Reconstruyen el ADN del moa de los arbustos, un ave no voladora extinta de Nueva Zelanda

El ADN reconstruido de un ave que desapareció hace 700 años podría cambiar la forma en que los científicos estudian las especies extintas.

Por Enrique Coperías

ilustración del Anomalopteryx, un ave no voladora y extinta de Nueva Zelanda.

Ilustración del Anomalopteryx, un ave no voladora y extinta de Nueva Zelanda, generada con DALL-E

Un equipo internacional de biólogos evolutivos de las universidades estadounidenses de Harvard y Carolina del Este, del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica (Alemania), la Universidad de Osaka (Japón) y la Universidad de Toronto (Canadá), ha logrado reconstruir el genoma del moa de los arbustos (Anomalopteryx didiformis). También conocido como moa menor o moa de arbusto pequeño, se trata de un ave no voladora extinta que pertenecía a la familia de los dinornítidos.

El ADN reconstruido de un ave de Nueva Zelanda que se extinguió hace unos 700 años podría cambiar lo que sabemos sobre las especies que ya no están entre nosotros y da aliento a aquellos que aspiran a revivir animales extintos.

Material genético extraído de un hueso fósil.

Para armar el genoma de esta ave, los científicos han utilizando un hueso fósil de un moa de los arbustos encontrado en la Isla Sur, la más grande y más meridional de las dos islas principales que componen Nueva Zelanda.

El Anomalopteryx es una especie extinta de ave no voladora que pertenecía a la familia de los dinornítidos. Esta ave vivió en Nueva Zelanda y desapareció hace aproximadamente 600 años, tras la llegada y proliferación de los maoríes en Nueva Zelanda, así como la introducción de perros polinesios.

El Anomalopteryx didiformis era más pequeño que otros moas: tenía una altura aproximada de 1,3 metros y pesaba cerca de 30 kilogramos. Tenía un cuello y patas relativamente cortos en comparación con otros miembros de su familia. A diferencia de otras especies de moa, el moa de los arbustos se encontraba en una variedad más amplia de hábitats, desde bosques densos hasta áreas subalpinas.

Boorrador de ensamblajes del genoma nuclear y mitocondrial del pequeño moa arbusto.

Proyectos de ensamblajes del genoma nuclear y mitocondrial del pequeño moa de los arbustos. Cortesía: Autores- DOI: 10.1126/sciadv.adj6823

Los estudios de su morfología y las reconstrucciones basadas en esqueletos fósiles sugieren que tenía una postura erguida y una cabeza pequeña en relación con su cuerpo. Como todos los moas, el Anomalopteryx didiformis era herbívoro y probablemente se alimentaba de hojas, frutas y posiblemente semillas. Poseía un pico robusto y afilado que apoya este tipo de dieta.

Los hallazgos fósiles de Anomalopteryx han ayudado a los científicos a comprender mejor cómo estas aves se adaptaron durante millones de años a diferentes nichos ecológicos en un entorno insular aislado. Eso sí, hasta que los seres humanos se fijaron en ellas. Se extinguió poco después de la llegada de los colonos humanos a Nueva Zelanda, que consideraban su carne un manjar y los cazaron hasta borrarlas del mapa.

Ahora, los biólogos anuncian en la revista Science Advances que han logrado ensamblar un genoma mitocondrial completo y el primer genoma nuclear de la especie a partir del material genético recuperado de un hueso fosilizado encontrado en la Isla Sur, la más grande y más meridional de las dos islas principales que componen Nueva Zelanda.

Tenían la capacidad de ver en el espectro ultravioleta y poseían una sensibilidad hacia los sabores amargos, según el ADN

Después de secuenciar el ADN, los investigadores encontraron que los moas de los arbustos, estrechamente relacionados con otras aves no voladoras como el emú y el avestruz, tenían la capacidad de ver en el espectro ultravioleta, lo cual probablemente les facilitaba la captura de presas que intentaban pasar desapercibidas.

Además, los Anomalopteryx poseían una sensibilidad hacia los sabores amargos, característica que es común en las aves actuales. Los análisis genéticos también revelaron que la población de estas aves podría haber alcanzado los 240,000 individuos y que se separaron evolutivamente de sus parientes más cercanos hace aproximadamente 70 millones de años.

Los investigadores también descubrieron que las hembras eran más grandes que los machos.

El equipo de investigación sugiere en Science Advances que, además de proporcionar nueva información sobre el moa de los arbustos, sus resultados servirán para que otros equipos ahonden en las lagunas que existen sobre la la evolución aviar.

La tentación de resucitar al moa de los arbustos.

También es un halo de esperanza para aquellos que aspiran a revivir animales prehistóricos. Aunque la desextinción es una perspectiva apasionante, debe perseguirse con cuidado y sensibilidad, dice Scott Edwards, biólogo evolutivo de la Universidad de Harvard y autor del artículo en ABC News.

“Parece posible. Creo que los científicos lo intentarán. Lo importante es que lo hagan con cuidado y teniendo en cuenta las consecuencias éticas y ecológicas”, ha manifestado Edwards en esta publicación.

Para concluir, hay que señalar que ya en 2018 científicos de la Universidad de Harvard casi lograron recomponer el genoma de este moa con el ADN recuperado de los huesos fósiles del pie de un especimen conservado en un museo.

Fuente: Scott V. Edwards et al. A nuclear genome assembly of an extinct flightless bird, the little bush moa. Science Advances (2024). DOI:10.1126/sciadv.adj6823

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