Qué aprende tu cerebro del rechazo social
Un estudio explora cómo nuestro cerebro aprende de experiencias pasadas de aceptación y rechazo social para construir conexiones futuras. Aunque difícil de afrontar, el rechazo social puede convertirse en una valiosa oportunidad de aprendizaje.
Por Enrique Coperías
Aunque doloroso, el rechazo social puede ser una poderosa herramienta de aprendizaje, según sugiere una nueva investigación de la Universidad de California del Sur (USC), en Estados Unidos.
El estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, desvela los mecanismos neurológicos que influyen en la formación de vínculos sociales. Los resultados ayudan a explicar por qué nos sentimos atraídos a interactuar con algunas personas más que con otras, cómo determinamos quién nos valora y por qué algunas interacciones resultan gratificantes y otras no, cuestiones todas ellas con importantes implicaciones para la salud mental y el comportamiento social.
«A pesar de que muchas investigaciones han examinado el impacto emocional del rechazo social, cómo causa angustia, motiva a la gente a volver a conectar e influye en cómo se siente, sabemos mucho menos sobre cómo funciona como herramienta de aprendizaje —explica Leor Hackel, profesor de Psicología en el Dornsife College of Letters, Arts and Sciences de la USC y coautor del estudio. Y se pregunta—: ¿Cómo nos ayudan estas experiencias a afinar nuestra comprensión de nuestro lugar en el mundo social, cómo nos perciben los demás y con quién debemos invertir en entablar relaciones?».
Dentro de la ciencia de la conexión social
Mediante una combinación de experimentos conductuales, neuroimagen por resonancia magnética (MRI) y modelos computacionales, un estudio revela que la formación de vínculos sociales depende de dos funciones clave del cerebro: aprender de los resultados positivos o recompensas, y evaluar cuánto nos valoran los demás, una percepción conocida como valor relacional.
«Por ejemplo, las sonrisas y los cumplidos son recompensas sociales que indican aceptación, lo cual resulta gratificante y nos motiva a buscar más interacciones —explica Hackel. Y añade—: De manera similar, cuando percibimos que otros nos valoran, como cuando un colega nos invita a colaborar o un amigo nos brinda apoyo, estas señales nos inspiran a fortalecer esos vínculos".
Aunque estos dos tipos de aprendizaje suelen ir de la mano, no siempre coinciden, según este psicólogo. Por ejemplo, alguien podría quedar fuera de la boda de un amigo debido a limitaciones de presupuesto o ser el último en ser elegido para un equipo, pero aun así sabe que su amigo le valora. De manera similar, un candidato destacado puede no obtener un empleo o un amigo cercano no estar siempre disponible. Estas situaciones pueden ser decepcionantes, pero no necesariamente reflejan hasta dónde alguien se preocupa por nosotros, señala Hackel.
«Nuestro estudio muestra qué partes específicas del cerebro se activan durante estas experiencias, y rastrea cuánto nos valoran los demás incluso cuando proporcionan resultados decepcionantes —dice Hackel. Y añade—: Nuestra esperanza es que comprender la neurociencia que subyace a estos procesos de aprendizaje pueda ayudarnos a entender mejor ciertos problemas de salud mental».
Para investigar los mecanismos neurológicos subyacentes a estos procesos de aprendizaje, los investigadores desarrollaron un experimento en el que los participantes en edad universitaria completaron mientras se sometían a neuroimágenes en un escáner de resonancia magnética. Los estudiantes participaron en un juego económico diseñado para simular interacciones sociales con el fin de estudiar la confianza y la toma de decisiones.
«La universidad es un momento clave para el desarrollo social, ya que los estudiantes se adaptan a nuevos entornos y forman nuevas amistades —dice Hackel—. Más adelante en la vida, las redes sociales tienden a estabilizarse, pero en la universidad, las personas experimentan cambios importantes en sus círculos sociales».
En el estudio, los participantes crearon perfiles con detalles personales como ejemplos de su honradez y cómo los describiría un amigo. Aunque los participantes creían que sus perfiles serían evaluados por otras personas para determinar su fiabilidad, las respuestas que recibían eran generadas por ordenador.
Un juego con pasta de por medio
En cada ronda del juego, los participantes, actuando como Respondedores, elegían entre dos Decisorios generados por ordenador que creían que los clasificaban en función de su conveniencia como pareja. Si se producía una coincidencia, el Decisorio enviaba dinero al participante, que triplicaba su valor, y el participante decidía si compartía la mitad de la cantidad triplicada o se lo quedaba todo, poniendo a prueba la confianza y la reciprocidad.
«Las interacciones sociales suelen plantearnos dos retos de aprendizaje: en primer lugar, tenemos que identificar quién podría ser un buen compañero con el que interactuar; en segundo lugar, debemos determinar si los demás nos ven como un buen compañero —explica Hackel. Y continúa—: Estas percepciones son esenciales para navegar por las relaciones, ya sea en amistades, colaboraciones o interacciones cotidianas».
Cómo responde el cerebro a la aceptación y el rechazo sociales
Cada ronda ofrecía dos tipos de información: si el participante lograba emparejarse con un Decisorio (un resultado gratificante) y en qué medida este le clasificaba en función de su fiabilidad (valor relacional). Los escáneres cerebrales mostraron cómo se procesan estas respuestas.
«Si te seleccionan pero quedas en octava posición, es como si te eligieran el último para un equipo: sigues jugando, pero está claro que no eras la primera opción — dice Begüm Babür, estudiante de doctorado del Departamento de Psicología de la USC y primer autor del estudio. Y añade—: Por otra parte, ser rechazado a pesar de tener una clasificación alta es similar a ser un candidato fuerte a un puesto de trabajo que no es contratado porque sólo hay dos vacantes».
Los investigadores utilizaron un modelo computacional para entender cómo los voluntarios universitarios tomaban decisiones durante el juego. Descubrieron que era más probable que los participantes volvieran a elegir a un Decisorio si en la ronda anterior habían obtenido un resultado positivo (emparejamiento satisfactorio) y un valor relacional positivo (buena clasificación).
Aprendizajes que dependen de vías neuronales distintas
Las neuroimágenes mostraron que se activaban distintas regiones cerebrales en función del tipo de feedback que recibían los participantes, lo que indica que estos dos tipos de aprendizaje dependen de vías neuronales distintas. Cuando los participantes ajustaban sus creencias sobre cuánto les valoraban los demás, se activaban áreas vinculadas al rechazo social.
Por el contrario, la aceptación activó el estriado ventral, una región asociada al aprendizaje de recompensas de dinero, elogios u otras experiencias positivas.
«Nuestro estudio plantea preguntas sobre cómo las personas aprenden de forma diferente de la misma retroalimentación para formar conexiones —explica Hackel. Y se pregunta: ¿Influye la forma en que las personas procesan la retroalimentación —positiva o negativa— en su apertura a formar nuevas conexiones?».
En palabras de Hackel y a modo de conclusión, «comprender estas diferencias podría desvelar conocimientos más profundos sobre cómo construimos y mantenemos relaciones, arrojando luz tanto sobre los comportamientos sociales saludables como sobre los retos a los que se enfrentan quienes luchan por conectar». ▪️
Información facilitada por la Universidad de California del Sur
Fuente: B. G. Babür, Y. C. Leong, C. X. Pan, L. M. Hackel. Neural responses to social rejection reflect dissociable learning about relational value and reward. PNAS (2024). DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.2400022121