Descubren un nuevo color que jamás habíamos visto: se llama «olo» y es un azul verdoso «imposible»

Gracias a una tecnología pionera, cinco personas han visto por primera vez un color que no existe en la naturaleza. Se llama «olo» y podría revolucionar nuestra forma de entender la visión humana.

Por Enrique Coperías

Los científicos han logrado que nuestras retinas vean un vívido tono azul verdoso nunca antes contemplado de forma natural y que ha sido bautizado como olo. Imagen generada con DALL-E

Imagínate poder ver un color que nadie había visto jamás. Un color tan vibrante y tan puro que no encaja en ninguna paleta natural de la visión humana. Esto, que suena a fantasía, ya es una realidad gracias a un innovador dispositivo desarrollado por científicos de la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de Washington. Su nombre: Oz.

Hasta ahora, todo lo que vemos en color depende de la manera en que tres tipos de células en nuestra retina —los conos S, M y L— absorben la luz: los S son sensibles a las longitudes de onda cortas, es decir, a la luz azul; los M, a las longitudes de onda medias, asociadas a la luz verde; y las L, sensibles a las longitudes de onda largas, correspondientes a la luz roja.

En otras palabras, cada tipo de cono es sensible a diferentes rangos del espectro: el azul, el verde y el rojo. Siempre que percibimos un color, nuestro cerebro está interpretando una combinación de señales provenientes de varios tipos de conos a la vez. Especialmente en la región azul-verde del espectro, donde las sensibilidades de los conos M y L se superponen.

Un nuevo color nunca antes percibido

Esto significa que en condiciones naturales, nunca estimulamos un solo tipo de cono de manera aislada en esa zona del espectro. Pero Ren Ng, investigador en la Universidad de California, se preguntó: ¿qué pasaría si consiguiéramos activar solamente los conos M, sin tocar los demás? ¿Qué color veríamos?

Inspirándose en un primer prototipo llamado también Oz, que permite estimular conos individuales con láseres, Ng y su equipo han mejorado la tecnología. El nuevo sistema puede apuntar pulsos de luz ultrafinos a una pequeña región de la retina, y estimular aproximadamente mil conos M de forma precisa, mientras el otro ojo permanece cerrado.

El resultado: un nuevo color, nunca antes percibido. Los voluntarios, cinco personas que participaron en el experimento, describieron haber visto un azul verdoso intensísimo, que bautizaron como olo. Ng, que también se sometió a las pruebas, lo resume con entusiasmo: «Es difícil de describir; es extremadamente brillante».

Un truco de magia óptica, pero real

Ver para creer, pensarás. Por eso, los investigadores realizaron pruebas de igualación de color. Cada participante veía dos cuadrados de luz: uno mostraba el color olo y el otro podía ajustarse mediante un dial para recorrer toda la gama de colores conocidos. ¿El resultado? Todos terminaron ajustando el segundo cuadrado hacia un verde azulado muy intenso, pero seguía sin igualar del todo a olo.

Además, cuando se les permitió añadir luz blanca para desaturar el color, todos los voluntarios necesitaron rebajar la intensidad de olo para conseguir un emparejamiento. Esto confirma que olo no solo es un color distinto, sino también más puro e intenso que cualquier color natural.

El truco detrás de Oz consiste en controlar no solo qué conos se estimulan, sino también cómo se estimulan, corrigiendo en tiempo real los pequeños movimientos involuntarios de los ojos, los llamados movimientos de fijación, que ocurren constantemente. Utilizando un láser de 543 nm, que normalmente estimularía tanto los conos L como los M, el sistema consigue apuntar selectivamente a los conos M, esquivando los demás.

Una puerta a nuevas terapias

Si el sistema falla, aunque sea ligeramente —por ejemplo, si el láser se desvía unos micrómetros y estimula conos vecinos— el milagro óptico desaparece: el color percibido vuelve a ser el del láser verde original. Esta precisión extrema convierte a Oz en mucho más que un experimento curioso: es un nuevo tipo de control visual a nivel celular.

Aunque la creación de olo es fascinante por sí misma, las aplicaciones de esta tecnología podrían ir mucho más allá. Andrew Stockman, investigador del University College London, subraya que este avance, además de ser «muy divertido», podría tener implicaciones médicas importantes.

