.

La investigación, que incorporó datos, entre otros, del programa ATLAS de Pfize, proporcionados a través de la plataforma Vivli, junto con el GLASS de la OMS sobre el uso de antibióticos, destaca la urgencia de implementar estrategias globales y regionales para combatir la resistencia antimicrobiana pediátrica, especialmente en regiones con alta carga, como el Sudeste Asiático y África.

Los supermicrobios representan una amenaza crítica para la infancia, ya que los niños son especialmente vulnerables a las infecciones. Además, el acceso a antibióticos pediátricos innovadores suele ser muy limitado, debido a los retrasos en el desarrollo de estas formulaciones.

En este sentido, en un informe de la OMS del año 2024 podemos leer que «si bien el número de agentes antibacterianos en fase de desarrollo clínico se ha incrementado, de 80 en 2021 a 97 en 2023, se necesitan urgentemente agentes nuevos e innovadores contra las infecciones graves y para sustituir a los que han perdido eficacia debido a un uso generalizado».

Antibióticos de vigilancia, reserva y acceso

Según los datos del estudio presentado en el ESCMID Global 2025, solo en 2022 murieron más de 752.000 niños en el Sudeste Asiático y 659.000 en África por complicaciones relacionadas con la resistencia a los antimicrobianos.

Muchas de estas muertes estuvieron vinculadas al uso de antibióticos de vigilancia, esto es, medicamentos con alto riesgo de generar resistencia que se utilizan principalmente en pacientes más graves y especialmente en hospitales; y antibióticos de reserva, o sea, antibióticos de último recurso destinados únicamente a tratar infecciones graves causadas por patógenos multirresistentes.

Estos antibióticos de vigilancia y reserva no están diseñados como tratamientos de primera línea, y su uso debe limitarse a casos necesarios para preservar su eficacia y reducir la aparición de resistencias. Por el contrario, los denominados antibióticos de acceso, más comúnmente disponibles, se utilizan para tratar infecciones frecuentes con un menor riesgo de promover resistencia.

Antibióticos detrás de las muertes infantiles

Entre 2019 y 2021, el uso de antibióticos de vigilancia aumentó un 160% en el Sudeste Asiático y un 126% en África. En ese mismo periodo, el uso de antibióticos de reserve creció un 45% en el Sudeste Asiático y un 125% en África.

A nivel global, de los más de tres millones de muertes infantiles, dos millones estuvieron asociadas al uso de antibióticos de vigilancia y reserva.

«Si bien el aumento en el uso de estos antibióticos puede responder a una mayor incidencia de infecciones resistentes, su crecimiento descontrolado conlleva riesgos graves a largo plazo», advierte el profesor Joseph Harwell, coautor del estudio. Y añade—: El uso creciente de estos fármacos, especialmente sin supervisión, aumenta el riesgo de resistencia y limita nuestras opciones terapéuticas. Si las bacterias se vuelven resistentes a estos tratamientos, quedaremos sin alternativas para enfrentar infecciones multirresistentes».

La resistencia a los antimicrobianos en países de ingresos bajos y medios se agrava por factores como el hacinamiento hospitalario, la falta de higiene, la escasa prevención de infecciones y la propagación de patógenos resistentes.

La resistencia a los antimicrobianos en países de ingresos bajos y medios se agrava por factores como el hacinamiento hospitalario, la falta de higiene, la escasa prevención de infecciones y la propagación de agentes patógenos resistentes en hospitales y comunidades. Imagen generada con DALL-E

El factor del temor a cometer errores clínicos

La gravedad de la RAM en los países de ingresos bajos y medios está condicionada por múltiples factores, como son el hacinamiento hospitalario, la falta de higiene, la carencia de medidas de prevención de infecciones y la propagación de patógenos resistentes, tanto en hospitales como en comunidades.

La escasez de herramientas diagnósticas y el temor a incurrir en errores clínicos también fomentan el uso excesivo e indebido de antibióticos. Además, en muchas de estas regiones no existen programas nacionales eficaces de vigilancia y administración de antimicrobianos, lo que dificulta el seguimiento y la implementación de protocolos de tratamiento efectivos.

«El incremento de la resistencia a antibióticos críticos derivará inevitablemente en un mayor fracaso terapéutico —subraya Harwell. Y vaticina—: Las tasas de mortalidad, ya alarmantemente altas, seguirán creciendo, especialmente en países con recursos limitados, donde el acceso a tratamientos alternativos y atención médica avanzada es muy reducido».

El reto de lograr «una sola salud»

En palabras de Harwell, «enfrentarnos a esta crisis requiere acciones urgentes y coordinadas, tanto a escala regional como mundial. La vigilancia de la resistencia a los antimicrobianos debe seguir el enfoque de «una sola salud», con sistemas rentables que informen las guías de tratamiento y midan el impacto de las intervenciones»

«A nivel regional, hacemos una llamada a los responsables de políticas sanitarias para implementar programas hospitalarios de administración de antimicrobianos en todos los centros pediátricos —dice Harwell. Y continúa—: Una mejor clasificación por edades en los datos de vigilancia permitirá comprender las diferencias en tasas de resistencia entre grupos etarios, así como los mecanismos específicos de resistencia pediátrica».

Además, es fundamental aplicar directrices nacionales que aseguren que la vigilancia de rutina refleje el uso real de antibióticos, concluye el profesor Harwell. ▪️

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