Los padres del año: unas rapaces carroñeras se reparten las tareas del hogar

Unos halcones carroñeros de Sudamérica conocidos como chimangos​ o caracaras chimango demuestran un nivel entrañable de colaboración mientras crían a sus polluelos, según un nuevo estudio realizado en Argentina.

Por la Raptor Research Foundation

Ilustración de una pareja de chimangos cuidando de sus polluelos en el nido.

Ilustración de una pareja de chimangos cuidando de sus polluelos en el nido, generada con DALL-E.

Seamos realistas: los carroñeros tienen mala reputación entre los seres humanos. Sin embargo, según un nuevo artículo publicado en el Journal of Raptor Research, las parejas de una especie de halcón carroñero conocida como chimango,​ tiuque o caracara chimango (Daptrius chimango) demuestran un nivel entrañable de colaboración mientras crían a sus polluelos.

En su artículo, Diego Gallego-García, del Centro para el Estudio y Conservación de Aves Rapaces de Argentina (CECARA), y sus colegas comparten los resultados de un estudio de dos años sobre los comportamientos de anidación del macho y la hembra de esta especie de falcónido.

Este es el primer estudio de este tipo que se realiza con chimangos. Como grupo, los caracaras siguen siendo unas aves relativamente poco estudiadas, aunque se sabe que son notablemente curiosas, creativas y carismáticas.

El chimango una especie bastante común en Sudamérica.

Las lagunas científicas sobre la vida de estas aves naturales del cono sur de América del Sur limitan nuestra comprensión sobre su dinámica poblacional, contribuciones ecológicas y estado de conservación, según advierten los autores del estudio.

El chimango una especie bastante común en Sudamérica, especialmente en países como Chile, Uruguay, Paraguay, el sur de Brasil y Argentina, país donde se ha llevado a cabo el estudio. Los chimangos son aves ágiles, conocidas por su adaptabilidad a diversos ambientes, incluidas las áreas urbanas, lo que a menudo les permite coexistir cerca de los seres humanos.

Presentan un ligero dimorfismo sexual cuando llegan a adultos.

Tienen un tamaño relativamente pequeño, si se compara con el de otras rapaces, ya que miden entre 35 y 40 cm de longitud. Su plumaje es mayormente marrón, con variaciones de tonos más claros y oscuros a lo largo de su cuerpo. Las alas son redondeadas y la cola es bastante corta. La cabeza a menudo presenta un color más claro en relación con el resto del cuerpo.

Los chimangos presenta un ligero dimorfismo sexual cuando llegan a adultos: las hembras poseen patas de color gris —al igual que los ejemplares juveniles—, mientras que las del macho son amarillentas. En cuanto al tamaño, apenas existen diferencia entre machos y hembras. Cuando las hay entre las rapaces, los sexos exhiben una clara división de la responsabilidad parental: la hembra más grande incuba los huevos, cuida a los polluelos y defiende el nido, mientras que el macho más pequeño caza y trae comida al nido.

Macho adulto de chimango (izquierda) y hembra (derecha), posados sobre un cable eléctrico.

Macho adulto de carcacara chimango (izquierda) y hembra (derecha), posados sobre un tendido eléctrico. Foto: Diego Gallego-García

Los caracaras chimango, sin embargo, muestran poca diferencia de tamaño entre los sexos y son tanto depredadores como carroñeros, lo que significa que sus fuentes de alimento son relativamente impredecibles. Por lo tanto, dividir la carga de trabajo de alimentación y cuidado de las crías podría ser el mejor camino hacia el éxito. Esto es lo que el equipo de Gallego-García se propuso investigar.

Antes de continuar hay que decir que la nidada típica del chimango incluye de dos a tres huevos, aunque ocasionalmente puede llegar hasta cinco. La incubación dura entre veintiséis y 32 días, y a las cinco semanas, los polluelos abandonan el nido. Durante todo el proceso reproductivo, ambos padres colaboran equitativamente en todas las tareas, como la construcción y defensa del nido, la incubación de los huevos y la alimentación de los polluelos.

El equipo de Gallego-García observó setenta nidos de chimango durante las temporadas de cría —desde septiembre hasta diciembre—de 2016 y 2017, y confirmó que las parejas compartían la mayor parte de las responsabilidades parentales en el nido, es decir, la incubación, la cría y el reparto de comida.

Un polluelo de chimango, acurrucado en su nido.

Un polluelo de chimango, acurrucado en su nido. Foto: Mikel Larrea

Además de repartirse la carga de trabajo, los chimangos macho y hembra de este estudio demostraron una comprensión detallada de las necesidades de sus polluelos a lo largo de todas las etapas de desarrollo. Por ejemplo, durante los primeros días de desarrollo de las crías, cuando no podían termorregularse adecuadamente, los padres dedicaban más tiempo a la cría por la mañana, cuando las temperaturas eran más bajas.

Además, a medida que los polluelos crecían, aumentaban sus necesidades alimentarias durante el pico de desarrollo, y los padres chimangos se adaptaban a ello, aportando más comida.

Las rapaces ocupan la posición más alta en la cadena alimenticia.

Estudiar la vida doméstica de los rapaces puede ayudar a iluminar el panorama general de cómo están funcionando las redes alimenticias. “La importancia de estudiar la biología reproductiva de los rapaces va más allá de la conservación de las propias especies. Las rapaces ocupan la posición más alta en la cadena alimenticia y, por lo tanto, controlan las poblaciones de las especies de presas que están por debajo — explica Gallego-García. Y añade—: Necesitamos saber qué sucede durante la reproducción, que es una de sus etapas vitales más importantes y frágiles”.

Gallego-García también menciona que muchos propietarios de tierras en la zona están contentos de aprender más sobre los caracaras de su patio trasero, una tendencia que, con suerte, continuará. “La mayoría de ellos nos llama cuando encuentran un chimango herido, o un polluelo muerto, o un nuevo nido activo. A cambio, los invitamos a asistir a días de anillamiento con los polluelos”, comenta estebiólogo.

Los autores del trabajo sugieren que en el futuro se investigue el éxito reproductivo en zonas más extensas del área de distribución de esta especie, y les gustaría profundizar en las estimaciones de supervivencia de los polluelos una vez que se dispersan de la zona de cría y se independizan.

Es de esperar que un mayor apoyo a este tipo de investigación permita adquirir un conocimiento más sólido de estas rapaces únicas y de su contribución a la salud de los ecosistemas, cuyos detalles apenas estamos empezando a comprender, según Gallego-García.

Un chimango macho incuba los huevos.

Un chimango macho incuba los huevos. Foto: Mikel Larrea

Anterior
Anterior

Posible asociación entre los tatuajes y el linfoma

Siguiente
Siguiente

Auriculares con IA permiten escuchar a una sola persona entre la multitud. Basta con mirarla una única vez