¿Qué pasa en tu cerebro cuando te das cuenta de que estás soñando?
Un estudio sin precedentes saca a la luz las huellas neuronales del sueño lúcido, ese extraño estado donde somos conscientes en medio de un sueño. Los hallazgos podrían cambiar para siempre la forma en que entendemos la conciencia.
Por Enrique Coperías
El cerebro, durante un sueño lúcido, reorganiza su actividad y refuerza las conexiones entre áreas relacionadas con la percepción, la memoria y la auto-conciencia. La experiencia de saber que estamos soñando activa zonas profundas como el precúneo, asociado al sentido del yo. Imagen generada con Gemini
Imagínate estar inmerso en el mundo de tus sueños, con todos sus paisajes extraños y situaciones a veces disparatadas, pero con una diferencia crucial: sabes que estás soñando. En ese instante, una puerta se abre a un universo de posibilidades. Puedes volar por encima de ciudades relucientes, conversar con personajes de tu subconsciente, explorar mundos fantásticos o incluso trabajar en la resolución de problemas que te preocupan en la vida real.
La experiencia onírica es increíblemente vívida, y a menudo se describe como más real que la propia vigilia. Los colores pueden ser más brillantes, las texturas más definidas y las emociones más intensas. Esta claridad de conciencia dentro del sueño te permite tomar decisiones y controlar, en cierta medida, el desarrollo de la narrativa onírica.
A eso se le llama sueño lúcido, y aunque parezca de película, es un fenómeno real que fascina tanto a los soñantes como a psicólogos y neurocientíficos Pero ¿qué ocurre en nuestro cerebro en esos momentos de lucidez mientras dormimos? Un grupo internacional de investigadores se propuso responder a esta pregunta y ha conseguido identificar, por fin, algunas de las señales eléctricas que acompañan a los sueños lúcidos.
Analizados 44 sueños lúcidos
La tarea no era sencilla. Durante años, estudiar el sueño lúcido se había complicado por varios motivos: había pocos datos disponibles, los equipos de medición eran muy distintos entre sí y, para colmo, los rápidos movimientos oculares durante el sueño REM —la fase donde predominan los sueños vívidos— generaban un molesto ruido en los registros cerebrales.
Para superar estos obstáculos, un equipo de científicos, liderados por Çağatay Demirel, del Centro Donders para la Neuroimagen Cognitiva, en el Centro Médico Universitario de Radbou (Países Bajos), diseñó un método de limpieza de datos especialmente riguroso y unificaron registros recogidos en laboratorios de todo el mundo. Así consiguió analizar 44 sesiones de sueño lúcido.
Según los propios autores, este representa el mayor conjunto de datos jamás reunido para investigar este fenómeno.
Con un nivel de detalle sin precedentes
Gracias a un innovador sistema de procesamiento de datos, los investigadores lograron eliminar los molestos artefactos de los movimientos oculares y combinar datos de diferentes tipos de electroencefalogramas (EEG), desde los más básicos hasta los de alta densidad. Esto les permitió hacer algo que antes era casi imposible: observar la actividad cerebral durante el sueño lúcido con un nivel de detalle sin precedentes.
¿Y qué encontraron? A simple vista, el cerebro de una persona que sueña lúcidamente no se diferencia tanto del de alguien que simplemente está soñando de forma normal. Al menos, no si solo miramos la superficie de las señales eléctricas. Pero si nos adentramos más profundamente, las diferencias emergen claramente: zonas específicas del cerebro se activan o desactivan de forma característica cuando nos damos cuenta de que estamos inmersos en un sueño.
Por ejemplo, se detectó un aumento de la actividad en las ondas gamma bajas, entre los 30 y los 36 hercios, en áreas temporales del hemisferio izquierdo, precisamente cuando los soñadores alcanzaban la lucidez. ¿Qué significa esto? La región temporal izquierda está asociada al lenguaje y el pensamiento verbal, por lo que este aumento podría reflejar el «¡Ajá!» interno que sentimos al darnos cuenta de que estamos soñando.
Protagonistas de nuestra propia historia onírica
Además, justo en el momento en que los soñantes realizaban señales oculares especiales, esto es, una suerte de código consensuado para avisar a los investigadores de que habían ganado conciencia en su sueño, se observaba un incremento de actividad en el precúneo derecho, una zona relacionada con el sentido de identidad y la autorreferencia.
Es como si, al darnos cuenta de que soñamos, activáramos de golpe los circuitos que nos permiten reconocernos como protagonistas de nuestra propia historia.
No solo se encendían algunas zonas: también se apagaban otras. Durante el sueño lúcido, la actividad en la banda beta, entre los 12 y los 30 hercios, disminuía en regiones del cerebro asociadas con la percepción del entorno, especialmente en la unión temporo-parietal derecha. Esta disminución podría ser una señal de que el cerebro, en lugar de aceptar sin más la realidad del sueño, la está cuestionando activamente: «¿Esto es real o es un sueño?».
