Más de un tercio de la región ártico-boreal pasa de sumidero a fuente de dióxido de carbono

El Ártico, que durante milenios actuó como un sumidero de carbono, está cambiando. Un nuevo estudio demuestra que un tercio de sus ecosistemas ahora emiten más carbono del que absorben, impulsado por incendios y el deshielo del permafrost.

Por Enrique Coperías

Los hallazgos de un nuevo estudio se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que documentan cómo las reservas de carbono en las latitudes septentrionales están cambiando, y cuestionan el papel histórico de la región como sumidero de carbono. Foto de Till Daling

Tras milenios funcionando como un congelador de carbono para el planeta, los focos de emisiones regionales y los incendios forestales, cada vez más frecuentes en las latitudes septentrionales, han mermado significativamente la capacidad de almacenamiento de carbono en la región de permafrost (una capa de suelo que permanece congelada durante al menos dos años consecutivos, almacenando carbono y materia orgánica atrapados durante miles de años).

Así lo revela un nuevo estudio publicado en la revista Nature Climate Change.

Un equipo internacional liderado por el Woodwell Climate Research Center, en Estados Unidos, ha descubierto que un tercio (34%) de la zona ártico-boreal (ZBA)—que incluye tundras desarboladas, bosques boreales y humedales en las latitudes septentrionales del planeta—se ha convertido en una fuente de carbono para la atmósfera.

El porcentaje de áreas emisoras de CO₂ aumenta al 40%

Este balance combina la absorción de dióxido de carbono (CO₂) mediante la fotosíntesis y la liberación de CO₂ a través de la respiración de plantas y microorganismos. Al considerar las emisiones provenientes de incendios forestales, el porcentaje de áreas emisoras aumentó al 40%.

Estos hallazgos representan la evaluación más completa y actual sobre los flujos de carbono en la ZBA hasta la fecha. El análisis, basado en una biblioteca de datos de CO₂ cuatro veces mayor que los esfuerzos previos, abarca información recopilada en docientos puntos de estudio entre 1990 y 2020. Este enfoque captura tanto las dinámicas anuales como los recientes cambios climáticos y los regímenes de incendios, que han alterado el equilibrio de carbono en el norte.

«Nuestro objetivo era crear la imagen más detallada y actualizada del ciclo del carbono en el norte, lo que requería incorporar la creciente huella de carbono de los incendios en la región —explica Anna Virkkala, investigadora principal de la iniciativa Permafrost Pathways en Woodwell Climate y autora principal del estudio. Y añade—: Aunque encontramos que muchos ecosistemas septentrionales todavía funcionan como sumideros de carbono, las emisiones de las áreas emisoras y los incendios están contrarrestando gran parte de esta captación neta e invirtiendo tendencias que habían persistido durante siglos».

Balance medio de CO2 terrestre de 2001-2020 basado en una síntesis de mediciones de campo y modelos de aprendizaje automático. Cortesía: Greg Fiske / Woodwell Climate Research Center

El estudio proporciona un sólido registro de la respiración de las tierras septentrionales, y mide los gases que estas regiones emiten y absorben de la atmósfera. Estos datos se obtienen mediante torres y cámaras que monitorean los flujos de carbono, que recopilan información sobre el intercambio gaseoso entre la tierra y la atmósfera.

Posteriormente, se almacenan en una biblioteca integral denominada ABC Flux, que está dirigida por Virkkala. Este archivo integra mediciones puntuales con datos sobre clima, suelo y vegetación, lo que permite la creación de mapas detallados que muestran las exhalaciones e inhalaciones invisibles de la Tierra.

El estudio también rastrea los registros mensuales de las últimas tres décadas, lo que ayuda a entender las razones detrás de las tendencias observadas. Por ejemplo, aunque la captación de carbono ha aumentado en los veranos, se ha detectado una mayor liberación de carbono desde la tundra durante los meses fuera de la temporada de crecimiento.

Una mayor actividad microbiana en invierno

Una de las ventajas clave de este trabajo es su resolución relativamente alta—1 km x 1 km para el período 2001-2020—lo que permite a los investigadores mapear con precisión las zonas responsables de estas tendencias.

«Gracias a esta alta resolución, ahora podemos observar cómo de variable es el Ártico en términos de emisiones y captación de carbono —señala Sue Natali, coautora del estudio y líder de Permafrost Pathways en Woodwell Climate. Y continúa—: Esta variabilidad no sorprende, dado que el Ártico no es una región homogénea, sino una vasta extensión con ecosistemas y condiciones climáticas diversas. Ahora tenemos la capacidad de rastrear y mapear estos procesos con gran precisión».

En palabras de Marguerite Mauritz, profesora en la Universidad de Texas-El Paso y coautora del estudio, «estamos viendo cómo las estaciones de crecimiento más largas y una mayor actividad microbiana en invierno están modificando gradualmente las trayectorias del carbono. Esfuerzos colaborativos como este son fundamentales para comprender cómo los cambios estacionales y los patrones de perturbación pueden tener impactos tanto regionales como globales».

Balance medio de CO2 terrestre de 2001-2020 basado en una síntesis de mediciones de campo y modelos de aprendizaje automático.

Balance medio de CO2 terrestre de 2001-2020 basado en una síntesis de mediciones de campo y modelos de aprendizaje automático. Cortesía: Greg Fiske / Woodwell Climate Research Center

Los hallazgos de este estudio se suman a un creciente cuerpo de investigaciones que documentan cómo las reservas de carbono en las latitudes septentrionales están cambiando, y cuestionan el papel histórico de la región como sumidero de carbono.

Aunque el foco de este análisis fue el CO₂ terrestre, estudios recientes que cuantifican las emisiones de CO₂ y metano (CH₄) de lagos, ríos y humedales también han identificado a la región de permafrost como una fuente significativa de carbono.

Sin embargo, los resultados de escalabilidad pintan un panorama coherente: las tendencias en las latitudes del norte están cambiando, y un Ártico más cálido y verde no garantiza un mayor almacenamiento de carbono.

El reverdecimiento ha generado más biomasa susceptible a la combustión

Esto se debe, en parte, a que el aumento de las temperaturas ha intensificado las emisiones por deshielo del permafrost, mientras que el reverdecimiento ha generado más biomasa susceptible a la combustión. Por ejemplo, aunque el 49% de la ZBA mostró un reverdecimiento—con estaciones de crecimiento más largas y mayor vegetación que podrían aumentar la captación de carbono—solo el 12% de esas áreas presentó un incremento neto en la absorción anual de CO₂.

«El ciclo del carbono en la región de permafrost está cambiando —advierte Virkkala en un comunicado del Woodwell Climate Research Center. Y concluye—: Nuestro estudio actúa como una señal de alerta de cambios más profundos en el horizonte, y proporciona un mapa de las áreas que debemos monitorear de cerca en las próximas décadas». ▪️

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