¿Por qué no nos acordamos de cuando éramos bebés?

¿Podemos recordar nuestros primeros años de vida? Un estudio de Yale revela que los bebés sí almacenan recuerdos, pero con el tiempo, estos podrían quedar ocultos en el cerebro.

Por Enrique Coperías

Una hipótesis  propone que los recuerdos tempranos de la infancia no se conviertan en memoria a largo plazo, por lo que simplemente desaparecen de nuestra mente.

Una hipótesis propone que los recuerdos tempranos de la infancia no se conviertan en memoria a largo plazo, por lo que simplemente desaparecen de nuestra mente. Imagen generada con DALL-E

Aunque aprendemos muchas cosas durante nuestros primeros años de vida, de adultos no podemos recordar acontecimientos concretos de esa época infantil.

Durante años, los neurocientíficos han creído que esto ocurre porque la parte del cerebro responsable de almacenar los recuerdos—el hipocampo—aún se encuentra en desarrollo hasta bien entrada la adolescencia, lo que impide la codificación de nuestras primeras experiencias. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, desafía esta teoría.

En un experimento, investigadores de Yale mostraron a bebés imágenes inéditas y luego analizaron si las recordaban. Los resultados, publicados en la revista Science, indican que, cuando el hipocampo de un bebé se activa al ver una imagen por primera vez, hay una mayor probabilidad de que la reconozca más adelante.

Víctimas de la amnesia infantil

Este descubrimiento sugiere que los recuerdos pueden ser almacenados en el cerebro desde los primeros años de vida.

A pesar de ello, muchos de estos recuerdos tempranos desaparecen con el tiempo, un fenómeno conocido como amnesia infantil. Estudiar esta pérdida de memoria es un desafío, ya que los bebés preverbales no pueden expresar lo que recuerdan.

«La característica distintiva de los recuerdos episódicos es que pueden ser relatados a otras personas, lo que no es posible en bebés que aún no hablan», explica Nick Turk-Browne, profesor de Psicología en Yale y director del Instituto Wu Tsai de la misma universidad.

¿Cómo se evaluaron los recuerdos de los bebés?

Para el estudio, el equipo dirigido por Tristan Yates, investigador en la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, diseñó una prueba específica. A bebés de entre cuatro meses y dos años se les mostraron imágenes de caras, objetos o escenas nuevas. Más tarde, tras visualizar otras imágenes, se les presentó una imagen vista anteriormente junto a una nueva.

«Cuando los bebés han visto algo antes, es esperable que presten más atención a ello al volver a verlo —explica Turk-Browneen un comunicado de Yale. Y añade—: Si un bebé se enfoca más en una imagen previamente mostrada en lugar de la nueva, esto sugiere que la reconoce como familiar».

El equipo también logró un avance crucial: medir la actividad del hipocampo en bebés despiertos mediante resonancias magnéticas funcionales (RMf). Esta tarea ha sido históricamente difícil de llevar a cabo debido a la corta capacidad de atención de los bebés y su dificultad para quedarse quietos.

Foto: Christian Bowen

La clave está en el hipocampo

Los científicos analizaron si la actividad hipocampal estaba vinculada a la fuerza de los recuerdos en los bebés. Descubrieron que cuanto más activo estaba el hipocampo al ver una imagen nueva, más tiempo el bebé la observaba cuando se la volvía a presentar.

Un hallazgo importante fue que la actividad de codificación de los recuerdos se daba principalmente en la parte posterior del hipocampo, la misma región que se asocia con la memoria episódica en adultos.

Este efecto fue más notable en los bebés mayores de doce meses, lo que respalda la teoría de que el desarrollo del hipocampo es progresivo y que su maduración favorece el aprendizaje y la memoria.

Diferencias entre memoria episódica y aprendizaje estadístico

Investigaciones previas del equipo mostraron que el hipocampo de bebés de apenas tres meses ya presenta otro tipo de memoria, conocida como aprendizaje estadístico. Mientras que la memoria episódica almacena eventos específicos—por ejemplo, recordar una cena con amigos—el aprendizaje estadístico permite identificar patrones en el entorno, como reconocer restaurantes por su apariencia o ubicación.

Estos dos tipos de memoria usan diferentes vías neuronales en el hipocampo. Estudios en animales han demostrado que la vía del aprendizaje estadístico, ubicada en la parte anterior del hipocampo, se desarrolla antes que la memoria episódica.

Turk-Browne sostiene que este proceso de desarrollo tiene lógica desde una perspectiva evolutiva: «El aprendizaje estadístico ayuda a comprender la estructura del mundo, y es clave en el desarrollo del lenguaje, la visión y los conceptos. Es lógico que esta capacidad aparezca antes que la memoria episódica».

Qué sucede con estos recuerdos tempranos

El estudio sugiere que los bebés pueden codificar recuerdos episódicos mucho antes de lo que se pensaba. Pero, si el cerebro los almacena, ¿por qué no podemos acceder a ellos en la adultez?

Existen varias hipótesis: una de ellas propone que los recuerdos tempranos no se conviertan en memoria a largo plazo, por lo que simplemente desaparecen. Otra posibilidad es que los recuerdos sigan existiendo, pero el cerebro pierde el acceso a ellos con el tiempo.

Turk-Browne se inclina por esta última teoría.

Actualmente, su equipo investiga si los niños pequeños pueden recordar vídeos caseros grabados desde su perspectiva cuando eran bebés. Resultados preliminares indican que algunos recuerdos pueden persistir hasta la edad preescolar antes de desvanecerse.

¿Memorias ocultas en la edad adulta?

Los hallazgos liderados por Yates proporcionan una conexión clave con estudios en animales, que indican que la amnesia infantil podría ser un problema de recuperación, más que de desaparición.

«El trabajo de Tristan con humanos es extraordinariamente compatible con recientes estudios en animales —dice Turk-Browne. Y concluye—: Estamos investigando hasta qué punto los recuerdos del hipocampo pueden perdurar en la adultez, aunque sean inaccesibles».

Este estudio abre la puerta a una posibilidad que parece sacada de la ciencia ficción: que nuestros primeros recuerdos sigan almacenados en el cerebro, esperando ser descifrados. ▪️

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