En particular, Oz podría ayudar a las personas con daltonismo rojo-verde, la forma más común de deficiencia en la visión del color. Este tipo de daltonismo ocurre porque los conos M y L, responsables de detectar el verde y el rojo, respectivamente, reaccionan de manera muy similar a ciertas longitudes de onda, lo que dificulta la distinción entre ambos colores.

Si una tecnología como Oz pudiera estimular selectivamente un tipo de cono sobre otro, los pacientes podrían experimentar una gama de colores mucho más rica y diferenciada. Aunque esto todavía necesita ser probado en ensayos clínicos, las perspectivas son emocionantes.

Descripción general del principio y prototipo del sistema Oz.

Descripción general del principio y prototipo del sistema Oz. Cortesía: Science Advances

Más que un nuevo color: un nuevo entendimiento

El proyecto Oz no solo cambia los colores que podemos ver, sino también nuestra comprensión de cómo el cerebro interpreta la visión. Tradicionalmente, todas las pantallas, impresoras y sistemas de proyección han basado la reproducción del color en el principio de metamerismo espectral: mezclar luces de diferentes colores para engañar a nuestros ojos y simular otros tonos.

Oz rompe esa tradición al crear lo que podríamos llamar metamerismo espacial: manipula directamente la activación de los conos de manera individual, no a través de una mezcla de luces, sino a través de su ubicación y su tipo.

De hecho, el equipo demostró que con solo un tipo de luz —el láser de 543 nanómetros— podían generar toda una nueva gama de colores simplemente eligiendo cuidadosamente qué conos activar.

Retos técnicos y futuros desarrollos

A pesar del éxito de esta primera demostración, el sistema todavía se enfrenta a grandes retos técnicos. Actualmente, la zona estimulada es muy pequeña —en concreto, un cuadrado de apenas 0,9 grados de campo visual—y requiere que los participantes mantengan la mirada fija mientras sus pupilas están dilatadas.

Para ampliar Oz a una experiencia de campo amplio o permitir movimientos oculares naturales, sería necesario aumentar drásticamente la velocidad y precisión del seguimiento ocular, mejorar el enfoque óptico y procesar decenas de miles de estímulos por segundo.

El equipo de Ren Ng ya vislumbra futuras mejoras. Sueñan con versiones de Oz que permitan dibujar imágenes completas directamente sobre la retina, píxel a píxel, abriendo caminos hacia una realidad virtual radicalmente diferente, mucho más inmersiva y rica que la que conocemos hoy.

El cerebro: un aliado inesperado

Quizá uno de los hallazgos más sorprendentes del experimento fue cómo el cerebro humano se adapta rápidamente a estas señales visuales inéditas.

Aunque nunca antes había recibido un estímulo equivalente a la activación aislada de conos M en esta parte del espectro, el cerebro no solo aceptó la información, sino que creó una experiencia de color coherente y brillante. Esto refuerza la idea de que nuestra percepción es mucho más flexible de lo que tradicionalmente se pensaba.

Este fenómeno también abre una ventana a investigaciones futuras sobre la plasticidad cerebral. Los científicos del estudio se preguntan si podríamos entrenar nuestro cerebro para percibir colores aún más diversos si manipulamos la estimulación de los conos de manera sistemática o si seríamos capaces incluso de diseñar experiencias visuales totalmente nuevas para personas que han perdido parte de su visión.

Más allá del arcoíris

Con la creación de olo, Ren Ng y su equipo no solo han añadido un nuevo color a nuestro vocabulario visual: han abierto una puerta a un mundo en el que la percepción humana puede ser ampliada, modificada y enriquecida. En palabras de los propios investigadores, el sistema Oz representa una nueva forma de entender y programar la primera capa del sistema visual humano: la retina.

Es un primer paso, pero uno gigantesco. Hoy, cinco personas han visto un color que nadie más ha contemplado jamás. Mañana, quizá todos podamos ver un mundo con matices que ni siquiera podemos imaginar hoy.

Y lo más emocionante es que esto es solo el principio.

  • Fuente: James Fong et al. Novel color via stimulation of individual photoreceptors at population scale. Science Advances (2025). DOI: 10.1126/sciadv.adu1052

Siguiente
Siguiente

¿Puede la tristeza de un padre cambiar el futuro de su hijo?