Bacterias intestinales podrían mejorar el comportamiento social de las personas autistas

Microorganismos ausentes en las personas con autismo podrían influir en su conducta social al proteger sus intestinos, sugiere un nuevo estudio.

Por Jennifer Michalowski

June Round, de la Universidad de Utah.

Una investigación dirigida por June Round, de la Universidad de Utah, ha demostrado que los microbios que viven en el intestino influyen en la salud y el comportamiento social. Charlie Ehlert / University of Utah Health

Para las personas con autismo, el estreñimiento, la diarrea y el dolor abdominal suelen ir acompañados de las luchas sociales y los comportamientos repetitivos que definen esta enfermedad. Esto ha llevado a que muchos expertos se pregunten si los problemas gastrointestinales (GI) surgen debido a las características conductuales o sensoriales del autismo, o si por el contrario podrían contribuir a ellas.

Recordemos que el autismo, también conocido como trastorno del espectro autista (TEA), es una condición neurológica que afecta la comunicación, el comportamiento y la interacción social. Las personas con autismo pueden mostrar una variedad de comportamientos sociales que difieren de las normas típicas.

Los autistas pueden presentar dificultades en la comunicación verbal y no verbal. En efecto, algunos individuos pueden tener retrasos en el desarrollo del lenguaje o dificultades para mantener una conversación recíproca. También pueden tener problemas para interpretar las expresiones faciales, el tono de voz y los gestos de los demás, y para usar estos medios de comunicación de manera efectiva.

La causa exacta del autismo no se conoce completamente.

Por otro lado, muestran dificultades en las interacciones sociales: las personas con autismo pueden encontrar difícil iniciar y mantener amistades. Pueden no saber cómo acercarse a otros o qué decir en situaciones sociales. En el caso de los niños, suelen presentar dificultades para participar en juegos compartidos o para entender el concepto de turnos.

Las dificultades sociales en las personas con autismo pueden ser atribuidas a una combinación de factores neurológicos, genéticos y ambientales. Aunque la causa exacta del autismo no se conoce completamente.

Ahora, científicos de la University of Utah Health se han sumado a la creciente evidencia que muestra que los microorganismos que viven en nuestros intestinos —el llamado microbioma intestinal— influyen en el comportamiento de las personas. Específicamente, encontraron en ratones que las frecuentes molestias gastrointestinales que acompañan al autismo pueden reducir los comportamientos sociales, un efecto que persiste incluso después de que los síntomas gastrointestinales han desaparecido.

Los científicos también demostraron que podían aliviar tanto los síntomas gastrointestinales como los cambios de comportamiento que provocan al introducir especies específicas de bacterias en los intestinos de los animales.

El nuevo estudio, publicado en Nature Communications, demuestra que es posible influir en la salud y el comportamiento manipulando el microbioma intestinal de forma controlada.

“Creo que se trata de un paso realmente importante desde el punto de vista terapéutico, porque ahora podemos empezar a ensamblar una terapia con organismos que sabemos que son seguros», afirma la doctora June Round, microbióloga de la University of Utah Health que ha dirigido la investigación.

La conexión intestino-conducta.

Dado que los científicos todavía están tratando de desentrañar la relación entre los problemas gastrointestinales y los comportamientos relacionados con el autismo, Round y su equipo se embarcaron en un estudio para investigar el impacto conductual de los trastornos gastrointestinales en ratones. El doctor Garrett Brown, centró su trabajo en ratones con una enfermedad inflamatoria del colon que conocemos como colitis. Esta causa dolor, diarrea y daño intestinal.

Los ratones sufrieron varios cólicos, y se dejó que los síntomas remitieran antes de realizar las pruebas de comportamiento en los animales. Los ratones que habían padecido colitis se movían con normalidad y no mostraban signos de ansiedad o depresión. Sin embargo, pasaron menos tiempo interactuando con ratones desconocidos que los ratones que no habían padecido colitis.

“No es que los ratones sufran tanto dolor que no hagan nada— afirma Brown. Y añade—: Así que quizá se trate de algo específico de la sociabilidad y no solo de que los ratones se sientan mal”.

Intercambio intestinal de microbios.

