Los cromañones pisaron España mucho antes de lo que pensaban los paleoantropólogos

Una nueva investigación apunta a que nuestros remotos antepasados colonizaron el centro de la península Ibérica hace unos 33.000 años, a pesar de que por entonces era un territorio frío y antipático.

Por el CSIC

Un estudio desvela que el Homo sapiens habitó en el centro peninsular hace unos 33.000 años

Un estudio desvela que el Homo sapiens habitó en el centro peninsular hace unos 33.000 años, a pesar de que era un lugar inhóspito. Imagen generada con DALL-E

Un equipo internacional de investigadores en el que participa el Instituto de Arqueología de Mérida (IAM), centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Junta de Extremadura, además del Laboratorio de Arqueobotánica del Instituto de Ciencias del Patrimonio (INCIPIT-CSIC), revela nuevos datos sobre las condiciones de asentamiento de los humanos modernos de la historia, conocidos como cromañones, en el interior de la península ibérica.

Los resultados de este estudio, que han sido publicados en la revista Science Advances, confirman la capacidad de los primeros pobladores de nuestra especie, esto es, el Homo sapiens, para colonizar regiones hasta ahora consideradas inhabitables, lo que reabre el debate sobre la dinámica poblacional del Paleolítico superior inicial en el suroeste de Europa.

Un claro ejemplo de esto es la península ibérica. Los hallazgos del yacimiento de la Malia, en Guadalajara, muestran evidencias de presencia humana que sugieren repetidos asentamientos en el centro peninsular a lo largo del Paleolítico superior.

La coexistencia de los cromañones con los neandertales

Uno de los periodos de la prehistoria más relevantes para la ciencia es el momento de transición entre la desaparición de los neandertales (Homo neanderthalensis) y la colonización del territorio por parte de los primeros cromañones (Homo sapiens). En algunas regiones de Eurasia se ha podido documentar la coexistencia en el tiempo y espacio de estas dos especies de seres humanos.

En cambio, en otros lugares, parece que hubo un hiato, es decir, un periodo en el que ningún ser humano ocupó el territorio. Los factores que determinaron ambos escenarios los marcaron la disponibilidad de recursos, que estaba condicionada por factores climáticos, así como por la presencia de barreras geográficas o ecológicas.

Raspadores de piedra típicos de la cultura Auriñaciense.

Raspadores de piedra típicos de la cultura Auriñaciense, hallados en Aurignac (Francia).

La península ibérica es una región clave en la evolución humana, al encontrarse en el extremo suroccidental del territorio europeo, que funcionó como refugio para las poblaciones paleolíticas —señala Antonio Rodríguez-Hidalgo, arqueólogo del IAM. Y añade—: No obstante, su diversidad orográfica y ecológica fue la que probablemente determinó que el poblamiento fuese desigual”.

Iberia contiene un rico registro arqueológico en este periodo crucial de la prehistoria, y cuenta con numerosos yacimientos correspondientes con los primeros milenios de ocupación de humanos modernos, especialmente en la cornisa cantábrica, pero también con algunos registros en las costas atlántica y mediterránea.

Sus ocupantes empleaban un tipo de tecnología lítica, encuadrada en el Paleolítico superior, denominado Auriñaciense, que se desarrolló en Europa aproximadamente hace entre 40.000 y 30.000 años

El centro de la península frente a las regiones costeras

El panorama en el centro peninsular contrasta radicalmente con las regiones costeras, ya que, hasta ahora, no se habían recuperado evidencias de presencia humana desde que los neandertales migraran a la costa hace 42.000 años. Los primeros registros del Paleolítico superior que se tenían son de hace 27.000 años, encuadrados en un periodo cronocultural más moderno llamado Gravetiense.

Por tanto, se consideraba que durante aproximadamente 15.000 años el centro peninsular fue un lugar inhóspito e inhabitable para las primeras poblaciones de Homo sapiens que utilizaban la cultura Auriñaciense. Este periodo coincide con un momento de una fuerte inestabilidad climática, caracterizada por un enfriamiento paulatino cada vez más acusado. El centro peninsular destaca por poseer dos mesetas, es decir, terrenos planos con una elevada altitud, divididas por las montañas del Sistema Central.

