Cómo el impacto humano en el mar de Aral está alterando el interior de la Tierra
La práctica desaparición del mar de Aral no solo ha convertido el paisaje en un desierto: ha hecho que el manto terrestre sobre el que reposaba el antiguo lecho marino se este elevando. Un nuevo estudio revela cómo este desastre ecológico está revelando secretos ocultos del manto terrestre.
Por Enrique Coperías
En los años 60 era el cuarto lago más grande del mundo. Hoy, gran parte del lecho marino del mar de Aral es un desierto llamado Aralkum; muchos barcos herrumbrosos decoran el ahora árido paisaje. Foto: Artem Asset
El mar de Aral, situado entre Kazajistán y Uzbekistán, fue en su día uno de los lagos más grandes del planeta. Sin embargo, desde la década de 1960 ha perdido más del 90 % de su volumen debido a la intervención humana, principalmente por el desvío de los ríos que lo alimentaban con el fin de irrigar cultivos en regiones áridas.
Lo que parecía un desastre ecológico de escala local podría tener, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Geoscience, implicaciones profundas en la dinámica interna del planeta Tierra.
Un equipo internacional de geólogos ha descubierto que la desecación del mar de Aral ha provocado un levantamiento del terreno que ofrece información crucial sobre la estructura interna del manto terrestre.
Una oportunidad única para observar el interior de la Tierra
Gracias a tecnología satelital de alta precisión, han podido medir cómo se eleva la superficie en esa región, y han concluido que esta deformación no se puede explicar únicamente por una respuesta elástica del terreno, esto es, como si este fuera una goma que se estira y estira.
En cambio, los científicos observaron una respuesta más lenta y fluida del manto terrestre subyacente, lo que sugiere que la astenosfera, la capa del manto sobre la que flotan las placas tectónicas, es más débil de lo que se pensaba en el corazón del supercontinente euroasiático.
La estructura interna de la Tierra está compuesta por varias capas. Bajo la corteza terrestre, que es rígida y fragmentada, se encuentra el manto superior. Una parte de este, conocida como astenosfera, se comporta de forma más dúctil, como una plastilina extremadamente lenta. Esta capa es clave para el movimiento de las placas tectónicas, pero estudiarla directamente es casi imposible debido a su profundidad y complejidad.
Una elevación de hasta 10 milímetros por año
Aquí es donde entra en juego el mar de Aral, dicen los autores del estudio, encabezado por Teng Wan, de la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Espacio, en Universidad de Pekín (China). Cuando una gran masa de agua como esta desaparece, el peso sobre la litosfera disminuye, lo que genera una respuesta en las capas profundas del planeta.
Este fenómeno puede medirse mediante interferometría de radar de apertura sintética (InSAR) desde satélites, una tecnología que detecta con precisión milimétrica los cambios en la altitud de la superficie terrestre a lo largo del tiempo.
En este caso, los investigadores midieron un levantamiento del terreno de hasta 10 milímetros por año en la región que rodea el antiguo mar. Este patrón de deformación solo puede explicarse si asumimos que la astenosfera bajo la región es particularmente débil, mucho más de lo que los modelos geofísicos tradicionales habían previsto.
¿Qué significa que el manto es «débil»?
En geofísica, cuando se dice que una parte del manto terrestre es débil, no se refiere a su fragilidad, sino a su capacidad de deformarse lentamente bajo presión. En otras palabras, tiene una baja viscosidad, lo que permite que fluya a lo largo del tiempo geológico.
Los científicos usaron modelos viscoelásticos, que combinan propiedades elásticas —como una goma que se estira— y viscosas —como un líquido espeso que fluye—. Ajustando estos modelos a las observaciones satelitales, determinaron que la viscosidad efectiva del manto bajo el mar de Aral es de entre 4 y 7 × 10¹⁹ pascal-segundos.
Para poner esta cifra en perspectiva, significa que es millones de veces más viscoso que el alquitrán, pero aún así significativamente más fluido que el manto en otras regiones continentales.
Esta vista del satélite Proba-V de la ESA muestra todo lo que queda del mar de Aral, hoy convertido en una de las zonas de mayor desastre ecológico del planeta. Se ha reducido en lagos separados, rodeados por el desierto más joven de la Tierra. El mar de Aral fue en su día un gran lago sin salida al mar situado entre Kazajstán, al norte, y Uzbekistán, al sur, con una superficie dos veces la de Bélgica.
El impacto humano llega al manto terrestre
Este nivel de viscosidad es sorprendentemente bajo para una zona tan alejada de los bordes de placas tectónicas, donde normalmente se espera que la litosfera continental sea más gruesa y rígida. Este hallazgo sugiere que el interior de Eurasia tiene una estructura más compleja y dinámica de lo que se pensaba.
Uno de los descubrimientos más reveladores de este estudio es que las actividades humanas pueden provocar respuestas medibles en el interior del planeta. Aunque el impacto de la desecación del mar de Aral es localizado, demuestra que hay una conexión directa entre lo que hacemos en la superficie y cómo responde el manto terrestre.
Este tipo de datos es vital para mejorar nuestros modelos de predicción de fenómenos como terremotos, hundimientos del terreno y el rebote postglacial —el ascenso lento de la superficie terrestre que ocurre después de que desaparecen grandes capas de hielo, como las de la última glaciación—. Por ejemplo, el deshielo de Groenlandia y la Antártida también está provocando deformaciones en la corteza, lo que puede influir en el nivel del mar y en la sismicidad inducida.
¿Por qué justo en esta región?
Una pregunta natural que se han hecho los científicos es esta: ¿por qué el manto bajo el mar de Aral es tan blando? Aunque los autores no lo determinan con certeza, plantean varias hipótesis. Puede deberse a una litosfera más delgada, a variaciones en la temperatura o composición química del manto o a herencias tectónicas de eventos antiguos que han dejado huellas en la región.
Sea cual sea la causa, el descubrimiento refuerza la idea de que el manto terrestre no es homogéneo y que incluso en zonas alejadas de la actividad tectónica tradicional pueden existir anomalías profundas que afectan la superficie.
En palabras de Wan y su equipo, este estudio abre nuevas posibilidades para entender la dinámica del interior terrestre. Aunque la desaparición del mar de Aral ha sido una catástrofe ambiental y social, también ha ofrecido una oportunidad científica única: observar cómo la Tierra responde a la pérdida repentina de masa en la superficie.
Estos hallazgos podrían ayudar a cartografiar la viscosidad del manto en otras partes del mundo, lo que permitiría mejorar los modelos de evolución tectónica, deformación de placas y riesgos geológicos. Sin duda alguna, estamos aprendiendo que el planeta, aunque lento en su respuesta, reacciona al peso que le quitamos o le añadimos, y que nuestra influencia alcanza más hondo de lo que creíamos. ▪️
Fuente: Fan, W., Wang, T., Barbot, S. et al. Weak asthenosphere beneath the Eurasian interior inferred from Aral Sea desiccation. Nature Geoscience (2025). DOI: ttps://doi.org/10.1038/s41561-025-01664-w