¿Puede la tristeza de un padre cambiar el futuro de su hijo?
Cuando un papá sufre depresión, su tristeza puede dejar cicatrices invisibles en el desarrollo de sus hijos. Un nuevo estudio revela hasta qué punto esta realidad impacta su comportamiento y habilidades sociales.
Por Enrique Coperías
Los hijos de papás con síntomas depresivos mostraban más conductas desafiantes, mayor hiperactividad y un aumento de síntomas de TDAH en comparación con otros niños. Imagen generada con DALL-E
En la cultura popular, aunque cada vez menos, la imagen del padre es la de un hombre fuerte, protector y sereno. Desde anuncios de televisión hasta etiquetas de agua mineral, la figura del papá feliz se celebra y mitifica. Pero en la vida real, muchos padres también luchan contra sus propios demonios, y cuando su tristeza se convierte en depresión no tratada, sus hijos pueden sufrir las consecuencias durante años.
Así lo revela un estudio reciente dirigido por Krístine Schmitz, profesora de Pediatría en la Rutgers Robert Wood Johnson Medical School, junto a investigadores de las universidades de Princeton y Rider.
Publicado en el American Journal of Preventive Medicine, el trabajo muestra que la depresión paterna en el momento en que los hijos empiezan a ir a la guardería viene acompañada de un mayor riesgo de que el hijo padezca problemas de comportamiento y habilidades sociales reducidas a los nueve años de edad.
Papá está con «depre»
«Debemos considerar la depresión en ambos progenitores, no solo en las madres —afirma Schmitz en una nota de prensa de la Universidad Rutgers. Y añade—: La depresión es tratable, y para apoyar a toda la familia, los pediatras tienen que empezar a hablar también con los padres y desarrollar intervenciones específicas para ellos».
En Estados Unidos, entre el 8% y el 13% de los papás padecen algún tipo de depresión durante los primeros años de vida de sus hijos, una cifra que puede dispararse hasta el 50% si la madre también sufre depresión posparto.
Sin embargo, la mayoría de los estudios sobre el impacto de la salud mental de los padres en los hijos se han centrado exclusivamente en las madres o en la etapa inmediatamente posterior al nacimiento. Muy pocos investigadores han explorado los efectos de la depresión paterna más allá de los primeros meses o han evaluado su impacto en el comportamiento escolar de los niños.
El momento de ir a la guardería
Para llenar ese vacío, el equipo de Schmitz utilizó los datos del Future of Families and Child Wellbeing Study, un ambicioso estudio nacional que sigue a miles de niños nacidos en grandes ciudades de Estados Unidos entre los años 1998 y 2000. En este proyecto, los padres fueron evaluados para detectar síntomas de depresión cuando sus hijos tenían cinco años, y los maestros completaron evaluaciones de comportamiento cuando los niños llegaron a los nueve.
«Entrar en el jardín de infancia es un hito importante en el desarrollo —explica Schmitz. Y continúa—: Las adversidades a las que nos enfrentamos en ese momento pueden conducir a un menor compromiso y a comportamientos en la escuela primaria que pueden persistir o magnificarse en la adolescencia e incluso en la edad adulta».
Los investigadores analizaron los datos de 1.422 padres —de los cuales el 74% vivía con sus hijos al menos la mitad del tiempo—, y controlaron factores como el sexo del niño, el bajo peso al nacer, las características sociodemográficas, la convivencia de los padres, los ingresos familiares y la posible depresión materna.
Gracias a este enfoque riguroso, Schmitz y sus colegas pudieron trazar una conexión clara entre la depresión paterna y los problemas de conducta reportados por los maestros.
Más conductas oposicionistas, hiperactividad y agresividad
Los resultados son contundentes: los niños cuyos padres habían sufrido síntomas depresivos, como sentirse tristes, abatidos o sin interés por las actividades habituales, presentaban un 36% más de conductas oposicionistas, esto es, resistencia, desafío y oposición a las figuras de autoridad, las reglas y las normas; un 37% más de hiperactividad y un 25% más de síntomas de trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Hay que señalar que los investigadores no detectaron una relación significativa entre la depresión del padre con problemas de atención o cognitivos aislados.
En el ámbito social, las diferencias también fueron notables. Estos niños mostraban puntuaciones significativamente más bajas en cooperación, asertividad y autocontrol, pilares esenciales para la vida en grupo y el éxito escolar.
En general, sus habilidades sociales globales eran un 11% inferiores, mientras que los comportamientos problemáticos, como el aislamiento y la agresividad, eran un 25% más frecuentes.
La melancolía puede dificultar la crianza positiva
Más allá de las cifras, el estudio proporciona pistas sobre los mecanismos que podrían explicar este vínculo. La depresión puede dificultar la capacidad del padre para brindar apoyo emocional, ejercer una disciplina consistente o participar activamente en la vida diaria del niño.
