Qué dicen los fósiles de una vaca marina atacada por un cocodrilo y un tiburón tigre

Paleontólogos describen cómo una vaca marina prehistórica de Venezuela fue depredada no por uno, sino por dos carnívoros diferentes: un cocodrilo y un tiburón. El hallazgo ofrece pistas sobre los patrones de depredación de las criaturas antiguas y la cadena alimentaria en tiempos prehistóricos.

Por Taylor & Francis

Ilustración de una vaca marina, atacada por un cocodrilo.

Ilustración de una vaca marina, atacada por un cocodrilo. Crédito: Jaime Bran Sarmiento

Un nuevo estudio que describe cómo una vaca marina prehistórica fue presa no de uno, sino de dos carnívoros diferentes —un cocodrilo y un tiburón— ofrece nuevas pistas tanto sobre los patrones de depredación de criaturas antiguas como sobre la cadena alimentaria hace millones de años.

Los hallazgos, publicados en el Journal of Vertebrate Paleontology, constituyen uno de los pocos ejemplos de una criatura que fue presa de distintos animales durante el Mioceno temprano y medio, hace entre 23 y 11,6 millones de años.

Las marcas de depredación en el cráneo indican que la vaca marina, de la familia Dugongidae y perteneciente al extinto género Culebratherium, fue atacada primero por un cocodrilo y sirvió de carroña para un tiburón tigre (Galeocerdo aduncus) en lo que hoy es el noroeste de Venezuela.

Marcas de un intento de asfixia y de un «giro de la muerte»

Los visibles impactos dentales profundos concentrados en el hocico de la vaca marina sugieren que el cocodrilo primero trató de agarrar a su presa por el hocico en un intento de asfixiarla.

Otras dos incisiones grandes, con un impacto inicial redondo, muestran que el cocodrilo luego arrastró a la vaca marina y la desgarró. Las marcas en los fósiles con estrías y cortes indican que el cocodrilo probablemente ejecutó un giro de la muerte mientras agarraba a su presa, una maniobra subacuática utilizada por los cocodrilos, incluidos los modernos, para desmembrar presas de gran tamaño.

Un diente de tiburón tigre (Galeocerdo aduncus) encontrado en el cuello de la vaca marina, junto con las marcas de mordeduras de tiburón observadas en todo el esqueleto, muestran cómo los restos de la criatura fueron destrozados por los carroñeros.

El equipo de expertos de la Universidad de Zúrich y el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, así como de los institutos venezolanos Museo Paleontológico de Urumaco y la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, afirman que sus hallazgos se suman a la evidencia que sugiere que la cadena alimentaria, hace millones de años, se comportaba de manera similar a la actualidad.

Fósiles de dientes de tiburón tigre (Galeocerdo aduncus).

Fósiles de dientes de tiburón tigre (Galeocerdo aduncus). Cortesía: Diego Delso

«Hoy en día, a menudo, cuando observamos a un depredador en la naturaleza, encontramos el cadáver de una presa que demuestra su función como fuente de alimento también para otros animales; pero los registros fósiles de esto son más raros —explica el autor principal del trabajo, Aldo Benites-Palomino, del Departamento de Paleontología de Zúrich. Y añade—: No hemos estado seguros de qué animales podrían servir a este propósito como fuente de alimento para múltiples depredadores. Nuestras investigaciones anteriores han identificado cachalotes que sirvieron de carroña para varias especies de tiburones, y esta nueva investigación pone de relieve la importancia de las vacas marinas dentro de la cadena alimentaria».

Si bien la evidencia de interacciones en la cadena alimentaria no es escasa en el registro fósil, en su mayoría están representadas por fósiles fragmentados que exhiben marcas de significado ambiguo. Por lo tanto, diferenciar entre las marcas de depredación activa y los eventos de actividad carroñerra suele ser un desafío.

«Nuestros hallazgos constituyen uno de los pocos registros que documentan múltiples depredadores actuando sobre una sola presa, y, como tal, proporcionan una visión de las redes de la cadena alimentaria en esta región durante el Mioceno», dice Benites-Palomino.

Un cráneo parcial y dieciocho vértebras

El hallazgo del equipo se realizó en afloramientos de la Formación Agua Clara del Mioceno temprano a medio, en el sur de la ciudad de Coro, enVenezuela.

Entre los restos, encontraron un esqueleto fragmentado que incluye un cráneo parcial y dieciocho vértebras asociadas.

El profesor de Paleobiología Marcelo R. Sánchez-Villagra, coautor de la investigación, calificó el descubrimiento de «extraordinario», sobre todo por el lugar donde se descubrió, a cien kilómetros de anteriores hallazgos fósiles.

«Conocimos el yacimiento a través del boca a boca de un agricultor local que había observado unas rocas inusuales. Intrigados, decidimos investigar», explica Sánchez-Villagra, director del Instituto y Museo Paleontológico de Zúrich.

«Al principio, desconocíamos la geología del yacimiento, y los primeros fósiles que desenterramos eran partes de cráneos. Tardamos algún tiempo en determinar de qué se trataba: restos de vacas marinas, que tienen un aspecto bastante peculiar —dice Sánchez-Villagra. Y añade—: Consultando mapas geológicos y examinando los sedimentos de la nueva localidad, pudimos determinar la edad de las rocas en las que se hallaron los fósiles».

Un trabajo fino de restauración

En palabras de Sánchez-Villagra, «la excavación del esqueleto parcial requirió varias visitas al yacimiento. Conseguimos desenterrar gran parte de la columna vertebral y, dado que se trata de animales relativamente grandes, tuvimos que retirar una cantidad significativa de sedimentos».

«La región es conocida por las pruebas de depredación de mamíferos acuáticos, y un factor que nos permitió observar tales pruebas fue la excelente conservación de la capa cortical del fósil, que se atribuye a los sedimentos finos en los que estaba incrustado —comenta este paleontólogo. Y continúa—: Tras localizar el yacimiento de fósiles, nuestro equipo organizó una operación de rescate paleontológico; para ello, emplearon técnicas de extracción con protección total del encamisado».

«La operación duró unas siete horas, con un equipo de cinco personas trabajando en el fósil. La preparación posterior llevó varios meses, especialmente el meticuloso trabajo de preparación y restauración de los elementos craneales», concluye Sánchez-Villagra.▪️

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