Descubren en Taiwán un pariente humano perdido en el tiempo

Bajo el mar, frente a Taiwán, ha aparecido la mandíbula de un hominino que no pertenece a nuestra especie y que arroja nueva luz sobre la expansión de los misteriosos denisovanos por el Sudeste Asiático.

Por Enrique Coperías

Este es el aspecto de la mandíbula de denisovano hallada en Taiwán y cuya historia podría reescribir el mapa de la evolución en Asia

Este es el aspecto de la mandíbula de denisovano hallada en Taiwán y cuya historia podría reescribir el mapa de la evolución en Asia. Crédito: Chun-Hsiang Chang / Jay Chang

Un nuevo descubrimiento en la región del canal de Penghu, cerca de Taiwán, está revolucionando nuestro conocimiento sobre los denisovanos, un grupo extinto de humanos arcaicos.

Aunque hasta ahora solo se habían identificado restos de este grupo en Siberia y el Tíbet, un reciente análisis de proteínas antiguas ha confirmado que una mandíbula fósil, conocida como Penghu 1, perteneció a un varón denisovano.

Este hallazgo, que es recogido por la revista Science, no solo amplía el rango geográfico conocido de estos homínidos, sino que también aporta nuevos datos sobre su anatomía, su diversidad genética y su adaptación ambiental.

¿Quiénes eran los denisovanos?

Los denisovanos fueron identificados por primera vez en 2010 gracias al análisis de ADN extraído de un hueso del dedo hallado en la cueva de Denisova, en el sur de Siberia. A partir de esos restos, se descubrió que estos homininos constituían un grupo hermano de los neandertales, del que se separaron hace más de 400.000 años.

Aunque el ADN de los denisovanos ha dejado huella en poblaciones humanas actuales, como algunos pueblos de Oceanía y el sudeste asiático, hasta ahora los fósiles atribuidos con certeza a ellos eran muy escasos. Esto indica que, en algún momento de su historia, los denisovanos se cruzaron con humanos modernos que salían de África y se expandían por Asia.

De hecho, fuera de la cueva de Denisova, solo se había confirmado la presencia de denisovanos en un yacimiento en el Tíbet: la cueva de Baishiya, donde se identificó una mandíbula (Xiahe 1) y una costilla (Xiahe 2) mediante análisis de proteínas. Otros restos en Asia se han sospechado como Denisovanos por su morfología, pero sin pruebas moleculares directas.

El hallazgo submarino de Taiwán

La mandíbula conocida como Penghu 1 fue hallada accidentalmente durante actividades de pesca en el canal de Penghu, en el oeste de Taiwán, a unos 60-120 metros de profundidad. Esta zona formaba parte del continente asiático durante los periodos glaciales, cuando el nivel del mar era más bajo.

Aunque el fósil no pudo datarse directamente con métodos tradicionales, como es el caso de la datación por radiocarbono o uranio, los expertos estiman que tiene entre 10.000 y 190.000 años.

Su robusta forma mandibular y características dentales ya habían despertado el interés de los científicos, quienes sospechaban que podía tratarse de un denisovano, pero faltaban pruebas moleculares que lo confirmaran.

Tecnología al servicio de la paleoantropología

Dado que los intentos anteriores de extraer ADN antiguo de Penghu 1 fracasaron, el equipo optó por una técnica más innovadora: la paleoproteómica. Esta disciplina permite analizar proteínas fósiles más estables que el ADN, para obtener información genética.

Los investigadores extrajeron una cantidad de proteínas antiguas de apenas 25 miligramos de la mandíbula fósil y del esmalte de un molar. Gracias a un riguroso protocolo que minimiza la contaminación moderna, los investigadores lograron identificar 4.241 fragmentos de aminoácidos pertenecientes a 51 proteínas diferentes.

De estos, dos variantes genéticas específicas fueron idénticas a las halladas previamente en otros restos denisovanos: una en la ameloblastina (AMBN) —una glicoproteína específica de los dientes— y otra en la cadena alfa-2 del colágeno tipo I (COL1A2), que representa el 90% de todo el colágeno presente en el cuerpo humano.

