¿Es cierta «la regla de los cinco segundos»?
Una creencia popular afirma que si se te cae comida al suelo y la recoges en menos de cinco segundos, aún es seguro comerla, porque no ha tenido suficiente tiempo para contaminarse con bacterias u otros gérmenes. La ciencia tiene una respuesta clara al respecto.
Por Enrique Coperías
«¿Seguirías comiéndote un trozo de tarta que se te a caído al suelo pero que has sido tan rápido que la has rescatado en un abrir y cerrar de ojos? ¿Piensas que los gérmenes son tan lentos que necesitan más de cinco segundos para «pegarse» al pastel? Si la respuesta es afirmativa, significa que crees a pies juntillas la denominada regla de los cinco segundos.
Según la creencia popular, si recoges un alimento del suelo en menos de cinco segundos, aún es seguro comerlo porque las bacterias no han tenido tiempo de transferirse. Sin embargo, la ciencia nos muestra que este razonamiento, además de optimista, puede ser peligroso para la salud.
Aunque la regla de los cinco segundos ha existido como una creencia tradicional y ampliamente difundida durante décadas, la primera persona en estudiar científicamente este principio fue Jillian Clarke, una estudiante del Illinois Institute of Technology, en Estados Unidos. En 2003, bajo la supervisión de investigadores, Clarke diseñó su estudio para evaluar si la regla de los cinco segundos tenía alguna base científica, y su trabajo marcó el inicio del interés académico en esta cuestión de higiene alimentaria.
Contando segundos
El experimento se centró en analizar cómo las bacterias se transferían a los alimentos al caer al suelo. Para ello, Clarke preparó baldosas de cerámica inoculadas con bacterias de la especie Escherichia coli, un microorganismo común que puede ser peligroso en altas concentraciones. Utilizó alimentos como ositos de gominola y galletas. Los alimentos fueron colocados sobre las baldosas contaminadas durante cinco segundos para determinar si ese margen de tiempo influía en la transferencia bacteriana.
Los resultados de Clarke demostraron que los microbios se transferían a los alimentos casi de inmediato, incluso antes de que transcurrieran los cinco segundos. Esto desacreditó la idea de que existía un «margen de seguridad» para recoger la comida antes de que fuera contaminada.
Además del experimento, Clarke realizó encuestas informales entre amigos y compañeros para explorar las actitudes hacia la regla de los cinco segundos, y descubrió que muchas personas, especialmente mujeres jóvenes (el 70%), estaban dispuestas a comer alimentos que habían caído al suelo si se recogían rápidamente. También encontró que la percepción de suciedad en el alimento influía más en las decisiones que el riesgo de contaminación bacteriana.
Una regla de interés académico
El trabajo de Clarke le valió el premio Ig Nobel de Salud Pública en 2004, un galardón humorístico que celebra investigaciones inusuales pero interesantes. Su estudio, aunque modesto, generó un renovado interés científico en la regla de los cinco segundos, y abrió las puertas para investigaciones más avanzadas realizadas por científicos como Paul Dawson y Donald Schaffner.
Este experimento inicial no solo desmontó la idea de que el tiempo era un factor decisivo para evitar la contaminación, sino que también transformó la regla de los cinco segundos de un mito urbano a un tema de interés académico y de conversación pública.
El equipo del citado Paul Dawson, de la Universidad de Clemson, en Estados Unidos, fue más allá que Clarke. En sus pruebas, dejaron caer salchichas de mortadela sobre baldosas contaminadas con Salmonella typhimurium. El resultado: más del 99% de las bacterias se transfirieron en menos de cinco segundos. Dawson concluyó que la regla de los cinco segundos es, en esencia, una falacia.
Cuanto más tiempo en el suelo , más bacterias
Una década más tarde, el profesor Anthony Hilton, de la Universidad de Aston, en el Reino Unido volvió a abrir el debate sobre la regla de los cinco segundos con un estudio donde analizó la transferencia bacteriana desde distintos tipos de superficies a alimentos. Aunque los resultados de su investigación no se publicaron en una revista revisada por pares, fueron ampliamente difundidos y ofrecieron una perspectiva más matizada sobre el tema.
Hilton y su equipo estudiaron cómo bacterias del estilo de la Escherichia coli (E. coli) y el Staphylococcus aureus se transferían a alimentos que habían caído sobre suelos de interiores, como moqueta, laminados y baldosas. Los alimentos analizados incluyeron tostadas, pasta, galletas y caramelos pegajosos, y los tiempos de contacto oscilaron entre tres y treinta segundos.
Hilton descubrió que cuanto más tiempo permanecían los alimentos en contacto con el suelo, más bacterias se adherían a ellos, pero también quedó claro que la transferencia bacteriana podía ocurrir inmediatamente al tocar la superficie, aunque en menor cantidad.
Ositos de goma vs. galletas
Además, su estudio mostró que el tipo de superficie influía significativamente en el nivel de contaminación: las superficies lisas y duras, como las baldosas o el laminado, facilitaban una mayor transferencia de bacterias, mientras que las porosas, como la moqueta, mostraban niveles más bajos de contaminación.
Por otro lado, la composición del alimento también jugó un papel clave; los alimentos húmedos o pegajosos, como los caramelos y la pasta, eran más propensos a recoger bacterias que los alimentos secos, como las galletas.
Hilton interpretó que estos hallazgos podían respaldar parcialmente la idea de que recoger la comida rápidamente podría reducir la contaminación, pero subrayó que esto no hacía que la regla de los cinco segundos fuera concluyente ni completamente segura.
Un código sin fundamento
Y como no hay dos sin tres, el citado Donald Schaffner, de la Universidad de Rutgers, y la estudiante Robyn Miranda decidieron probar una mayor variedad de alimentos, desde pan hasta sandías, en condiciones más diversas para dar por zanjado el asunto. Los resultados de los experimentos, que fueron publicados en la revista Applied and Environmental Microbiology, en 2016, dejaban meridianamente claro que la regla de los cinco segundos no era más que una creencia popular sin fundamento.
Schaffner y Miranda, constataron que, aunque cuanto más tiempo permanecían los alimentos sobre una superficie contaminada más bacterias se adherían a ellos, una cantidad significativa de bacterias se transfería de inmediato en el momento en que los alimentos tocaban el suelo. Incluso en superficies como la del acero inoxidable, la transferencia bacteriana comienza en menos de un segundo y depende más de factores como la textura y la humedad del alimento que del tiempo. Por ejemplo, alimentos húmedos como la sandía se contaminan más rápido que alimentos secos como las galletas.
Para finalizar hay que decir que, aunque no todas las bacterias son dañinas, algunas pueden provocar serios problemas de salud. Bacterias como la Salmonella, el Campylobacter y la Escherichia coli son comunes en suelos de cocinas, que suelen estar más sucios que los de los baños, debido a la acumulación de restos de comida y el tráfico constante de personas. Según los microbiólogos, la cocina es un caldo de cultivo para bacterias, debido a la humedad y las partículas alimenticias. ▪️