Identificada una región cerebral clave para controlar la agresividad
Un estudio revela que la amígdala cortical posterolateral del cerebro es clave en la transición de la interacción social a la agresión en ratones, lo que abre nuevas vías para comprender la neurobiología del comportamiento agresivo de los mamíferos, incluido el ser humano.
Por Enrique Coperías
Desde una perspectiva psicológica, trastornos como el trastorno de conducta, la psicopatía o el trastorno explosivo intermitente pueden aumentar la probabilidad de comportamientos violentos, al igual que experiencias traumáticas, altos niveles de estrés o una baja tolerancia a la frustración. Foto: Some Tale
Cada año más de 1,3 millones de personas mueren por causas violentas en el mundo, lo que representa aproximadamente el 2.5% de todas las muertes globales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). De estas, alrededor del 75% son homicidios y el resto se deben a conflictos armados y otros tipos de violencia. Y una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual a lo largo de su vida.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), más del 23% de los trabajadores han experimentado algún tipo de violencia psicológica o acoso laboral. Y en el ámbito educativo, el bullying afecta a más del 30% de los estudiantes en el mundo, según la UNESCO.
Las conductas agresivas en la sociedad moderna abarcan la violencia física, verbal, psicológica y digital, como el ciberacoso, y están influenciadas por factores biológicos, psicológicos y sociales. En el ámbito social y cultural, la desigualdad económica, la polarización política y la exposición a la violencia en los medios han incrementado la agresión cotidiana, con el anonimato en redes sociales facilitando la violencia verbal y psicológica.
Un punto de violencia en la amígdala
Desde una perspectiva psicológica, trastornos como la psicopatía o el trastorno explosivo intermitente, junto con el estrés o las experiencias traumáticas, pueden aumentar los comportamientos violentos. A nivel biológico, el cerebro, en particular la amígdala, el hipotálamo y la corteza prefrontal desempeñan un papel clave en la impulsividad y la regulación de la agresión, mientras que hormonas como la testosterona y el cortisol afectan la predisposición a la agresión.
Un reciente estudio publicado en Nature ha identificado una región clave en el cerebro de los ratones que regula la agresividad y la interacción social. Se trata de la amígdala cortical posterolateral (COApl), una estructura que forma parte del sistema olfativo y que juega un papel crucial en la transición entre interacciones sociales exploratorias y comportamientos agresivos en mamíferos.
«La agresión es un comportamiento muy persistente y de gran importancia en todo el reino animal —ha declarado el autor del estudio, Antonio Aubry, instructor de la Facultad Icahn de Medicina en Monte Sinaí (Estados Unidos). Y añade—: Por tanto, el estudio de la neurobiología de la agresividad tiene el potencial de descubrir principios generales sobre la relación entre el cerebro y la conducta en un gran número de especies».
¿Cómo se regula la agresividad en el cerebro?
Los hallazgos de este estudio no solo amplían el conocimiento sobre cómo se regulan los comportamientos agresivos en los animales, sino que también podrían ayudar a comprender la relación entre la agresión y diversos trastornos psiquiátricos en humanos, como la esquizofrenia, el trastorno de conducta y algunos tipos de trastornos del espectro autista.
En los ratones, el comportamiento agresivo se compone de dos fases bien definidas. La primera es la fase apetitiva, en la que el animal se acerca a su oponente y lo investiga mediante el olfato. La segunda es la fase consumatoria, donde se produce la agresión física a través de mordiscos, patadas y ataques directos.
Si bien se sabe que el hipotálamo y la amígdala desempeñan un papel crucial en la agresividad, hasta ahora no se conocía con exactitud qué región del encéfalo regula la transición entre la fase apetitiva y la consumatoria. La primera implica la búsqueda y aproximación al objetivo de la agresión, e incluye conductas de exploración e interacción inicial, como la observación y el olfateo en animales. Por su parte, la fase consumatoria, en cambio, es cuando ocurre la agresión en sí, con acciones como ataques físicos, mordiscos o golpes.
El papel de la COApl en la agresividad
Para tratar de resolver este enigma, el equipo de Aubry utilizó una técnica de análisis de correlación en la expresión del gen FOS, que se activa rápidamente en neuronas cuando estas han sido estimuladas, en todo el cerebro de ratones machos y hembras durante interacciones medidas por actos violentos.
Los resultados fueron sorprendentes: en los machos agresivos, se activaba de manera coordinada un grupo de regiones cerebrales que incluían el hipotálamo, la amígdala y áreas del córtex olfativo. Dentro de este grupo, la COApl emergió como un nodo central, altamente conectado con otras regiones del cerebro.
