El alcohol aumenta peligrosamente la tolerancia al dolor
Un estudio sugiere que el alcohol, al aumentar el umbral del dolor, podría explicar por qué las personas que se emborrachan son más propensas a infligir dolor al prójimo. Esto podría deberse a una menor empatía, al no percibir su propio dolor.
Por Enrique Coperías
La capacidad del alcohol para aumentar el umbral de dolor de las personas es una de las razones por las que beber también conduce a un comportamiento más agresivo, según sugiere un nuevo estudio publicado en el Journal of Studies on Alcohol and Drugs.
No es ningún secreto que el consumo abusivo de alcohol está asociado a una variedad de conductas negativas que pueden afectar tanto al individuo como a quienes lo rodean. En primer lugar, el abuso del alcohol puede llevar a una merma del autocontrol y la capacidad de tomar decisiones acertadas, lo que incrementa el riesgo de participar en conductas peligrosas, como conducir beodo o involucrarse en peleas y actos de violencia.
Además, beber sin control puede intensificar emociones negativas como la tristeza, la irritabilidad y la agresividad. También disparar el denominado efecto desinhibidor del alcohol, que reduce las barreras sociales y personales que normalmente moderan la agresión. Esto significa que las personas que se emborrachan pueden actuar de manera más agresiva simplemente porque no sienten la misma presión para controlar su comportamiento.
Siento tu dolor
Ahora, un equipo de investigadores ha descubierto, además, que cuanto menos dolor sentían los participantes en el estudio después de ingerir una bebida alcohólica, más dolor estaban dispuestos a infligir a otra persona.
Todos hemos oído alguna vez la expresión «siento tu dolor»» —afirma en una nota de prensa Brad Bushman, coautor del estudio y profesor de Comunicación de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos. Y añade—: Pero si las personas con intoxicación etílica no pueden sentir su propio dolor, podrían ser menos propensas a sentir empatía cuando otros sienten dolor, y eso podría llevarlas a ser más agresivas».
Para llevar a cabo este trabajo, los científicos utilizaron un diseño experimental que se viene empleando en estudios de investigación desde 1967 y que ha sido aprobado para su uso en seres humanos en este estudio y en otros: someter a descargas eléctricas de distinta intensidad a los voluntarios en el ensayo.
Tras la copa, descargas eléctricas en la mano
La nueva investigación incluyó dos experimentos de laboratorio independientes, uno con 543 participantes y otro con 327. Todos ellos declararon consumir entre tres y cuatro bebidas alcohólicas cada vez que lo hacían, al menos una vez al mes. Se les reclutó mediante anuncios en los periódicos y se les pagó 75 dólares. Los métodos de los dos experimentos fueron idénticos.
Tras dar su consentimiento informado, los participantes disponían de veinte minutos para tomarse una bebida alcohólica o un placebo. Las bebidas con zumo de naranja parecían idénticas para que los participantes no supieran cuál les tocaba. Para las bebidas placebo, los investigadores pusieron una pequeña cantidad de alcohol en la parte superior del zumo de naranja y rociaron el borde del vaso con alcohol, para que supiera como una bebida alcohólica.
Después de ingerir la bebida, cada participante recibió descargas eléctricas de un segundo en dos dedos de una mano. Los investigadores aumentaron la intensidad de las descargas hasta que el participante las describió como «dolorosas». Esto se fijó como umbral de dolor del participante.
Dispuestos a causar dolor
A continuación, participaron en una tarea competitiva online de tiempo de reacción en la que el ganador podía administrar una descarga al perdedor. Las descargas iban de 1 (bajo dolor) a 10, que era el nivel que el participante calificaba de «dolorosa». Los participantes también podían elegir la duración de las descargas.
En realidad, no había oponente, y los investigadores declaraban al azar al participante ganador en la mitad de las tareas de tiempo de reacción. El objetivo era simplemente ver si los que tomaban la bebida alcohólica estarían dispuestos a dar descargas más fuertes y más largas, y si un umbral de dolor más alto tenía algún efecto.
Los resultados mostraron que, en el caso de los voluntarios que bebían alcohol, este aumentaba el nivel al que las descargas les resultaban dolorosas. Y cuanto mayor era su tolerancia al dolor físico, mayor era su nivel de agresividad en términos de intensidad y duración de las descargas que estaban dispuestos a administrar al oponente.
«Los que bebieron las bebidas placebo no fueron tan agresivos en su respuesta, en parte porque su umbral del dolor era generalmente más bajo que el de los que bebían alcohol —explica Bushman. Y añade—: En otras palabras, seguían siendo capaces de sentir su propio dolor y no querían infligir dolor a los demás».
Más propensos a herir al prójimo
En palabras de Bushman, «existen muchas razones por las que las personas con intoxicación etílica son más propensas a herir intencionadamente a otros, pero esta investigación sugiere que la tolerancia al dolor es una posible razón».
En el estudio, las personas que ingirieron alcohol tenían concentraciones medias de alcohol en sangre de entre el 0,095% y el 0,11%. Eso está ligeramente por encima del límite legal en la mayoría de los estados de Norteamérica, que es del 0,08%. En España, la tasa de alcoholemia es de 0,25 mg/l en el aire espirado o 0,5 g/l en sangre.
«Los efectos del alcohol sobre la tolerancia al dolor pueden ser mayores para los que beben más de lo que lo hicieron en estos experimentos —comenta Bushman. Y concluye—: Eso puede hacer que estén aún más dispuestos a ser agresivos contra los demás». ▪️
Información facilitada por la Universidad Estatal de Ohio
Fuente: C. Nathan DeWall , Peter R. Giancola , Brad J. Bushman. Too Insensitive to Care: Alcohol Increases Human Aggression by Increasing Pain Threshold. Journal of Studies on Alcohol and Drugs (2024). DOI: https://doi.org/10.15288/jsad.24-00144