Humanos y perros compartimos genes de la obesidad
Investigadores del Reino Unido han descubierto que la genética de los perros labradores no solo influye en su apetito voraz, sino que también revela claves sobre la obesidad humana. ¿Podría el comportamiento alimentario de nuestros peludos ayudarnos a entender mejor por qué engordamos?
Por Enrique Coperías
En el nuevo estudio, publicado en la revista Science, se identificó el gen DENND1B como el más relacionado con la obesidad canina, junto con otros cuatro genes de menor impacto, que también tienen equivalentes en el genoma humano. Imagen generada con DALL-E
Un equipo de investigadores centrado en el estudio de los labradores retriever británicos ha identificado varios genes asociados a la obesidad canina, y ha demostrado que estos mismos genes también están relacionados con la obesidad en los seres humanos.
El gen más estrechamente vinculado a la obesidad en los labradores retriever es llamado DENND1B. Curiosamente, los humanos también poseen este gen, y el estudio revela que desempeña un papel importante en la predisposición a la obesidad en las personas.
Los investigadores descubrieron que el gen DENND1B influye directamente en una vía cerebral clave para la regulación del equilibrio energético del organismo: la ruta de la leptina y la melanocortina.
La leptina reduce el apetito
Recordemos que la leptina es una hormona producida principalmente por el tejido adiposo (grasa corporal) que desempeña un papel clave en la regulación del apetito y el metabolismo energético. Su función principal es enviar señales al hipotálamo en el cerebro para indicar que hay suficiente energía almacenada, lo que reduce el hambre y promueve el gasto energético.
Cuando los niveles de grasa corporal aumentan, también lo hacen los niveles de leptina, lo que debería disminuir el apetito. Sin embargo, en casos de obesidad, muchas personas desarrollan resistencia a la leptina, lo que impide que el cerebro reciba correctamente la señal de saciedad, favoreciendo el aumento de peso.
Por su parte, la melanocortina es un grupo de péptidos derivados de la prohormona POMC (proopiomelanocortina) que desempeñan un papel clave en la regulación del apetito, el metabolismo y la respuesta al estrés.
Los perros portadores de la variante genética más asociada con la obesidad, DENND1B, acumulan alrededor de un 8% más de grasa corporal que los que no la tienen. Cortesía: University of Cambridge
La melanocortina ayuda a la regulación del equilibrio energético
En el contexto del control del peso, la vía de la melanocortina en el hipotálamo resulta fundamental para la regulación del equilibrio energético. Uno de sus principales receptores, el MC4R (receptor de melanocortina-4), influye en la saciedad y el gasto energético. Cuando esta vía se activa, se reduce el apetito y se aumenta el gasto de energía.
En el nuevo estudio, que ha sido publicado en la revista Science, además del gen DENND1B se identificaron otros cuatro genes asociados a la obesidad canina, aunque con un efecto menor. Estos también tienen versiones equivalentes en el genoma humano.
«Estos genes no son objetivos inmediatos para el desarrollo de fármacos adelgazantes, ya que regulan procesos biológicos esenciales que no deberían alterarse —dice Alyce McClellan, coautora del estudio e investigadora del Departamento de Fisiología, Desarrollo y Neurociencia de la Universidad de Cambridge, en una nota de prensa de esta institución. Y añade—: Sin embargo, nuestros hallazgos subrayan la importancia de las vías cerebrales fundamentales en el control del apetito y el peso corporal».
Riesgo genético de acumular kilos
Por su parte, Natalie Wallis, también coautora del estudio, añade lo siguiente: «Descubrimos que los perros con un alto riesgo genético de sufrir obesidad mostraban un mayor interés por la comida. Medimos cuánto insistían en pedir alimento a sus dueños y si eran más selectivos con la comida».
En palabras de Wallis, «los perros con mayor predisposición genética a la obesidad exhibían señales de un apetito más voraz, un rasgo que también se ha observado en humanos con alto riesgo genético de presentar obesidad».