La reticencia a socializar que los investigadores observaron en sus ratones recordaba a las deficiencias sociales asociadas al autismo. Dado que sus experimentos sugerían que los problemas intestinales podían provocar cambios en el comportamiento social, se preguntaron si los microorganismos del intestino, que tienden a diferir entre autistas y personas neurotípicas —individuos que se ajusta a los patrones neurológicos típicos o estándar de la sociedad—, podrían estar implicados en ambos casos.

Para investigarlo, Brown recogió muestras de heces de personas autistas y de sus padres o hermanos neurotípicos. A continuación, administró las muestras cargadas de microbios al tracto gastrointestinal de ratones.

Los ratones con frecuentes trastornos gastrointestinales tienen menos probabilidades de socializar con otros ratones, un comportamiento que recuerda a las deficiencias sociales asociadas con el autismo.

Los ratones con frecuentes trastornos gastrointestinales tienen menos probabilidades de socializar con otros ratones, un comportamiento que recuerda a las deficiencias sociales asociadas con el autismo. Los científicos fueron capaces de aliviar tanto los síntomas gastrointestinales como los cambios de comportamiento que provocan las molestias intestinales al introducir Blautia, una género específico de bacteria, en los intestinos de los animales. Crédito: Luat Nguyen / University of Utah Health

Cuando indujo colitis en esos animales, los ratones portadores de microbios procedentes de individuos con autismo sufrieron más daños intestinales y perdieron más peso que los ratones cuyos microbios procedían de individuos neurotípicos. Parecía que la mezcla de microbios procedentes de estos últimos tenía un efecto protector.

Encontrar protectores microbianos.

La comunidad microbiana del interior del intestino humano es tan compleja que las muestras que el equipo había utilizado en sus experimentos podrían haber incluido fácilmente cientos de tipos de bacterias, virus y hongos. Round y Brown querían saber cuáles de esos miembros de la comunidad microscópica protegían contra los problemas intestinales.

Para hacerlo, Brown comparó los microorganismos intestinales de individuos con autismo con los de sus familiares neurotípicos, así como los microbios que viven en los intestinos de ratones que habían sido trasplantados con esas comunidades microbianas. Brown estaba buscando microorganismos potencialmente protectores que podrían estar subrepresentados en personas con autismo en comparación con individuos neurotípicos, y encontró algunos.

"Pudimos seleccionar microorganismos individuales que pensábamos que podrían desempeñar un papel importante en la resistencia a la colitis grave", explica Brown, que ahora es miembro del Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses.

Bacteria del género Blautia.

Bacteria del género Blautia. Crédito: Shuang-Jiang Liu

Destacaron dos en particular. Ciertas especies de bacterias del género Blautia estaban mejor representadas en los individuos neurotípicos que en sus familiares autistas. Y entre los ratones colonizados con microbios de personas autistas, un grupo llamado Bacteroides uniformis era más abundante en aquellos cuya colitis era menos grave.

Se sabe que la bacteria Bacteroides uniformis está infrarrepresentada en personas con síndrome del intestino irritable y enfermedad de Crohn, lo que sugiere que juegan un papel nada desdeñable en la salud intestinal.

Una vez que los investigadores identificaron estos grupos de bacterias, Brown las administró a ratones antes de inducirles la colitis. Tanto la Blautia como la Bacteroides uniformis redujeron los problemas intestinales, y las bacterias del género Blautia tuvieron un efecto correspondiente en el comportamiento social. Los animales que recibieron Blautia eran más propensos que otros ratones a relacionarse con ratones desconocidos tras la colitis.

Hacia terapias personalizadas.

Round afirma que este estudio es uno de los primeros en identificar organismos específicos dentro de la microbiota humana que pueden mejorar un déficit de comportamiento asociado al estrés gastrointestinal. “Se trata de un ejemplo en el que nos faltan microbios, y la falta de estos microbios beneficiosos es la causa de la enfermedad”, explica Round.

Serán necesarias más investigaciones para aclarar si aumentar el número de bacterias Blautia o Bacteroides uniformis podría beneficiar a las personas con trastornos gastrointestinales, autismo u otras afecciones. Pero Round afirma que descubrir sus efectos individuales es un paso importante hacia las terapias personalizadas dirigidas al microbioma.

“Algún día podremos analizar rápidamente el microbioma y decir: 'Oye, te falta este microbio tan importante. Vamos a devolvértelo'“, vaticina Round.

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