¿Por qué algunas personas disfrutan más de la música que otras? La respuesta podría estar en los genes
¿Por qué una canción puede emocionarte hasta llorar mientras a otros les deja indiferentes? ¿Por qué a unas personas les gusta más la música que a otras? Un nuevo estudio revela que el secreto podría estar escrito en tus genes.
Por Enrique Coperías
El placer que sentimos al escuchar música tiene una base genética significativa, y sus distintas formas están influenciadas por rutas genéticas parcialmente distintas, según revela un estudio reciente. Foto: Anthony DELANOIX
La música forma parte esencial de la experiencia humana. Nos emociona, nos une, nos hace movernos o llorar. Está presente en todas las culturas y épocas. Pero ¿por qué nos gusta tanto? ¿Y por qué algunas personas parecen disfrutarla mucho más que otras?
Estas preguntas han fascinado a científicos —y a figuras como Charles Darwin— durante generaciones. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications aporta una respuesta sorprendente: parte de nuestra sensibilidad al placer musical está inscrita en nuestros genes.
Un equipo internacional liderado por investigadores del Instituto Max Planck de Psicolingüística (Países Bajos), en colaboración con el Instituto Karolinska (Suecia) y el Instituto Max Planck de Estética Empírica (Alemania), ha llevado a cabo un amplio estudio con más de 9.000 gemelos suecos.
Música, emociones y herencia genética
Su conclusión principal: el disfrute de la música es heredable en un grado notable, y distintos aspectos del placer musical están relacionados con vías genéticas en parte independientes.
La música, como decía Darwin, es uno de los grandes misterios de la naturaleza humana. Nos conmueve sin necesidad de palabras, nos conecta con otros y da forma a nuestras emociones. El autor principal del estudio, Giacomo Bignardi, resume el objetivo de la investigación con una pregunta clave: «¿Pueden las diferencias genéticas entre personas explicar por qué algunos disfrutan más de la música que otros?».
La respuesta, al parecer, es sí. Utilizando un enfoque clásico en genética conductual —el estudio de gemelos—, los científicos compararon a gemelos (que comparten prácticamente todo su ADN) con mellizos (que comparten solo la mitad). Así, pudieron calcular cuánto del placer musical está influenciado por la genética, y cuánto por el entorno.
Una sensibilidad con base genética
Los participantes completaron el Barcelona Music Reward Questionnaire (BMRQ), que evalúa cinco dimensiones del disfrute musical: evocación emocional, regulación del estado de ánimo, búsqueda de nueva música, placer en el movimiento (como bailar) y recompensa social (el disfrute de compartir música con otros). Además, se midieron sus capacidades perceptivas musicales (discriminación de ritmo, tono y melodía) y su sensibilidad general a recompensas.
El resultado más llamativo es que un 54% de la variabilidad entre individuos en cuanto a sensibilidad musical puede explicarse por diferencias genéticas. Es decir, más de la mitad de lo que determina cuánto disfrutamos de la música está influido por nuestros genes. Pero los investigadores fueron más allá: demostraron que esta influencia genética es, en su mayoría, independiente de otras habilidades como la percepción musical o la respuesta a otras recompensas, como la comida o el dinero.
Esto quiere decir que no disfrutamos la música solo porque tengamos buen oído o seamos sensibles al placer en general. Hay algo específico en nuestra biología que nos predispone, en mayor o menor medida, a que la música nos provoque emociones intensas o nos haga sentir más conectados con los demás.
Según el nuevo estudio, un 54% de las diferencias individuales en sensibilidad musical se deben a factores genéticos. Foto: Eric Nopanen
Disfrute musical: no es una sola cosa
Otra de las aportaciones clave del estudio es que el placer musical no es un fenómeno unitario. En realidad, diferentes aspectos del disfrute de la música —como emocionarse, relajarse con música, o bailar al ritmo— tienen bases genéticas parcialmente distintas.
No existe un gen del gusto musical, sino múltiples factores genéticos que intervienen de forma diferenciada en cada faceta.
Por ejemplo, el placer social derivado de la música, como tocar y cantar con otros, mostró una relación genética especialmente fuerte con las capacidades perceptivas musicales, más que otras dimensiones como la búsqueda musical o la regulación del ánimo.
Esto sugiere que el disfrute musical con fines sociales podría tener raíces evolutivas particulares. De hecho, refuerza hipótesis como la de la música como herramienta de cohesión social.
Genes, entorno y personalidad musical
Aunque los genes juegan un papel importante, el entorno también cuenta. Un 46% del disfrute musical se atribuye a factores ambientales no compartidos, es decir, a experiencias únicas de cada individuo. Curiosamente, el entorno compartido entre gemelos, como crecer en la misma casa, no tuvo un impacto significativo en la edad adulta.
Esto podría deberse a que el gusto musical se moldea más por vivencias personales, exposiciones culturales individuales o decisiones propias que por la educación familiar.
Asimismo, los investigadores no encontraron una sola vía genética que explique todas las facetas del disfrute musical, sino una red compleja y parcialmente compartida. Esto se alinea con la visión actual de la musicalidad como una constelación de capacidades interconectadas, sin un único origen ni jerarquía.
Un 46% del disfrute musical se atribuye a factores ambientales no compartidos, es decir, a experiencias únicas de cada individuo. Foto: Kobe Subramaniam
Implicaciones futuras: genética, emociones y cultura
Este estudio no solo avanza en la comprensión científica del placer musical, sino que abre la puerta a nuevas investigaciones. Comprender qué partes del genoma están más implicadas en nuestra capacidad de disfrutar la música podría ayudarnos a entender mejor otros aspectos de la emoción humana y el placer estético.
Además, podría aportar claves sobre condiciones como la anhedonia musical —cuando una persona no experimenta placer al escuchar música— y ayudar a personalizar enfoques terapéuticos o educativos relacionados con la música.
En palabras de Bignardi, «estos hallazgos sugieren un panorama complejo, donde diferentes diferencias en el ADN contribuyen a distintos aspectos del disfrute musical».
Investigar qué regiones del ADN influyen más en esta capacidad podría arrojar luz sobre una de las facultades humanas que más intrigaba a Darwin, y que sigue fascinándonos hoy.
En resumen, el estudio demuestra que el placer musical no es solo fruto de la educación o el gusto personal, sino también de nuestra biología. La música, ese lenguaje universal que despierta nuestras emociones más profundas, parece tener raíces tan antiguas y profundas como nuestra propia herencia genética. ▪️
Información facilitada por el Max Planck Institute for Psycholinguistics
Fuente: Bignardi, G., Wesseldijk, L. W., Mas-Herrero, E. et al. Twin modelling reveals partly distinct genetic pathways to music enjoyment. Nature Communications (2025).DOI: https://doi.org/10.1038/s41467-025-58123-8