El estudio también reveló que los dueños que controlaban estrictamente la alimentación y el ejercicio de sus perros lograban evitar que incluso aquellos con predisposición genética a la obesidad aumentaran de peso. Sin embargo, este control requería una vigilancia constante y un esfuerzo considerable.
Genes contra disciplina
Del mismo modo, en los humanos, el riesgo genético no es un destino ineludible: las personas con una predisposición genética a la obesidad no necesariamente serán obesas si siguen una dieta estricta y un plan de ejercicio adecuado. No obstante, tienen mayor tendencia a ganar peso en comparación con quienes no presentan esta predisposición.
Tal como ocurre en la obesidad humana, ningún gen por sí solo determina si un perro será obeso. En su lugar, el riesgo es el resultado de la interacción entre múltiples variantes genéticas.
«Estudiar a los perros nos llevó a una conclusión poderosa: los dueños de perros delgados no son moralmente superiores. Lo mismo ocurre con las personas delgadas. Cuando se tiene un alto riesgo genético de obesidad y se dispone de abundante comida, la tendencia natural es comer en exceso y ganar peso, a menos que se haga un esfuerzo consciente por evitarlo», explica Eleanor Raffan, investigadora principal del estudio y especialista en fisiología, desarrollo y neurociencia en la Universidad de Cambridge.
El 60% de los perros tiene kilos de más
«Gracias a los perros, pudimos evaluar su deseo de comer sin que la influencia de sus dueños interfiriera en su dieta y ejercicio —explica Raffan. Y continúa—: En los estudios con seres humanos, esto es más difícil de analizar, ya que el autocontrol y la predisposición genética están entrelazados en la misma persona».
El problema de la obesidad no solo afecta a los seres humanos: el aumento de peso en exceso en los canes se ha convertido en una epidemia paralela. Entre un 40 % y un 60 % de los perros domésticos tienen sobrepeso u obesidad, lo que los predispone a diversas enfermedades.
Los canes representan un modelo ideal para estudiar la obesidad en nosotros, ya que desarrollan esta condición bajo influencias ambientales similares. Además, dentro de una misma raza existe una gran homogeneidad genética, lo que facilita la identificación de genes relacionados con enfermedades.
Análisis del ADN perruno
Para llevar a cabo la investigación, los científicos reclutaron a propietarios de perros domésticos, midieron la grasa corporal de sus mascotas, evaluaron su tendencia a la glotonería y recolectaron muestras de saliva para analizar el ADN. Al comparar la predisposición genética de cada perro con su estado de obesidad, lograron identificar los genes implicados en el aumento de peso.
SMcClellan y su equipo descubriron que los peludos portadores de la variante genética más asociada con la obesidad, la DENND1B, tenían aproximadamente un 8 % más de grasa corporal que aquellos que carecían de ella.
Posteriormente, los investigadores analizaron si estos genes también influían en la obesidad humana, mediante la comparación de sus hallazgos con grandes estudios poblacionales y con cohortes de pacientes que padecen obesidad grave de inicio precoz y de los que se sospechaba que eran portadores de cambios genéticos específicos que favorecen el aumento de peso.
Cómo ayudar al perro para que no engorde
Para ayudar a los dueños a gestionar el apetito voraz de sus mascotas, los expertos sugieren estrategias como distribuir la ración diaria de alimento en pequeñas porciones a lo largo del día, utilizar comederos de tipo rompecabezas o esparcir la comida en el jardín para prolongar el tiempo de ingesta. También recomiendan elegir una composición de nutrientes que favorezca la saciedad.
«Este estudio demuestra lo sorprendentemente similares que son los perros a los humanos en términos genéticos —dice Raffan. Y concluye—: El hecho de enfocarnos en los perros nos permitió identificar un gen clave en la regulación del apetito y el metabolismo, lo que representa un avance significativo en la comprensión del control cerebral del comportamiento alimentario y el gasto energético». ▪️
Información facilitada por la Universidad de Cambridge
Fuente: Natalie J. Wallis et al. Canine genome-wide association study identifies DENND1B as an obesity gene in dogs and humans. Science (20259. DOI: 10.1126/science.ads2145