Mito derribado: la ciencia descubre la causa de la mayoría de las mordeduras de tiburón
¿Y si muchos de los llamados «ataques de tiburón» no fueran en realidad ataques, sino actos de autodefensa? Un nuevo estudio cuestiona décadas de narrativa y pone el foco en la responsabilidad humana.
Por Enrique Coperías
Cada año se registran apenas un centenar de mordidas de tiburón en todo el mundo, y de ellas, solo un 10% son fatales. La mayoría de los ataques podrían explicarse como respuestas de defensa personal ante agresiones humanas, tanto intencionadas como involuntarias. Foto: Karen Zhang
Pocos animales despiertan tanta fascinación y temor como los tiburones. En el imaginario colectivo, son los grandes villanos del océano, depredadores implacables que acechan a los bañistas.
Esta imagen, fuertemente reforzada por los medios de comunicación y el cine, ha calado hondo, aunque se aleja bastante de la realidad. Las cifras hablan por sí solas: cada año se registran apenas un centenar de mordidas de tiburón en todo el mundo, y de ellas, solo un 10% son fatales.
Pero más allá de los datos, hay algo que rara vez se plantea: ¿por qué muerden los tiburones? ¿Y si muchas de estas mordidas no fueran ataques, sino simples reacciones defensivas? Un estudio reciente, publicado en Frontiers in Conservation Science, propone una interpretación revolucionaria. Según sus autores, muchas mordidas de tiburón podrían explicarse como respuestas de defensa personal ante agresiones humanas, tanto intencionadas como involuntarias.
Una nueva hipótesis que da la vuelta al relato
Dirigido por el investigador francés Eric Clua, especialista en tiburones y profesor en la Universidad PSL de París, el estudio parte de una idea sencilla pero poderosa: los tiburones, como cualquier otro animal, también reaccionan cuando se sienten amenazados.
«Mostramos que las mordidas defensivas de tiburones a humanos —una reacción ante una agresión humana inicial— son una realidad, y que el animal no debe ser considerado responsable cuando estas ocurren —explica Clua en un comunicado de Frontiers. Y añade—: Estas mordidas son simplemente una manifestación del instinto de supervivencia, y la responsabilidad del incidente debe ser reconsiderada».
La investigación se centra en la Polinesia Francesa, una región insular del Pacífico Sur que, desde 2006, es un santuario para los tiburones. Este territorio no solo alberga más de treinta especies de tiburones, sino que también cuenta con una amplia actividad humana en el medio marino, lo que lo convierte en un lugar ideal para estudiar las interacciones entre humanos y escualos.
Clasificando las mordidas: un enfoque etológico
Clua y su equipo recopilaron y analizaron más de ochenta años de registros, y prestaron especial atención al contexto en el que se produjeron las mordidas. Entre 1942 y 2023, se documentaron 137 casos en la región, de los cuales dieciséis fueron clasificados con alta probabilidad como mordidas defensivas.
Más específicamente, entre 2009 y 2023 —periodo con datos más fiables— se identificaron cuatro casos de este tipo sobre un total de 74 mordidas, lo que representa entre un 3 y un 5%.
Estas mordidas de tiburón tienen características comunes: ocurren como respuesta directa a una acción humana —percibida o real— que pone en peligro al tiburón. Pueden ser reacciones a prácticas como la pesca con arpón, la manipulación de tiburones para exhibición o muestreo científico y el acoso dentro del espacio territorial del animal.
Relatos que ilustran esta hipótesis
No hay señales de advertencia previas, como sí ocurre en otras situaciones; por ejemplo, cuando un tiburón se siente invadido y emite señales de estrés, como movimientos bruscos y posturas agresivas. En las mordidas defensivas, la respuesta es directa, inesperada, a veces repetida, y casi siempre no letal.
Uno de los casos más reveladores se dio en 2016, cuando dos pescadores practicaban pesca submarina en el atolón Makemo. Tras capturar un pez rodeados de tiburones grises del arrecife (Carcharhinus amblyrhynchos), uno de ellos disparó un arpón a un ejemplar que se acercaba, con la intención de asustarlo. Sin embargo, la herida provocó que el escualo reaccionara mordiendo en dos ocasiones a ambos buzos.
Esto les causó heridas graves que requirieron cirugía reconstructiva.
