Más allá del Coliseo: hallan la primera prueba física de combates entre fieras y gladiadores en la Britania romana

Un hallazgo sin precedentes constata que los gladiadores romanos no solo luchaban entre ellos, sino también contra leones reales en las arenas de Britania. Por primera vez, los huesos hablan más alto que los mitos.

Por Enrique Coperías

Recreación artística de un combate entre un gladiador romano y un león en plena arena, inspirada en el hallazgo arqueológico de York que revela la brutal realidad de los espectáculos con fieras en la Britania del Imperio romano.

Recreación artística de un combate entre un gladiador romano y un león en plena arena, inspirada en el hallazgo arqueológico de York que revela la brutal realidad de los espectáculos con fieras en la Britania del Imperio romano. Imagen generada con DALL-E

Durante siglos, las sangrientas luchas de gladiadores contra fieras salvajes en el mundo romano han alimentado tanto la imaginación popular como el interés académico. Mosaicos, esculturas e inscripciones han sido nuestras principales fuentes para reconstruir estas escenas de violencia ritualizada.

Sin embargo, hasta ahora, ninguna prueba física podía confirmar de forma concluyente que estas batallas también se libraran fuera del corazón del Imperio romano.

Eso ha cambiado gracias a un estudio reciente que ha sacado a la luz la primera evidencia osteológica directa de un combate entre un ser humano y una fiera en la antigua Britania. Se trata de un esqueleto encontrado en York —entonces Eboracum—, con marcas inconfundibles de mordeduras de un gran felino.

Esta investigación pionera, publicada en la revista científica PLOS ONE, ha sido dirigida por un equipo internacional de arqueólogos y osteólogos liderado por el profesor Tim Thompson, de la Universidad de Maynooth, en Irlanda.

«Durante años, nuestra comprensión del combate gladiatorio y los espectáculos con animales en el mundo romano se ha basado en textos históricos y representaciones artísticas —señala Thompson en un comunicado de su universidad. Y añade—: Este descubrimiento proporciona la primera evidencia física directa de que tales eventos ocurrieron en este periodo, lo que transforma nuestra percepción de la cultura del entretenimiento romana, especialmente en sus regiones más alejadas».

Un cementerio romano con historia

El esqueleto en cuestión fue hallado en Driffield Terrace, a las afueras del actual centro de York. Esta zona fue excavada entre 2004 y 2005, y tuvo como recompensa el afloramiento de un cementerio romano que contenía más de ochenta enterramientos, la mayoría datados entre los siglos I y IV de nuestro siglo. Lo que rápidamente llamó la atención de los arqueólogos fue que cerca del 70% de los esqueletos mostraban signos de decapitación, una proporción inusualmente alta incluso para los estándares romanos.

Los cuerpos pertenecían casi exclusivamente a varones adultos jóvenes, muchos con lesiones curadas o en proceso de curación típicas de quienes llevan a cabo combates frecuentes: fracturas en el rostro, manos y costillas. Además, estudios de isótopos y ADN revelaron que los individuos allí enterrados tenían orígenes muy diversos, desde la península escandinava hasta el norte de África.

Todo esto llevó a los investigadores a plantear que se trataba posiblemente de una familia gladiatoria, una agrupación de gladiadores profesionales que se desplazaba por las provincias romanas.

El individuo 6DT19: una víctima singular

El protagonista de este estudio es el individuo etiquetado como 6DT19, un varón de entre 26 y 35 años, con una altura aproximada de 1,72 metros y signos evidentes de haber sido decapitado por un corte certero desde atrás. Su cabeza, colocada al lado del cuerpo, sugiere que la decapitación no fue simplemente una práctica funeraria, sino un método de ejecución.

Sin embargo, lo más llamativo son las marcas en su pelvis: profundas hendiduras circulares y lineales que los investigadores identificaron como mordeduras de un gran animal.

Utilizando escáneres 3D de alta precisión, los expertos compararon estas lesiones con marcas de mordeduras documentadas en zoológicos contemporáneos de leones, tigres y leopardos. El resultado fue claro: las marcas coincidían con las dejadas por un gran felino, probablemente un león. Este análisis fue reforzado por pruebas forenses que descartaron otras causas posibles, como heridas de armas y daño post mortem.

Relieve de mármol donde aparecen un león y un gladiador en pleno combate.

