¿Por qué encontramos tanto ámbar en rocas del Cretácico?

¿Qué pensaría un viajero del futuro si algún día pudiera analizar las rocas que se están formando actualmente en el planeta? Seguramente, encontraría bastantes fragmentos de plástico y se preguntaría por qué este material era tan abundante en las rocas de cierta antigüedad en la Tierra. Ésta es la misma pregunta que se han planteado geólogos y paleontólogos después de muchos años de estudiar otro material: el ámbar, la resina fosilizada del Cretácico que nos ayuda a reconstruir cómo eran los bosques en los que habitaban los dinosaurios.

Por la Universidad de Barcelona.

Insectos capturados en una pieza de ámbar de El Soplao, en Cantabria. Foto: Xavier Delclòs, UB-IRBio

Conocemos muy bien la razón de la abundancia de tantos plásticos en los ecosistemas actuales, «pero sólo podemos intuir las causas naturales que explicarían la producción de grandes cantidades de resina en el Cretáceo», detalla Xavier Delclòs, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona y primer autor de un artículo publicado en la revista Earth-Science Reviews que aborda este enigma de la paleontología moderna.

«Las historias del plástico y de las resinas fósiles son muy distintas, pero tienen un punto en común: la curiosidad que comporta observar que algún fenómeno nuevo y relevante surgió en algún momento de la historia de la Tierra y quedó registrado en las rocas», detalla Delclòs, que es miembro del Departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la UB.

«El ámbar, y en particular, su abundancia, tendría poco interés si no fuera porque contiene en su interior a muchos organismos que habitaban los bosques del pasado, que se han conservado perfectamente como fósiles y que hoy en día nos permiten conocer los bosques del Cretácico con un detalle que por momentos siembra irreal», detalla Enrique Peñalver, miembro del Instituto Geológico y Minero de España, centro nacional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CN IGME-CSIC) y también coautor principal del trabajo.

¿Cómo se formaron los grandes depósitos de ámbar?

El Cretácico, un período que se extiende de los 145,5 a los 66 millones de años, representa una época de cambios evolutivos rápidos y de diversificación de los organismos. Actualmente, no se dan las condiciones dominantes que en el Cretácico permitieron la formación en masa de depósitos abundantes de resina en todo el planeta, y tampoco se sabe por qué hubo, en la época de los dinosaurios, una producción tan extremadamente abundante de resina.

«Durante unos 54 millones de años, y por primera vez en la historia de la Tierra, hubo una producción en masa de resina por parte de las plantas, y todavía no sabemos por qué», apuntan Delclòs y Peñalver. «Nunca se habían alcanzado cantidades de producción que hubieran podido formar depósitos de resina fósil de lo que hoy conocemos como el ámbar. A partir del Barremiano y hasta el Campaniano, y gracias a las condiciones existentes en el planeta, unos determinados grupos de coníferas pudieron originar grandes depósitos de resina fósil que abren una auténtica ventana a los ecosistemas del pasado y hoy aportan una importantísima información paleobiológica. Este lapso temporal lo hemos llamado el Intervalo Cretáceo de Resina (CREI, por sus siglas en inglés)».

La formación de grandes depósitos de ámbar exige que existan árboles con la capacidad de producir mucha resina. Durante el Cretáceo, sólo podrían producirse las gimnospermas –por ejemplo, las coníferas– que son plantas evolutivamente más antiguas que las plantas con flor. Además, la resina debía quedar atrapada en un medio sedimentario sin oxígeno que la preservara durante millones de años. Pero ¿qué factores ambientales o biológicos pudieron condicionar tal producción de resina en el Cretácico?

Esta línea de investigación ayuda a comprender cómo eran los ecosistemas terrestres del pasado. Foto: Xavier Delclòs, UB-IRBio

«Nuestro estudio demuestra que, durante el Cretácico, los bosques de coníferas estaban ampliamente distribuidos por el planeta. Estos depósitos de ámbar formados durante el CREI compartían estas características: una alta producción de resina exclusivamente por coníferas; la presencia de fusinita, un material derivado del material vegetal carbonizado por los incendios forestales; fósiles conservados en el ámbar que se corresponden a fauna y flora similares entre diferentes yacimientos, y la acumulación de resina en ambientes sedimentarios de transición bajo paleoclimas subtropicales y templados que coincide con los inicios de las etapas de subidas del nivel del mar.

El trabajo también indica que la producción en masa de resina no fue continua durante el CREI ni tampoco igual por todas partes: hubo momentos de mayor y menor producción. En el estudio, llevado a cabo por un extenso grupo multidisciplinar de expertos, destaca especialmente la participación de Ricardo Pérez de la Fuente, del Museo de la Universidad de Oxford (Reino Unido).

Una ventana abierta al mundo desaparecido del Cretácico

Las piezas de ámbar recuperadas por los paleontólogos en diferentes yacimientos en todo el mundo aportan nuevas perspectivas del periodo cretácico. En este período surgieron los grandes ecosistemas terrestres dominados por angiospermas —plantas con flores— y muchas de las líneas evolutivas de los organismos actuales. La distribución de los continentes y de las corrientes marinas se alteró, el clima era más cálido y húmedo que el actual, el nivel del mar ascendía más de 200 metros por encima de las costas actuales.

El ámbar de El Soplao (Cantabria) ha aportado descubrimientos que son decisivos en el ámbito de la paleontología. Foto: Xavier Delclòs, UB-IRBio

«En la atmósfera había unos altos niveles de dióxido de carbono (CO2,) debido al intenso vulcanismo, pero también de oxígeno (O2) por la gran extensión de los bosques hasta latitudes hoy cubiertas por el hielo, una característica que también hace potenciar los incendios a gran escala», detallan Delclòs y Peñalver.

Éste es el paisaje global y ambiente que dominó la Tierra durante buena parte del Cretácico. Los factores ambientales condicionaron la vida y la evolución de los organismos que existían en el planeta, en especial, los terrestres, desde los más pequeños a los grandes dinosaurios, y las relaciones entre las diferentes especies.

En este escenario, el CREI se perfila como un fenómeno de naturaleza global, con afloramientos de ámbar distribuidos por todas partes durante el Cretácico, y concentrados especialmente en Laurasia y en el margen norte de Gondwana. Los factores ambientales pudieron afectar a escala global, mientras que los biológicos —interacción entre plantas y artrópodos, etc.— pudieron actuar a escala regional.

«El CREI representa una gran ventana a un mundo desaparecido, en los inicios de los ecosistemas modernos dominados por las plantas con flor, donde habitaban los dinosaurios, y evolucionaban los linajes de las primeras aves y mamíferos. Estudiar este período nos permite obtener muchos datos del máximo interés científico sobre relaciones filogenéticas, organismos extinguidos, el inicio de comportamientos que podemos reconocer hoy en día en muchos grupos, relaciones intra- e interespecíficas de organismos extinguidos (parasitismo, polinización, cuidado parental, formación de enjambres, foresia, reproducción, etc.) de los habitantes de un medio terrestre —el boscoso— que habitualmente no se fosilizan», concluyen los expertos.

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