«Presentar siempre al tiburón como el agresor refuerza estereotipos dañinos y puede justificar represalias innecesarias, como la matanza indiscriminada de ejemplares tras un incidente», dice Eric Clua, especialista en tiburones. Foto: Karen Neri
Hasta los científicos sufren mordidas
Otro caso frecuente se da en el contexto de las trampas tradicionales de pesca. En muchas islas de la Polinesia, los pescadores deben entrar físicamente a estas trampas —grandes estructuras de piedra o malla metálica— para extraer los peces atrapados. No es raro que un tiburón también quede encerrado allí, atraído por los peces moribundos.
Los pescadores suelen intentar sacar al tiburón arponeándolo, lo que en ocasiones termina con una mordida del escualo, que reacciona ante el dolor y la amenaza.
Incluso acciones bienintencionadas pueden desencadenar estas respuestas violentas. En un tercer caso, un zoólogo intentó capturar manualmente un tiburón para tomarle muestras sin dañarlo. Al no inmovilizar correctamente al animal, este se giró y lo mordió. Las heridas fueron leves, pero el caso sirve para ilustrar cómo incluso una interacción no agresiva puede ser percibida como peligrosa por el animal.
Un patrón que también se observa en tierra
Los investigadores comparan estas mordidas de tiburón con las que producen otros animales salvajes cuando se sienten amenazados. Osos, aves grandes como los casuarios e incluso ciervos han atacado a seres humanos en circunstancias similares.
Estas respuestas defensivas suelen ser de baja letalidad, lo que también se cumple en el caso de los tiburones.
«No debemos olvidar que algunas especies de tiburones costeros, como el tiburón gris del arrecife, son particularmente territoriales y lo bastante osados como para tener contacto con seres humanos —señala Clua. Y añade—: Una mera intrusión en su espacio puede ser suficiente para provocar una reacción».
Una reacción desproporcionada, pero natural
En algunos casos, los tiburones pueden causar un daño mayor al que el ser humano realmente representaba. Esto, explica Clua, no debe interpretarse como venganza, sino como una activación inmediata del instinto de supervivencia. «Es altamente improbable que los tiburones integren la noción de venganza en su comportamiento. Son animales extremadamente pragmáticos respecto a su supervivencia», apunta el experto.
Para llegar a estas conclusiones, los autores analizaron datos del Global Shark Attack File, una base de datos con más de 6.900 mordidas de tiburón registradas desde 1863. Identificaron 322 casos potencialmente atribuibles a defensa propia, relacionados con actividades clasificadas como provocadas.
Esto representa un 4,6% del total, una cifra muy similar a la registrada en la Polinesia Francesa. Este hallazgo sugiere que las conclusiones del estudio podrían ser aplicables a otras regiones del mundo.
Los medios de comunicación suelen presentar a los tiburones como criaturas sanguinarias que atacan a los seres humanos sin motivo alguno. Cortesía: Eric E. G. Clua et al / Frontiers in Conservation Science
Recomendaciones para evitar estas mordidas
El mensaje del estudio es claro: si queremos evitar mordidas de tiburón, la clave está en no agredirlos, ni siquiera de forma involuntaria. Esto incluye los intentos de rescatar tiburones varados. Aunque parezca un gesto noble, para el animal puede ser una experiencia estresante e incluso dolorosa.
«No interactúes físicamente con un tiburón, incluso si parece inofensivo o está en apuros —advierte Clua. Y añade—: Podría en cualquier momento interpretar el contacto como una agresión y reaccionar en consecuencia. Son animales potencialmente peligrosos, y no tocarlos no solo es sensato, también es una muestra del respeto que les debemos».
Más allá de los datos científicos, el estudio plantea una cuestión crucial: la manera en que los medios de comunicación informan sobre estas situaciones. Usar sistemáticamente el término «ataque de tiburón» distorsiona la realidad, alimenta el miedo y perjudica los esfuerzos de conservación de tiburones.
«Presentar siempre al tiburón como el agresor refuerza estereotipos dañinos y puede justificar represalias innecesarias, como la matanza indiscriminada de ejemplares tras un incidente», subraya Clua.
El estudio de Clua y sus colegas nos invita a cambiar la forma en que entendemos a los escualos. No son monstruos, sino animales marinos que, como nosotros, reaccionan para protegerse. Reconocer que algunas mordidas son actos de defensa, y no ataques, nos ayuda a construir una relación más equilibrada y respetuosa con el océano. ▪️
Información facilitada por Frontiers
Fuente: Eric E. G. Clua, Thomas Vignaud & Aaron J. Wirsing. The Talion law “tooth for a tooth”: self-defense as a motivation for shark bites on human aggressors. Frontiers in Conservation Science (2025). DOI: https://doi.org/10.3389/fcosc.2025.1562502