Un estado de conciencia reforzada
Además, Demirel y sus colegas se encontraron con que en los sueños lúcidos aumentaba la conectividad funcional en la banda alfa, que va de los 8 a los 12 hercios, en contraste con lo que ocurre en estados alterados de conciencia, como los inducidos por sustancias psicodélicas, donde esta conectividad suele disminuir.
Esto sugiere que soñar lúcidamente no es perderse en la fantasía, sino todo lo contrario: es un estado de conciencia reforzada, donde el sentido del yo y la coherencia mental se mantienen muy activos.
Los investigadores también quisieron ver si la complejidad de la actividad cerebral —algo que suele estar ligado al nivel de conciencia— aumentaba durante el sueño lúcido.
Entropía y dimensión fractal
Para ello, midieron parámetros como la entropía y la dimensión fractal de las señales cerebrales. La primera mide el grado de desorden o aleatoriedad en una señal: cuanta más entropía, más impredecible es la actividad cerebral, lo que suele asociarse a estados de conciencia más elevados o más ricos.
Por su parte, la dimensión fractal es una medida de complejidad geométrica que usa para describir estructuras que no son simples ni totalmente caóticas, sino que tienen patrones muy intrincados, como los bordes de una nube o un árbol. En el cerebro, una mayor dimensión fractal suele indicar redes de actividad más complejas y organizadas.
En este sentido, lo curioso del ensayo fue que, aunque el estado de vigilia mostraba claramente más complejidad cerebral que cualquier otro tipo de sueño, no se encontraron diferencias importantes entre los sueños lúcidos y los sueños REM normales en este par de parámetros. Esto sugiere que la experiencia de lucidez, aunque profundamente transformadora a nivel subjetivo, produce cambios más específicos y localizados en el cerebro, más que una transformación global de su dinámica eléctrica.
Un cerebro que sueña lúcidamente despliega una complejidad fascinante: aunque la actividad global no se diferencia mucho del sueño REM normal, áreas específicas aumentan su conectividad y surgen patrones únicos de autoconciencia y control sobre el contenido del sueño. Imagen generada con Gemini
Un estado de conciencia intrincado
Una de las partes más fascinantes del estudio fue el análisis del momento exacto en que el soñador se daba cuenta de que estaba soñando. Observando los segundos antes y después de las señales oculares, se detectó un aumento progresivo de la actividad gamma que comenzaba en áreas visuales y se extendía hacia regiones más asociativas del cerebro, como las zonas frontales.
En otras palabras, el momento «¡Estoy soñando!» parece ser una expansión de la activación cerebral, primero desde la percepción hacia el pensamiento consciente.
Según explica Demirel, investigador principal del estudio,«esta investigación abre la puerta a una comprensión más profunda del sueño lúcido como un estado de conciencia intrincado». Demirel también destaca que los resultados «apuntan a la posibilidad de que la experiencia consciente pueda surgir desde el interior del propio sueño», lo que podría tener implicaciones enormes para nuestra forma de entender la conciencia.
Ni dormidos ni despiertos…
Hasta ahora, la ciencia ha tendido a ver el sueño y la vigilia como dos estados radicalmente distintos: o estamos dormidos y ajenos al entorno, o estamos despiertos y plenamente conscientes. Sin embargo, fenómenos como el sueño lúcido sugieren que esta división es más borrosa de lo que parece. Como afirma Demirel, «este trabajo ofrece una perspectiva que podría desafiar la visión tradicional binaria de sueño y vigilia en futuras investigaciones».
No se trata solo de un avance teórico. Comprender mejor cómo funciona el sueño lúcido podría abrir nuevas puertas en el tratamiento de trastornos del sueño, como las pesadillas crónicas, e incluso ayudar en el diseño de nuevas estrategias para explorar la mente humana en estados alterados de conciencia.
Además, el hecho de que la conciencia pueda surgir dentro del propio sueño plantea preguntas fascinantes sobre la naturaleza misma del yo y la realidad.
Sueños que refuerzan la conectividad cerebral
En palabras de Demirel, este estudio confirma que soñar de manera lúcida no es simplemente un juego mental: es un fenómeno real, complejo y profundamente revelador sobre cómo funciona nuestro cerebro.
No solo activa áreas específicas relacionadas con el lenguaje, la percepción y el autoconocimiento, sino que también refuerza la conectividad cerebral y muestra dinámicas únicas que lo distinguen tanto del sueño común como de la vigilia.
Gracias a investigaciones como esta —basadas en grandes colaboraciones internacionales y metodologías cada vez más precisas—, el sueño lúcido se consolida como un campo de estudio clave para desentrañar los misterios más profundos de la conciencia humana.
Quizá, mientras soñamos conscientemente, estemos explorando uno de los límites más fascinantes entre la mente y la realidad. ▪️
Fuente: Çağatay Demirel et al. Electrophysiological correlates of lucid dreaming: sensor and source level signatures. bioRxiv (2025). DOI: https://doi.org/10.1101/2024.04.09.588765