Uno de los descubrimientos más relevantes del estudio es que la actividad de la amígdala cortical posterolateral está directamente relacionada con la agresividad.
Olfato y respuesta
En palabras de Aubry, cuando los ratones pasan de investigar a otro animal a atacarlo, aumenta la actividad de una población de células que expresan el receptor 1 de estrógenos (ESR1). Y añade—: «Cuando inhibimos la actividad de las células que expresan ESR1 en el COApl, los ratones entablan más interacciones prosociales y menos agresiones».
Este hallazgo es clave, porque sugiere que el COApl no solo detecta señales olfativas de otros ratones, sino que también influye en la interpretación que hace el cerebro de estas señales y en la respuesta comportamental del animal.
Para comprobarlo, los investigadores utilizaron técnicas de optogenética y quimiogenética para manipular la actividad neuronal del COApl en ratones machos. Descubrieron que cuando estas neuronas eran inhibidas, los ratones no solo reducían su agresividad, sino que también aumentaban su interés por interactuar socialmente con otros individuos.
Implicaciones en la investigación de trastornos psiquiátricos
Aubry se quedó sorprendido de que la amígdala cortical posterolateral aumentara la interacción prosocial: «Se pensaba que inhibir la COApl disminuiría tanto la agresividad como la interacción social, porque esta región forma parte del sistema olfativo, que los ratones utilizan para detectar las señales odoríferas de otros ratones. Sin embargo, descubrimos que los ratones no tenían problemas para detectar la presencia de otros ratones».
Estos resultados sugieren que la COApl podría actuar como un filtro que determina cuándo una interacción social se transforma en agresión, ayudando al cerebro a diferenciar entre estímulos amenazantes y no amenazantes.
El impacto de estos descubrimientos va más allá de los ratones. En seres humanos, la agresión es un síntoma presente en numerosos trastornos psiquiátricos, y también puede generar secuelas psicológicas en las víctimas de agresiones. «Por lo tanto, una comprensión más profunda de la neurobiología de la agresión tiene el potencial de informar las intervenciones terapéuticas a través de muchos trastornos neuropsiquiátricos», dice Aubry.
Estos hallazgos podrían contribuir al desarrollo de nuevos tratamientos para personas con problemas de control de impulsos o agresión patológica, mediante la identificación de objetivos neuronales específicos en el cerebro.
¿Cómo el cerebro decide cuándo ser agresivo?
Los resultados del estudio sugieren que la agresión no es una simple respuesta instintiva, sino un comportamiento modulado por circuitos neuronales complejos que integran información sensorial y social.
Los investigadores encontraron que la amígdala cortical posterolateral proyecta sus conexiones hacia el hipotálamo ventromedial y la amígdala central, dos regiones conocidas por su papel en la regulación de la agresividad. Cuando inhibieron estas conexiones, se observó un patrón interesante:
✅ La inhibición del COApl → amígdala central redujo la agresión sin afectar la interacción social.
✅ La inhibición del COApl → hipotálamo ventromedial redujo la agresión y aumentó el comportamiento prosocial.
Esto indica que diferentes circuitos dentro del COApl pueden estar involucrados en la regulación de distintos aspectos de la conducta social y la agresión.
Conclusiones y futuras investigaciones
Este estudio es un gran paso adelante en la comprensión de la neurobiología de la agresividad. La identificación de la COApl como una región clave para la regulación de la agresión abre nuevas vías de investigación sobre cómo el cerebro procesa la información social y decide cuándo una interacción debe convertirse en un enfrentamiento, sugieren los autores del estudio en Nature.
Además, estos resultados podrían tener aplicaciones en la investigación de trastornos psiquiátricos relacionados con la agresión y el control de impulsos, como el trastorno de conducta y algunos tipos de trastornos del espectro autista.
«Nuestro estudio sienta las bases para entender mejor los mecanismos neuronales que subyacen a la percepción social y la selección de acciones en interacciones sociales», dice Aubry. Y concluye—: Comprender cómo los estados internos influyen en la percepción del entorno podría ser clave para desarrollar terapias innovadoras en el futuro». ▪️
Fuente: Aubry, A.V., Durand-de Cuttoli, R., Karpman, E. et al. A crucial role for the cortical amygdala in shaping social encounters. Nature (2025). DOI: https://doi.org/10.1038/s41586-024-08540-4