Ambas variantes son extremadamente raras en los humanos modernos, pero se encuentran en poblaciones con alto grado de herencia denisovana, como las filipinas. Además, se descubrieron otras tres variantes interesantes, una de ellas exclusiva de Penghu 1, lo que apunta a una cierta diversidad genética dentro del grupo denisovano.

Más que un fósil: claves para la evolución humana

Por otra parte, el análisis de la amelogenina, una proteína hidrofóbica producida por los ameloblastos durante el desarrollo del esmalte dental y que existe en dos formas según el sexo —en los cromosomas X y Y—, permitió determinar que Penghu 1 era un varón. Esta identificación se basa en la detección de la isoforma AMELY, que solo se expresa en individuos masculinos.

Este fósil aporta nuevas perspectivas sobre la distribución, adaptación y morfología de los denisovanos. En primer lugar, amplía significativamente el área geográfica en la que sabemos que vivieron, y los sitúa más de 4.000 km al sureste de la cueva de Denisova y a 2.000 km al sur de Xiahe, lo que refuerza la idea de que este grupo se extendió ampliamente por Asia Oriental.

Además, su presencia en un clima cálido y húmedo sugiere que los denisovanos eran sorprendentemente versátiles desde el punto de vista ecológico. Mientras que la región de Denisova es continental y fría y la de Xiahe es de alta montaña, el entorno de Penghu era más templado, lo que implicaría una capacidad adaptativa notable.

ecreación de un denisovano caminando en una zona boscosa del entorno de Penghu, en Taiwán, una zona menos fría y de menor altitud que la que habitaban sus congéneres de Siberia o el Tíbet.

Recreación de un denisovano caminando en una zona boscosa del entorno de Penghu, en Taiwán, una zona menos fría y de menor altitud que la que habitaban sus congéneres de Siberia o el Tíbet. Ilustración: Cheng-Han Sun

Su físico, un enigma

En cuanto a la anatomía, Penghu 1 comparte rasgos con otros restos atribuibles a los denisovanos: mandíbula baja y gruesa, dientes grandes y raíces dentales robustas, especialmente en los molares. Estos elementos difieren marcadamente de los neandertales, que poseían mandíbulas más gráciles y dientes más pequeños, lo que refuerza la idea de que se trataba de dos linajes humanos diferentes que coexistieron en Eurasia durante el Pleistoceno.

Hay que decir que el perfil físico de los denisovanos del Pleistoceno sigue siendo un misterio parcial. Sin embargo, los pocos restos fósiles hallados, junto con el análisis de proteínas y ADN, sugieren que eran robustos, con mandíbulas fuertes y dientes grandes.

Un aspecto interesante es que todos los denisovanos identificados molecularmente hasta ahora (los molares Denisova 4 y 8, Xiahe 1 y Penghu 1) son varones. Esto deja en el aire y sin resolver la pregunta de si los rasgos robustos de sus mandíbulas son sexuales, es decir, propios de los machos) o si representan una característica general de la especie. Para resolverlo, será necesario hallar más fósiles denisovanos, especialmente de mujeres.

Una evolución compleja y ramificada

Este nuevo hallazgo en Taiwán refuerza la noción de que la evolución del género Homo fue mucho más compleja y ramificada de lo que se pensaba. En los últimos años han surgido otros ejemplos de esta diversidad, como son los casos del Homo floresiensis, en Indonesia; el Homo luzonensis, en Filipinas; y el Homo naledi, en Sudáfrica.

Los denisovanos representan una línea evolutiva única dentro de ese mosaico, con una morfología dentognática, esto es, relacionada con dientes y mandíbula, muy distinta a la de otras especies humanas, incluida la nuestra. Estos rasgos no parecen ser vestigios primitivos, sino características desarrolladas tras su separación genética de los neandertales hace más de 400.000 años.

Podemos decir, a modo de colofón que la mandíbula Penghu 1 es mucho más que un fósil: resulta ser una pieza clave para entender cómo era, dónde vivía y cómo evolucionó este enigmático grupo de nuestros parientes prehistóricos. ▪️

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