Descubren huevos de piojos en ámbar del Cretácico: la prueba más antigua de parasitismo en aves prehistóricas

Un ámbar birmano del Cretácico atesora los huevos fosilizados más antiguos de piojos, adheridos a plumas. La evidencia más directa de que estos insectos parasitaban a aves primitivas y de la evolución de las relaciones entre huésped y hospedador.

Por Enrique Coperías

Recreación de un piojo masticador depositando sus huevos en plumas de aves, a partir de los restos fósiles conservados en un ámbar birmano del Cretácico medio.

Recreación de un piojo masticador depositando sus huevos o liendres en plumas de aves, a partir de los restos fósiles conservados en un ámbar birmano del Cretácico medio. Crédito: ©Science China Press

La evolución del ectoparasitismo en el caso de los insectos ha ocurrido de manera independiente en numerosas ocasiones a lo largo de la historia evolutiva, con especies parásitas que se alimentan de sangre, plumas u otros tejidos externos de sus huéspedes.

Estos parásitos han ejercido una influencia significativa en la adaptación evolutiva de sus hospedadores, hasta el punto de moldear complejas interacciones ecológicas entre el huésped y su hospedador. Sin embargo, la evidencia fósil que documente directamente comportamientos parásitos en tiempos remotos es sumamente escasa, especialmente en el caso de ectoparásitos del Mesozoico que se alimentaban específicamente de plumas.

Un reciente estudio dirigido por Diying Huang, profesor del Instituto de Geología y Paleontología de Nanjing, perteneciente a la Academia China de Ciencias, ha revelado un hallazgo extraordinario, que recoge la revista National Science Review.

Primera evidencia directa de ectoparasitismo

Los investigadores descubrieron huevos fósiles de piojos masticadores —o piojos de aves— preservados en ámbar birmano del Cretácico medio, hace unos cien millones de años. Este descubrimiento constituye la primera evidencia directa de ectoparasitismo por piojos que se alimentan de plumas de aves ancestrales en la era mesozóica. Sin duda alguna, proporcionavaliosas pistas sobre los orígenes de estos parásitos y su temprana coevolución con vertebrados emplumados.

El equipo de investigación identificó un espécimen de ámbar excepcional que contenía huevos o liendres fósiles de piojos adheridos a pequeños fragmentos de plumas. En el ámbar se preservaron dos finas barbas de plumas, cada una de las cuales sostenía una hilera de huevos alargados y dispuestos de manera regular.

Con una longitud aproximada de 512 micrómetros y espaciados entre 526 y 748 micrómetros, los huevos estaban firmemente adheridos al eje de la pluma mediante una sustancia similar al cemento. Aunque estas liendres presentan ciertas similitudes estructurales con las de los piojos de aves modernas, también exhiben diferencias notables en su área de fijación y disposición, lo que destaca la singularidad de estos ectoparásitos primitivos.

Liendres fosilizadas de piojos masticadores, fuertemente adheridas a plumas de un ave enantiornitina, enterradas en ámbar de mediados del Cretácico del norte de Myanmar. (a) Barbas aisladas y liendres de piojo dispuestas regularmente adheridas a dos barbas del mismo tipo. (b) Ampliación de seis liendres (señaladas con flechas negras). (c) Ampliación de cinco liendres de piojo (señaladas con flechas blancas). (d) y (e), Ampliación de liendres de piojo. (f) Detalles de una liendre, mostrando la colocación, fijación y detalles del corion. (g) Ampliación de dos liendres de piojo, mostrando las uniones al ramus. (h) Reconstrucción ecológica de los piojos masticadores cretácicos de un ave enantiornitina. (a-c) Bajo luz reflejada normal. (d-f) Bajo microscopía confocal de barrido láser. (g) Bajo tomografía microcomputada de rayos X. Abreviaturas: ch, corion; eg, huevo; ra, ramus. Cortesía: ©Science China Press

Los piojos, considerados entre los ectoparásitos más comunes en animales actuales, infestan predominantemente a aves y mamíferos. Se estima que los piojos modernos tienen un origen que se remonta al menos a 99 millones de años, esto es, aparecieron y evolucionaron durante el Mesozoico.