Además, el estrés familiar y los conflictos en el hogar derivados del estado emocional del padre podrían crear un ambiente menos favorable para el desarrollo del pequeño.
«La depresión puede dificultar la crianza positiva y reducir el apoyo emocional disponible para los hijos —dice Schmitz. Y añade—: También puede generar conflictos familiares u otros tipos de estrés dentro del hogar, y afectar indirectamente al bienestar infantil».
Bajo la mirada de los profesores
Lo más innovador de este trabajo es que se basa en las observaciones de los maestros, no en informes de los propios padres, lo que según los autores del trabajo evita los sesgos derivados de la percepción alterada que pueden tener los padres deprimidos.
Los profesores, al observar a muchos niños en un entorno estructurado y social, proporcionan una visión más objetiva y comparativa del comportamiento infantil.
Aun así, los investigadores reconocen algunas limitaciones. Como en cualquier estudio observacional, no puede establecerse una relación causal definitiva. Además, no pudieron medir cuánto tiempo habían estado deprimidos los padres ni qué tipo de tratamiento habían recibido, si es que recibieron alguna terapia.
También es posible que algunos niños con conductas desafiantes influyeran en el estado de ánimo de sus padres, lo que puede generar una dinámica compleja.
Detrás de la imagen idealizada del papá feliz, muchos padres enfrentan depresiones no tratadas que impactan profundamente en la vida de sus hijos. Foto: Kelly Sikkema
Una llamada a los pediatras
No obstante, esta pediatra insiste en que los hallazgos apuntan a una conclusión clara: ignorar la salud mental de los padres puede tener consecuencias importantes a largo plazo. Por tanto, sugiere que los pediatras deberían ampliar las prácticas de detección de depresión para incluir también a los padres, no solo a las madres, durante el posparto.
Actualmente, la detección de depresión paterna en los consultorios pediátricos es muy limitada. Schmitz y su equipo proponen integrar evaluaciones periódicas que permitan identificar padres en riesgo y ofrecerles apoyo temprano. «Si intervenimos pronto, podemos mejorar no solo el bienestar de los padres, sino también el de sus hijos», asegura Schmitz.
La investigadora también subraya la importancia del ejemplo que dan los papás a sus hijos: «Como padres, podemos enseñar que cuando estamos pasando por un mal momento, buscamos ayuda. Ese es un aprendizaje que los niños conservarán toda la vida».
Los hombres no lloran…
Además del abordaje clínico, sería importante implementar programas escolares que refuercen habilidades sociales, manejo emocional y resolución de conflictos para los niños expuestos a estas situaciones.
Esto podría ayudar a mitigar los efectos de la depresión parental y ofrecer a los pequeños más herramientas para su desarrollo personal y académico.
Finalmente, el estudio abre la puerta a un cambio cultural más amplio. Hasta ahora, las campañas de sensibilización sobre salud mental parental se han centrado casi exclusivamente en las madres. Visibilizar que los padres también necesitan apoyo emocional —y que pedir ayuda no los hace menos fuertes— es un paso necesario para mejorar el bienestar de las familias.
Las normas tradicionales de masculinidad, que promueven la competitividad, el dominio, la agresión, la evasión de la feminidad y el estoicismo, aumentan sobremanera el riesgo de desarrollar problemas de salud mental. Al mismo tiempo, estas normas reducen la probabilidad de manifestar abiertamente síntomas depresivos típicos como la tristeza y la desesperanza, lo que dificulta su detección.
La importancia de la detección precoz
Además, una adhesión rígida a los ideales de masculinidad tradicional se asocia con una menor búsqueda de apoyo emocional y psicológico y con un mayor riesgo de conducta suicida.
Por otro lado, la depresión paterna se ha vinculado a un mayor consumo problemático de alcohol, bajo nivel de apoyo social, deterioro en la calidad del vínculo padre-hijo y mayores conflictos de pareja. Estos factores, en conjunto, incrementan el riesgo para la salud física y emocional del padre, de su pareja y del bebé.
Y hay que decir que la depresión no distingue entre madres y padres, y su impacto tampoco. Dar visibilidad a la salud emocional de los padres, fomentar la detección precoz y ofrecer intervenciones accesibles podría marcar la diferencia para miles de niños que merecen crecer en entornos más estables, seguros y afectivos, advierte Schmitz.
En palabras de esta pediatra, este trabajo subraya un mensaje potente: atender la tristeza de un padre puede ser una inversión en el futuro de sus hijos. Un padre que reconoce su sufrimiento y busca apoyo no solo sana para sí mismo, sino que también enseña a sus hijos el valor de cuidar su salud mental. Una lección que, como dice Schmitz, puede acompañarlos durante toda la vida. ▪️
Información facilitada por la Universidad Rutgers
Fuente: Schmitz, Kristine et al. Paternal Depression at Kindergarten Entry and Teacher-Reported Behavior at Age 9 Years. American Journal of Preventive Medicine (2025). DOI: 10.1016/j.amepre.2025.01.017