Relieve de mármol donde aparecen un león y un gladiador en pleno combate. Fotografía: The Trustees of the British Museum

No solo mitología ni espectáculo lejano

Aunque hay representaciones de gladiadores mordidos por fieras en mosaicos y cerámicas, como las del norte de África o incluso algunas encontradas en la propia Britania, esta es la primera vez que se encuentra evidencia física que demuestra que una persona fue mordida por un gran carnívoro en este contexto. La novedad e importancia del hallazgo reside precisamente ahí: no es una suposición basada en arte o textos, sino un dato físico, medible y replicable.

«El hallazgo cambia las reglas del juego —afirma el profesor Thompson. Y añade—: No se trata solo de una curiosidad macabra, sino de una pieza clave en el rompecabezas de la vida y la muerte en la periferia del Imperio romano».

La investigación fue desarrollada por un consorcio de instituciones de prestigio, y la colaboración multidisciplinar, que combinó arqueología, osteología y tecnología forense avanzada, fue esencial para llegar a una conclusión tan sólida.

¿Combate de gladiador o carroñeo animal?

Aunque no se puede afirmar con certeza si la mordedura ocurrió durante un combate en la arena o después de la muerte del individuo, los investigadores consideran más probable que se tratara de un acto de carroñeo. Los leones suelen arrastrar a sus presas por las patas traseras, lo que coincide con la localización de las mordidas en la pelvis.

La presencia de tejido blando en el momento de la lesión refuerza la hipótesis de que el ataque fue perimortem.

Sin embargo, el hecho de que este contacto con el animal salvaje ocurriera en el contexto de un espectáculo público parece claro. Podría haberse tratado de una damnatio ad bestias, una forma de ejecución pública mediante fieras, común en el mundo romano. O quizás fue el trágico final de un gladiador herido y dejado a merced de la fiera como parte del espectáculo.

Lesiones en la espina ilíaca izquierda del esqueleto 6DT19 producidas por las mordeduras de un felino.

Lesiones en la espina ilíaca izquierda del esqueleto 6DT19 producidas por las mordeduras de un felino. Crédito: PLOS One (2025).

York, centro de poder y espectáculo

York no era una ciudad cualquiera en la Britania romana. Sede de una legión permanente y más tarde capital provincial, albergó incluso al emperador Septimio Severo y a sus hijos durante campañas militares. Aunque aún no se ha localizado su anfiteatro, parece seguro que debía existir.

Además, mosaicos romanos como el de la villa de Rudston, con escenas de fieras etiquetadas con nombres como Taurus Omicida y Leo Flammefer, refuerzan la idea de que las venationes —espectáculos de caza de animales salvajes que se celebraban en el anfiteatro o el circo en la Antigua Roma, dentro del contexto de los ludi o juegos romanos— no eran ajenas a la región.

Este descubrimiento también plantea interrogantes fascinantes sobre la logística imperial: ¿cómo llegó un león hasta York? ¿Qué red de transporte, alimentación y manejo animal se requería? Estas bestias, símbolo del poder romano, eran traídas desde África o Asia para ser exhibidas y enfrentadas en espectáculos donde la violencia se ritualizaba como prueba de supremacía imperial.

Repercusiones científicas y culturales

El hallazgo del gladiador 6DT19 no solo amplía el conocimiento sobre los espectáculos romanos en la Britania romana, sino que también impulsa nuevas líneas de investigación: desde la historia ambiental del imperio, hasta las rutas de comercio de animales exóticos. Además, da pie a reinterpretar otros restos arqueológicos e iconográficos a la luz de esta nueva evidencia.

Este esqueleto, mordido por un león hace casi 2.000 años, confirma algo que hasta ahora era solo una conjetura: que los espectáculos con fieras no eran exclusivos del Coliseo o de las grandes urbes imperiales, sino que también llegaban a las provincias más septentrionales.

En palabras del profesor Thompson, «este descubrimiento no solo habla de la violencia del pasado, sino también de la capacidad del Imperio romanopara extender su cultura, su propaganda y su dominio incluso a través de la muerte». ▪️

  • Información facilitada por la Universidad Maynooth

  • Fuente: T. J. U. Thompson, D. Errickson, Christine McDonnell, Malin Holst, Anwen Caffell, John Pearce, Rebecca L. Gowland. Unique osteological evidence for human-animal gladiatorial combat in Roman Britain. PLOS One (2025). DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0319847

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