Las bacterias de nuestro intestino podrían tener la clave para vencer el cáncer, según un nuevo estudio

Un hallazgo revolucionario revela que bacterias intestinales pueden producir compuestos que frenan el cáncer al bloquear hormonas sexuales. Esta conexión entre microbioma e inmunidad podría transformar la inmunoterapia moderna.

Por Enrique Coperías

Esta ilustración muestra microorganismos intestinales que producen ácidos biliares secundarios para apoyar la defensa inmunitaria del huésped contra el cáncer (células violetas).

Esta ilustración muestra microorganismos intestinales que producen ácidos biliares secundarios para apoyar la defensa inmunitaria del huésped contra el cáncer (células violetas). Los ácidos biliares derivados de la microbiota (en verde claro) impidieron que el receptor androgénico (representado como una puerta) se uniera al andrógeno (en azul claro), mejorando la capacidad de las células T CD8+ para combatir las células cancerosas. Ilustración: Sondii Image

Las bacterias intestinales que habitan nuestras tripas no solo nos ayudan a digerir alimentos o mantener el equilibrio metabólico: además podrían ser aliadas clave en la lucha contra el cáncer.

Un estudio preclínico dirigido por científicos del Centro Médico Weill Cornell, en Nueva York, ha revelado que algunos ácidos biliares, modificados por la microbiota intestinal, son capaces de bloquear el receptor androgénico (AR), interfiriendo de este modo en su señalización y activando la inmunidad antitumoral.

Estos hallazgos, publicados en la revista Cell, abren una nueva línea de investigación sobre cómo las bacterias comensales podrían potenciar la inmunoterapia contra el cáncer.

Una sorpresa desde el intestino

«Me sorprendieron mucho nuestros hallazgos —confiesa en un comunicado el doctor Chun-Jun Guo, coautor principal del estudio y profesor en el Instituto Jill Roberts. Y añade—: Que yo sepa, nadie había identificado antes moléculas como estos ácidos biliares que pudieran interactuar con el receptor androgénico de esta manera»,

En colaboración con los doctores David Artis y Nicholas Collins, así como con Wen-Bing Jin y Leyi Xiao, el equipo de investigación se propuso explorar el universo aún desconocido de los ácidos biliares secundarios, producidos cuando las bacterias intestinales modifican los ácidos biliares primarios que el hígado libera en el intestino.

Recordemos que los ácidos biliares son moléculas producidas en la glándula hepática a partir del colesterol que componen la bilis y que ayudan a digerir y absorber las grasas en el intestino delgado. Estos derivados estructurales del ácido cólico se almacenan en la vesícula biliar y se liberan durante la digestión. Además de su función digestiva, los ácidos biliares también actúan como señales químicas que influyen en el metabolismo y el sistema inmunológico.

¿Hormonas sexuales bajo el control de bacterias?

El resultado del trabajo de Guo y sus colegas fue el descubrimiento de 56 nuevas moléculas, muchas de ellas nunca antes descritas. Lo realmente sorprendente: fue que al menos cuatro de ellas actúan como potentes antagonistas del receptor androgénico humano (hAR).

Se trata de una proteína que actúa como un sensor de hormonas sexuales masculinas, como la testosterona. El hAR se encuentra en distintas células del cuerpo y, al activarse, regula genes relacionados con el desarrollo sexual, el crecimiento muscular y el funcionamiento de ciertas células inmunitarias, entre otros procesos.

Hay que decir que los ácidos biliares comparten una estructura esteroidea con las hormonas sexuales, como la citada testosterona y el estrógeno. Esta similitud molecular llevó a los investigadores a preguntarse si los ácidos biliares podrían interactuar con los mismos receptores hormonales. La respuesta fue afirmativa.

El papel clave de las células T CD8+

Una de las moléculas descubiertas, la 3-oxo-Δ4,6-ácido litocólico (3-oxo-Δ4,6-LCA), mostró una capacidad notable para bloquear el receptor de andrógenos y detener la proliferación de células tumorales en modelos de ratón de cáncer de vejiga.

Además, su acción no se limitó a frenar el crecimiento tumoral: también potenció la eficacia de la inmunoterapia con anti-PD-1, una de las estrategias más prometedoras para combatir los cánceres resistentes.

«Nuestros resultados sugieren que estos ácidos biliares modificados ayudan a reducir las masas tumorales al aumentar la capacidad de las células T para sobrevivir en el tumor y destruir células cancerosas», señala el doctor Collins.

El receptor androgénico también está presente en las llamadas células T CD8+, una suerte de soldados de élite del sistema inmune que atacan células infectadas o cancerosas. Estudios anteriores ya habían demostrado que bloquear este receptor podía mejorar la función de estos soldados.