Hasta ahora, se había considerado que las condiciones climáticas de este periodo crítico, unidas a la orografía del territorio del interior peninsular, habían supuesto una especie de barrera ecológica para las poblaciones auriñacienses. Durante los últimos años, sin embargo, nuevas prospecciones del terreno y excavaciones en diferentes enclaves del interior peninsular han desafiado esta hipótesis, proponiendo modelos alternativos de colonización del territorio del interior peninsular.

Esta búsqueda ha dado sus frutos en el yacimiento de la Malia, un abrigo rocoso localizado en una pequeña localidad de la provincia de Guadalajara llamada Tamajón.

En el yacimiento guadalalajareño de la Malia se han encontrado herramientas líticas y restos de animales con marcas hechas con cuchillos de piedra

El abrigo de la Malia fue descubierto en 2017 durante una prospección, y desde que comenzaron las excavaciones en 2018 se han recuperado año tras año numerosas evidencias de presencia humana, tales como herramientas líticas o restos de animales con marcas de corte producidos por cuchillos de piedra en dos niveles estratigráficos diferentes.

El análisis de los conjuntos líticos del nivel inferior, el más antiguo, y la datación directa de restos óseos con marcas de corte, han proporcionado una edad comprendida entre los 36.000 y los 31.000 años, que se corresponde con el Auriñaciense. El nivel superior ha arrojado una edad más moderna, con entre 27.000 y 25.000 años de antigüedad. Esto sugiere repetidos asentamientos en este territorio a lo largo del Paleolítico superior.

Excavación en el abrigo de la Malia, Tamajón (Guadalajara)

Excavación en el abrigo rocoso de la Malia, en Tamajón (Guadalajara). Foto: Javier Trueba-Madrid Scientific Films

El hallazgo de este yacimiento no solo ha llenado un vacío en el registro arqueológico de la región, sino que además ha permitido rastrear cómo fueron las condiciones climáticas en ese momento y lugar. Los resultados obtenidos a partir del estudio de los sedimentos, la asociación de microvertebrados, el análisis paleobotánico a través los granos de polen y los carbones y el estudio de los isótopos estables en fósiles de ungulados, coinciden en detectar un cambio en el clima entre las dos unidades.

Este cambio viene marcado por una tendencia hacia condiciones ambientales más frías y áridas, que degeneró en entornos cada vez más abiertos, es decir, con menos bosques, y con menor disponibilidad de agua. Sin embargo, esta transformación no parece haber afectado las estrategias de subsistencia de los humanos que ocuparon este abrigo rocoso, ya que se observa el mismo tipo de consumo de presas en ambos niveles.

“Esto se observa también en las estrategias de recolección de leña, que no varían mucho a nivel taxonómico a lo largo del tiempo, aunque sí cambian sus porcentajes. Los taxones leñosos identificados de forma recurrente coinciden con los identificados en el análisis palinológico, sugiriendo que la leña se recogía en los alrededores del abrigo rocoso, aportando una información especialmente valiosa para la reconstrucción de las estrategias de subsistencia de estas comunidades”, apunta María Martín Seijo, arqueóloga del INCIPIT.

“Los nuevos datos del abrigo de la Malia refutan la vieja hipótesis del desierto interior. Pese a las duras condiciones ecológicas, los humanos modernos transitaron y ocuparon el corazón de la península ibérica durante el Paleolítico superior antiguo —indica Rodríguez-Hidalgo. Y continúa—: La cantidad y calidad de los datos arqueológicos extraídos del abrigo de la Malia indican que, durante la peor glaciación en milenios, la supuesta tierra de nadie del interior peninsular fue en realidad el territorio de caza de grupos de cultura auriñaciense. Este descubrimiento nos invita a revisar los modelos de dispersión peninsular del Paleolítico superior y la dinámica poblacional de Homo sapiens”.

En el estudio ha participado un nutrido grupo de científicos de instituciones nacionales e internacionales, liderados por Nohemi Sala y Adrián Pablos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente. ▪️

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