¿Por qué puedes dar positivo en el test de alcoholemia sin haber bebido alcohol?
El responsable de esta anomalía puede ser el llamado síndrome de fermentación intestinal o síndrome de la autocervecería.
Por Ignacio López-Goñi, miembro de la SEM (Sociedad Española de Microbiología) y Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra
En 2019, un hombre de cuarenta años de la ciudad de Brujas (Bélgica) fue multado y condenado por conducir bajo los efectos del alcohol. Tres años después volvieron a multarle por dar positivo en los test de alcoholemia en dos accidentes de tráfico. Él siempre negó que hubiese bebido alcohol, aunque las pruebas daban positivo y reflejaban un nivel de alcohol en sangre compatible con entre ocho y catorce copas. Aparentemente, nada que discutir.
Sin embargo, él estaba seguro de no haber probado el alcohol, y no se rindió hasta conseguir que tres médicos independientes demostraran al juez que padecía un síndrome muy raro: el síndrome de la autocervecería (Auto-Brewery Syndrome, ABS, en inglés). Según los especialistas, su cuerpo es capaz de producir alcohol de forma masiva al fermentar los azúcares que ingiere en la comida.
El juez le exculpó y fue absuelto, aunque la sentencia le instaba a tomar medidas e incluía la advertencia de que si volviera a ser sorprendido bajo los efectos del alcohol, aunque fuera autoproducido y no por consumo, sería castigado.
He aquí otro caso de un hombre borracho sin probar una gota de alcohol publicado en el CG Case Reports Journal:
“Un hombre blanco de 25 años, sin antecedentes médicos ni cirugías previas, se presentó con el síntoma de ‘borracho sin beber’. Hace dos meses, el paciente notó que se sentía muy borracho después de beber solo una o dos cervezas. Incluso llegó a sentirse ebrio cuando se abstenía por completo de probar el alcohol. Continuó sintiéndose así una o dos veces a la semana hasta que su esposa decidió llevarlo a urgencias durante uno de esos ‘ataques’. Ella describió sus síntomas como dificultad para hablar, fatiga, tropiezos, mareos y náuseas. De vez en cuando se ‘desmayaba’ y se despertaba por la mañana sin más síntomas. Recientemente había comenzado una dieta para bajar de peso. No tomó ningún medicamento. Su exploración física fue normal y con signos vitales normales. No se detectaron drogas en orina. Aunque prácticamente todos resultados de la analítica de sangre fueron normales, tenía un nivel elevado de ácido láctico y una concentración de alcohol en sangre de 0,3 g/dL en ausencia de consumo de alcohol.
Su esposa optó por comprar un alcoholímetro y descubrió que, en ausencia de consumo de alcohol y mientras era asintomático, obtenía una puntuación de 0,04 % a 0,07 %. Ella se ofreció como control y obtuvo valores de 0 %. Cada vez que el paciente tenía síntomas, realizaba la prueba y obtenía una concentración elevada de alcohol en sangre, superior a 0,2 %. Se le diagnosticó con el síndrome de autocervecería.”
Quizá le sorprenda saber que, como parte de la digestión normal, solemos producir de manera habitual etanol endógeno. De hecho, en una persona sana siempre hay una pequeñísima cantidad de alcohol producida por la fermentación de las bacterias y levaduras de la microbiota intestinal. Sin embargo, cuando proliferan determinadas levaduras o bacterias en el intestino pueden producirse niveles extremos de alcohol en sangre. Es lo que se denomina síndrome de fermentación intestinal o síndrome de la autocervecería.
Los pacientes con este síndrome presentan signos y síntomas de intoxicación por alcohol, a menudo relacionados con una dieta rica en azúcares y carbohidratos y el uso de antibióticos que pueden alterar el ecosistema intestinal.
Es más frecuente en pacientes con otras enfermedades como diabetes, obesidad, enfermedad de Crohn, síndrome del intestino corto, obstrucción intestinal o sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado. Pero también puede ocurrir en personas completamente sanas.
Muy raramente se diagnostica, y probablemente esté infradiagnosticado. Se han identificado casos aún más raros relacionados con la actividad microbiana en la cavidad bucal y en la vejiga urinaria.
El síndrome de autocervecería se ha relacionado con la proliferación de varias cepas de levaduras de las familias Candida y Saccharomyces: S. cerevisiae, S. boulardii, C. glabrata, C. albicans, C. kefyr y C. parapsilosis. También se ha relacionado con cepas de las bacterias Klebsiella pneumonia, Enterococcus faecium, E. faecalis y Citrobacter freundii.
Una alteración de la microbiota intestinal (disbiosis) puede permitir que estas cepas fermentadoras colonicen en exceso. Una dieta rica en carbohidratos y alimentos refinados favorece la fermentación y la producción interna de alcohol, que es absorbido en el intestino delgado, luego pasa a la sangre y finalmente produce los efectos de una intoxicación sin consumo de alcohol.
La producción de etanol endógeno también se ha relacionado con un polimorfismo genético particular que resulta en una actividad reducida de las enzimas involucradas en el metabolismo hepático del etanol.
Antibióticos, antifúngicos y pocos carbohidratos.
El tratamiento suele consistir en una combinación de varias medidas. Por una parte, se puede prescribir un ciclo o más de antibióticos o antifúngicos. Habitualmente se recomienda modificar la dieta con un alto contenido de proteínas y un bajo contenido de carbohidratos, hasta que los síntomas desaparezcan. El azúcar se fermenta y se convierte en alcohol, y una dieta que elimine los azúcares disminuirá el alcohol fermentado en el tracto gastrointestinal.
Además, se pueden recomendar suplementos con determinados probióticos que ayuden a equilibrar la microbiota intestinal, aunque para esto todavía no hay un protocolo concreto y consensuado.
La posibilidad del síndrome de autocervecería debe valorarse en cualquier paciente que presente un nivel elevado de alcohol en sangre y niegue insistentemente la ingestión de alcohol. Pero ojo, porque antes hay que descartar posibles trastornos psiquiátricos y el consumo encubierto de alcohol.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.