La extracción de tierras raras en aguas profundas afecta a la vida marina durante décadas

La minería en el fondo del océano para la extracción de metales críticos podría dejar cicatrices ecológicas que duran décadas. Un nuevo estudio revela que la vida marina aún no se recupera 44 años después de una prueba experimental.

Por Enrique Coperías

Nódulos en el fondo del océano Pacífico.

Nódulos en el fondo del océano Pacífico. Foto del Centro Nacional de Oceanografía. Cortesía: National Oceanography Centre

La vida marina en las profundidades oceánicas puede tardar décadas en recuperarse del impacto de la minería de extracción de tierras raras en aguas profundas de los océanos, según revela una nueva investigación.

Un estudio publicado en la revista Nature revela que el sitio de una prueba de minería submarina realizada en 1979 en el Pacífico Norte aún muestra niveles reducidos de biodiversidad 44 años después, en comparación con zonas vecinas no perturbadas por esta actividad.

El estudio se llevó a cabo entre 2023 y 2024 a 5.000 metros de profundidad en el océano Pacífico, dentro de la zona Clarion-Clipperton. Esta región, ubicada aproximadamente a mitad de camino entre México y Hawái, es una vasta y profunda llanura abisal del fondo oceánico.

Tras el impacto ecológico de la minería de aguas profundas

La investigación fue liderada por científicos del Centro Nacional de Oceanografía de Southampton, en colaboración con el Museo de Historia Natural de Londres, el Servicio Geológico Británico, la Universidad Heriot-Watt de Edimburgo, el Comité Conjunto para la Conservación de la Naturaleza, la Asociación Escocesa de Ciencias Marinas de Oban, la Universidad de Liverpool, la Universidad de Plymouth y la Universidad de Southampton.

Todos forman parte del proyecto Seabed Mining and Resilience to Experimental Impact (SMARTEX), financiado por el Consejo de Investigación del Medio Ambiente Natural del Reino Unido. SMARTEX busca determinar el impacto ecológico de la minería de aguas profundas en el océano Pacífico central, centrada en la extracción de nódulos polimetálicos, ricos en metales raros o críticos como el cobalto, el manganeso y el níquel.

Hablamos de elementos esenciales para la fabricación de tecnologías modernas, como baterías de vehículos eléctricos, imanes de turbinas eólicas, teléfonos móviles, pantallas y otros dispositivos electrónicos.

Las consecuencias de recoger «patatas metálicas»

«Estos nódulos metálicos son depósitos del tamaño de una patata que se han formado en capas durante miles de años. Las empresas buscan extraer metales críticos como el cobalto y el níquel. Pero aún quedan muchas incógnitas. Por ejemplo, sabemos que los nódulos pueden influir en la producción de oxígeno —explica Mark Hartl, biólogo marino de la Universidad Heriot-Watt, en el Reino Unido, coautor del estudio y miembro del consorcio SMARTEX

Este especialista en ecotoxicología, esto es, la ciencia que estudia cómo los organismos se ven afectados por los contaminantes, se pregunta si la extracción de estos nódulos polimetálicos conlleva una reducción del oxígeno disponible en las profundidades marinas y si afectará a las especies que dependen de él. «¿Qué efectos tendrán los penachos de sedimentos cargados de metales removidos durante la extracción?», dice Hartl.

Hartl ha investigado cómo los sedimentos removidos por la minería afectan a los organismos marinos, y ha desarrollado un método para medir los daños en el ADN de los peces que viven en las aguas profundas, con el fin de identificar impactos menos evidentes. Su trabajo fue publicado en la revista Deep Sea Research.

Una vida llena de nódulos

«Nunca se había hecho algo así —señala Hartl—. No teníamos datos previos para comparar los efectos de la minería. Actualmente estamos optimizando pruebas para detectar otras señales de estrés biológico en estos entornos extremos».