Sin embargo, presentan claras diferencias ecológicas y morfológicas respecto a sus parientes de vida libre de la familia Liposcelididae, los llamados vulgarmente piojos de los libros. Aunque investigaciones previas habían documentado piojos adultos fosilizados en ámbar birmano, el descubrimiento de estos huevos fosilizados ofrece una prueba más directa y concluyente de un comportamiento parasitario temprano.

Este hallazgo refuerza la hipótesis de que los piojos establecieron relaciones parasitarias con aves basales, esto es, las primeras aves que evolucionaron a partir de los dinosaurios terópodos, cercanas al origen del linaje aviar moderno, desde etapas muy tempranas de su historia evolutiva.

Liendres en pelos de mamíferos del Eoceno

La divergencia entre los piojos que infestan aves modernas y los que parasitan mamíferos parece haber sido facilitada por un antiguo cambio de hospedador. Evidencias fósiles adicionales, como las liendres asociados al pelo de mamíferos encontrados en ámbar báltico del Eoceno, hace entre 56 y unos 34 millones de años, apoyan esta teoría.

Los huevos de piojos descubiertos en plumas de aves del Cretácico medio sugieren que los enantiornitas, un grupo extinto de aves basales, pudieron ser algunos de los primeros hospedadores que impulsaron la transición de los ancestros de piojos de vida libre a parásitos obligados. Estos últimos son organismos que dependen completamente de un huésped para sobrevivir y reproducirse, ya que no pueden completar su ciclo de vida sin él.

Ilustración de un Shanweiniao, género de ave enantiornita que vivió durante el Cretácico inferior, hace 122 millones de años, durante el Aptiano en China.

Ilustración de un Shanweiniao, género de ave enantiornita que vivió durante el Cretácico inferior, hace 122 millones de años, durante el Aptiano en China. Pájaros como este pudieron ser los primeros hospedadores de parásitos obligados. Cortesía: Nobu Tamura

Este hallazgo representa el registro fósil más antiguo conocido de huevos de piojos, y ofrece una perspectiva crucial sobre los orígenes y la evolución del ectoparasitismo. Los datos indican que los piojos de plumas primitivos ya eran capaces de completar su ciclo vital en las plumas de los enantiornitas, y mostraban un nivel de especialización ecológica comparable al de los piojos modernos.

Además, este descubrimiento no solo llena un vacío significativo en el registro fósil, sino que también arroja luz sobre la evolución del parasitismo y las interacciones ecológicas complejas entre insectos y vertebrados durante el Mesozoico.

La exploración continua de fósiles preservados en ámbar —una resina fósil de árboles prehistóricos que se ha endurecido y conservado durante millones de años, a menudo atrapando organismos como insectos en su interior— tiene el potencial de revelar más detalles sobre estas antiguas relaciones, y proporcionar claves fundamentales para entender la formación y el mantenimiento de los ecosistemas actuales.

El análisis microscópico y morfológico de las plumas asociadas a los huevos fósiles sugiere que pertenecían a enantiornitas, aves basales extintas que fueron muy diversas y abundantes en el Mesozoico. Este descubrimiento apoya la hipótesis de que los piojos ectoparásitos del Mesozoico estaban adaptados a parasitar a los primeros vertebrados emplumados, y destaca su papel en las dinámicas ecológicas de esa era reinada, por cierto, por los dinosaurios. ▪️

  • Fuente: Chenyang Cai, Kevin P. Johnson, Yanzhe Fu, Daniel R. Gustafsson, Dany Azar, Yitong Su, Qiang Xuan, Michael S. Engel, Diying Huang. Cretaceous chewing louse eggs of enantiornithine birds. National Science Review (2025). DOI: https://doi.org/10.1093/nsr/nwae479

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