De bacterias y genes: un catálogo funcional

En este estudio, los investigadores comprobaron que el 3-oxo-Δ4,6-LCA mejoraba la plasticidad de las células T CD8+ o linfocitos citotóxicos, al promover un perfil de células madre con mayor capacidad de adaptación, longevidad y eficacia antitumoral. Esta transformación fue clave para frenar el avance del cáncer y potenciar la acción del anti-PD-1.

«Este hallazgo muestra cómo una molécula producida por las bacterias intestinales puede moldear directamente la respuesta inmune —explica el doctor Artis. Y añade—: También subraya la importancia de considerar la actividad microbiana al diseñar tratamientos oncológicos»

Para identificar estas moléculas, los científicos recurrieron a una innovadora estrategia: combinaron la metabolómica avanzada, la genética microbiana y el análisis de grandes catálogos proteicos del microbioma humano y animal. De esta forma, lograron caracterizar más de setenta genes bacterianos capaces de modificar ácidos biliares y sacar a la luz una gran diversidad de rutas metabólicas en las bacterias del microbioma intestinal.

Un linfocito T citotóxico.

Un linfocito T citotóxico —una célula del sistema inmune especializada en destruir células infectadas o cancerosas— se conecta con su célula objetivo a través de una estructura llamada sinapsis inmunitaria (SI), línea transversal en blanco. Esta sinapsis es como un puente de comunicación que se forma en el punto de contacto entre ambas células. En la imagen inferior, se aprecia del linfocito los gránulos líticos (azul), el centriolo (amarillo), los microtúbulos (rojo) y el aparato de Golgi (verde).

Un vínculo con el cáncer de próstata

De hecho, muchos de estos genes se encuentran en más del 40% de las especies bacterianas del intestino humano, lo que sugiere que estas capacidades no son raras, sino parte habitual del repertorio genético microbiano.

Además, los investigadores detectaron concentraciones variables de estos ácidos biliares modificados en heces humanas y en la sangre, lo que refuerza su relevancia clínica.

En paralelo, Guo y su equipo observaron una correlación negativa entre los niveles de estos compuestos y el antígeno prostático específico (PSA), marcador comúnmente usado en el diagnóstico precoz del cáncer de próstata.

El eje microbiota–AR–inmunidad

En modelos animales, los efectos fueron contundentes: los ratones tratados con 3-oxo-Δ4,6-LCA presentaron una menor carga tumoral, una mayor supervivencia y una mejora significativa cuando se combinaba con inmunoterapia anti-PD-1.

Por el contrario, el efecto se anulaba en ratones sin células T o tras eliminar el receptor androgénico específicamente en las células células T CD8+, lo que confirma que la acción depende directamente del eje microbiota–AR–inmunidad.

Además, estos compuestos funcionaron incluso en ausencia de microbiota activa, al administrarse de forma directa, lo que abre la puerta a tratamientos orales o intravenosos basados en estos metabolitos.

Un nuevo paradigma en inmunoterapia

El potencial clínico es enorme, pero los científicos reconocen que aún hay muchas preguntas por responder. Por ejemplo, ¿cómo influye la dieta en la producción de estos metabolitos?, ¿qué efectos podrían tener en personas sanas o en mujeres, cuyo sistema hormonal difiere? y ¿cómo integrar este conocimiento en terapias personalizadas?

«Este estudio es solo el comienzo. Nuestro objetivo ahora está en comprender cómo controlar la producción de estos metabolitos mediante ingeniería genética de bacterias intestinales y evaluar su impacto fisiológico más allá del cáncer», indica el doctor Guo.

La investigación aporta una visión transformadora sobre el papel del microbioma intestinal en la salud humana. En lugar de limitarse a observar correlaciones, los científicos identificaron un mecanismo causal claro, basado en la estructura química, la actividad genética bacteriana y los efectos inmunológicos resultantes.

«Es un ejemplo perfecto de cómo la ciencia del microbioma está avanzando hacia una comprensión molecular profunda de las interacciones entre el huésped y los microbios», concluyó el doctor Artis.

En un mundo donde la inmunoterapia contra el cáncer ya ha revolucionado el tratamiento oncológico, estos resultados sugieren que el siguiente salto podría venir de un lugar inesperado: nuestras bacterias intestinales. ▪️

  • Información facilitada por el Centro Médico Weill Cornell

  • Fuente: Wen-Bing Jin, Leyi Xiao, Mingeum Jeong, Seong-Ji Han, Wen Zhang, Hiroshi Yano, Huiqing Shi, Mohammad Arifuzzaman, Mengze Lyu, Daoming Wang, Yuelin Angelina Tang, Shanshan Qiao, Xiaoyu Yang, He S. Yang, Jingyuan Fu, Gregory F. Sonnenberg, Nicholas Collins, David Artis, Chun-Jun Guo. Microbiota-derived bile acids antagonize the host androgen receptor and drive anti-tumor immunity. Cell (2025). DOI: https://doi.org/10.1016/j.cell.2025.02.029.

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