Descubierto un circuito cerebral único vinculado al índice de masa corporal

La conexión recientemente descubierta entre dos regiones del cerebro humano puede ayudar a regular la cantidad de comida que ingerimos y a prevenir y combatir la obesidad.

Por la Northwestern University

Algunas personas siguen comiendo a pesar de que se sienten llenas.

¿Por qué algunas personas pueden dejar de comer fácilmente cuando se sienten llenas y otras no, lo que puede llevarlas a la obesidad?

Un estudio de la Northwestern Medicine, en Estados Unidos, ha descubierto que una de las razones puede radicar en una conexión estructural recientemente descubierta entre dos regiones del cerebro que parece estar involucrada en la regulación del comportamiento alimentario. Una de las regiones está relacionada con el olfato y la recompensa; la otra, con sentimientos negativos como el dolor.

Pues bien, al parecer cuanto más débil es la conexión entre estas dos regiones del cerebro, mayor es el índice de masa corporal (IMC) de una persona, según los científicos de la Northwestern Medicine.

Recordemos que el índice de masa corporal, también conocido como índice de Quetelet, es una medida que se utiliza para evaluar si una persona tiene un peso saludable en relación con su estatura. El índice se calcula dividiendo el peso de la persona en kilogramos por el cuadrado de su altura en metros (kg/m²).

De este modo el IMC proporciona una estimación simple de la categoría de peso en la que se encuentra una persona y se usa comúnmente como un indicador de si alguien tiene bajo peso (IMC menor a 18,5), un peso normal (IMC de 18,5 a 24.9), sobrepeso (IMC de 25 a 29,9) u obesidad (IMC de 30 o más).

Los investigadores, según cuentan en el Journal of Neuroscience, descubrieron dicha conexión entre el tubérculo olfatorio, una región cortical olfatoria, que forma parte del sistema de recompensa del cerebro, y una región del mesencéfalo llamada gris periacueductal (PAG), involucrada en el comportamiento motivado en respuesta a sentimientos negativos, como el dolor y la amenaza. potencialmente en la supresión de la alimentación.

El olor de la comida es más apetitoso cuando se tiene hambre.

Investigaciones anteriores realizadas en la Northwestern Medicine por el coautor Thorsten Kahnt, ahora en los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses, han demostrado que el olor de la comida es apetitoso cuando se tiene hambre. Pero el olor es menos apetitoso cuando se come hasta saciarse.

Los olores desempeñan un papel importante a la hora de guiar comportamientos motivados como la ingesta de alimentos y, a su vez, la percepción olfativa se modula en función del hambre que tengamos.

Los científicos no acaban de comprender los fundamentos neuronales de la contribución del sentido del olfato a la cantidad que comemos.

La comida nos huele mejor cuando tenemos hambre.

La comida nos huele mejor cuando tenemos hambre. Imagen generada con Copilot

«El deseo de comer está relacionado con el atractivo del olor de la comida: la comida huele mejor cuando se tiene hambre que cuando se está lleno— explica Guangyu Zhou, autor del estudio y profesor de Neurología en la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern. Y añade—: Pero si se alteran los circuitos cerebrales que ayudan a guiar este comportamiento, estas señales pueden confundirse y hacer que la comida resulte gratificante incluso cuando se está lleno”.

Si esto ocurre, el IMC de una persona podría aumentar. “Y eso es lo que hemos descubierto. Cuando la conexión estructural entre estas dos regiones cerebrales es más débil, el IMC de una persona es mayor, por término medio”, explica Zhou.

Aunque este estudio no lo demuestra directamente, sus autores proponen que las redes cerebrales saludables que conectan las áreas de recompensa con las áreas de comportamiento podrían regular la conducta alimentaria enviando mensajes que le dicen al individuo que comer ya no se siente bien cuando está lleno. De hecho, ingerir alimentos en exceso siente mal. Es como un interruptor en el cerebro que apaga el deseo de comer.

Tratamientos para la sobrealimentación.

Pero las personas con circuitos débiles o interrumpidos que conectan estas áreas pueden no recibir estas señales de stop, y pueden seguir comiendo incluso cuando no tienen hambre, según los científicos de la Universidad Northwestern.

"Entender cómo funcionan estos procesos básicos en el cerebro es un prerrequisito importante para futuros trabajos que puedan conducir a tratamientos para la sobrealimentación", advierte la autora principal Christina Zelano, profesora de Neurología en la Facultad de Medicina Feinberg.

En este estudio, los científicos utilizaron imágenes neurológicas de resonancia magnética del Proyecto Conectoma Humano, un gran programa multicéntrico de los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos diseñado para construir un mapa de las redes del encéfalo humano.

Una imagen conceptual de la relación entre el apetito y el cerebro humano.

Imagen conceptual de la relación entre el apetito y el cerebro humano generada con Copilot.

Zhou halló así correlaciones con el IMC en el circuito entre el tubérculo olfativo y la región media del cerebro, el gris periacueductal. Por primera vez en humanos, Zhou también trazó un mapa de la fuerza del circuito a través del bulbo olfativo, y luego replicó estos hallazgos en un conjunto de datos cerebrales de resonancia magnética más pequeño que los científicos recogieron en su laboratorio de Northwestern.

“Serán necesarios más estudios para descubrir los mecanismos cerebrales exactos que regulan la conducta alimentaria”, concluye Zelano.

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