Se estima que existen más de 21.000 millones de toneladas de nódulos en el fondo marino de la zona Clarion-Clipperton, que abarca más de 6 millones de kilómetros cuadrados, unas veinticinco veces el tamaño del Reino Unido.

Estos campos albergan comunidades microbianas y animales altamente especializadas, que incluyen foraminíferos —organismos unicelulares con conchas calcáreas—, pepinos de mar, peces adaptados a la oscuridad extrema y numerosas especies que dependen de los nódulos como único sustrato duro donde asentarse.

El biólogo marino Dr. Mark Hartl, de Heriot-Watt, se hace un selfi junto al Royal Research Ship (RRS) James Cook.

El biólogo marino Dr. Mark Hartl, de Heriot-Watt, se hace un selfi junto al Royal Research Ship (RRS) James Cook. Cortesía: Mark Hartl

Huellas que persisten durante décadas

El estudio se centró en un área del fondo oceánico perturbada por una máquina experimental de minería de 14 metros de largo en marzo de 1979. Este dispositivo extrajo nódulos durante cuatro días mediante un rastrillo mecánico giratorio, que recogía los materiales y los transfería a una trituradora a través de una cinta transportadora.

Cuarenta años después, los científicos encontraron que los efectos biológicos persisten en numerosos grupos de especies, aunque algunas comenzaron a mostrar signos de recuperación.

También se observaron huellas físicas duraderas de la intervención, como zonas del lecho marino desprovistas de nódulos y marcas visibles dejadas por el equipo de minería.

¿La minería en el lecho marino es socialmente aceptable?

«Para entender la recuperación ecológica tras la minería de los fondos marinos, debemos mirar al pasado —advierte el profesor Daniel Jones, jefe de la expedición y autor principal del estudio del Centro Nacional de Oceanografía, en un comunicad de la Universidad . Y añade—: Cuarenta y cuatro años después, las huellas son sorprendentemente similares a las de 1979, con franjas de hasta 8 metros sin nódulos y surcos profundos donde pasó la maquinaria. La abundancia de fauna se redujo en estas áreas, aunque también detectamos indicios iniciales de recolonización biológica».

«La teoría ecológica sugiere que los ecosistemas pasan por fases sucesivas de recuperación tras una perturbación —dice Adrian Glover, coautor e investigador del Museo de Historia Natural. Y continúa—: Pero hasta ahora desconocíamos los tiempos necesarios para este proceso en áreas afectadas por la minería de aguas profundas, ni cómo distintos grupos responden de formas diferentes».

«Nuestros hallazgos no determinan si la minería en el lecho marino es socialmente aceptable, pero proporcionan los datos necesarios para decisiones más informadas, como el establecimiento y mejora de zonas marinas protegidas y la vigilancia futura de impactos», comenta Glover.

Huellas de vehículos mineros de 1979 en el fondo del océano Pacífico.

Huellas de vehículos mineros dejadas en 1979 en el fondo del océano Pacífico. Foto del Centro Nacional de Oceanografía.

Una posible vía para obtener los materiales estratégicos

Actualmente, la minería en los fondos marinos está detenida bajo una moratoria internacional mientras la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA) establece un marco jurídico, financiero y ambiental para regular cualquier futura explotación comercial. Una cuestión central es si los ecosistemas marinos profundos pueden recuperarse tras la alteración causada por la minería, según el Centro Nacional de Oceanografía.

Aun así, la extracción de metales del fondo oceánico se considera cada vez más una posible vía para obtener los materiales estratégicos necesarios para el desarrollo tecnológico y la transición hacia una energía con emisiones netas cero.

El artículo de Nature señala que la minería de nódulos polimetálicos provocará impactos inmediatos tanto en la superficie del lecho marino como en los hábitats por donde circulen los vehículos recolectores. Estos incluyen alteraciones físicas, como la eliminación de sustratos duros necesarios para la vida marina y la compactación de sedimentos.

También se generan penachos de sedimentos que podrían tener «efectos significativos en los ecosistemas» más allá de las áreas directamente intervenidas. ▪️

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