Descubren una avispa del Cretácico con un abdomen parecido al de una planta carnívora para cazar presas
Hace casi 99 millones de años, una avispa equipada con una trampa en el abdomen, que recuerda a la de la venus atrapamoscas, acechaba a sus presas en los bosques del Cretácico. Su singular anatomía revela estrategias de caza nunca antes vistas en los insectos.
Por Enrique Coperías
Holotipo —ejemplar único de una especie— de Sirenobethylus charybdis. Cortesía: Qiong Wu
Una especie extinta de avispas parásitas del Cretácico medio, preservada en ámbar, pudo haber utilizado su abdomen —similar al de una planta carnívora venus atrapamoscas— para capturar e inmovilizar a sus presas.
Una investigación publicada en la revista BMC Biology revela que los ejemplares de Sirenobethylus charybdis —llamados así por Caribdis, el monstruo marino de la mitología griega que tragaba y expulsaba agua tres veces al día— datan de hace casi 99 millones de años y podrían representar una nueva familia de insectos fósiles.
La morfología de Sirenobethylus charybdis indica que estas avispas eran parasitoides, es decir, insectos cuyas larvas viven como parásitos y eventualmente matan a su huésped. Los parasitoides actuales de la superfamilia Chrysidoidea incluyen a las avispas cuco y a las avispas bétílidas.
Dieciséis ejemplares conservados en ámbar
Sin embargo, los ejemplares de Sirenobethylus charybdis presentan un patrón único de venas en las alas traseras, lo que sugiere que esta especie pertenece a su propia familia, denominada Sirenobethylidae.
Taiping Gao, Lars Vilhelmsen y colegas de la Universidad Normal Capital de China y del Museo de Historia Natural de Dinamarca utilizaron escaneos por microtomografía computarizada (micro-CT) para analizar dieciséis ejemplares hembra de Sirenobethylus charybdis preservados en ámbar con una antigüedad de 98,79 millones de años.
Estos fósiles fueron recolectados en la región de Kachin, en el norte de Myanmar. Los investigadores concluyen que esta especie probablemente fue un koinobionte, es decir, un parasitoide que permite que su huésped continúe creciendo mientras se alimenta de él.
La venus atrapamoscas —arriba— atrapa insectos con sus hojas en forma de trampa: cuando un insecto toca dos veces sus pelos sensoriales, la trampa se cierra rápidamente y lo encierra. Un mecanismo similar al que podría haber usado la prehistórica avispa Sirenobethylus charybdis. Foto: Beatriz Moisset
Una trampa insólita en el mundo de los insectos
Los ejemplares presentan un aparato abdominal especializado compuesto por tres aletas, la inferior con forma de pala y adornada con una docena de cerdas similares a pelos, lo que recuerda visualmente a una venus atrapamoscas, una planta carnívora de la familia Droseraceae, llamada sí por su hábito alimenticio de atrapar presas vivas, principalmente insectos y arácnidos.
Los autores señalan que dicho aparato no se parece al de ningún otro insecto conocido, y podría haber servido como mecanismo para inmovilizar temporalmente al huésped durante la puesta de huevos. Dado que la avispa probablemente no podía perseguir a sus presas a larga distancia, se especula que esperaba con el aparato abierto hasta que un posible huésped activara su respuesta de captura.
Los autores creen que este elaborado aparato de sujeción le permitía a Sirenobethylus charybdis atacar presas altamente móviles, como insectos pequeños, alados o saltarines. Los ejemplares preservados sugieren que la superfamilia Chrysidoidea exhibía una mayor diversidad de estrategias parasitoides durante el Cretácico medio en comparación con sus equivalentes actuales. ▪️
Fuente: Wu, Q., Vilhelmsen, L., Li, X. et al. A cretaceous fly trap? remarkable abdominal modification in a fossil wasp. BMC Biology (2025). DOI: https://doi.org/10.1186/s12915-025-02190-2