¿El estrés nos lleva al lado oscuro? La ciencia indaga el vínculo entre la ansiedad y las teorías conspirativas
¿Vivir estresado aumenta nuestra inclinación a la conspiranoia? Un estudio reciente analiza el impacto de la hormona cortisol y cómo la percepción subjetiva influye en nuestras creencias.
Por Enrique Coperías
La llegada del hombre a la Luna en 1969 fue una farsa grabada en un estudio de Hollywood, supuestamente para ganar la carrera espacial contra la Unión Soviética; las estelas que dejan los aviones en el cielo, los llamados chemtrails, contienen productos químicos diseñados para manipular el clima, envenenar a la población o controlar la mente; y el calentamiento global es un invento para imponer restricciones económicas y políticas. ¿Qué opinas de estas afirmaciones?
¿Y de estas otras?: Los atentados del 11 de septiembre de 2001 fueron orquestados o permitidos por el propio Gobierno de Estados Unidos para justificar guerras en Oriente Medio; la NASA nos miente sobre la forma de la Tierra, que no es esférica, sino plana como un plato llano; y el gran colisionador de hadrones, del CERN, en Ginebra, no solo investiga partículas subatómicas, sino que también habría creado portales a otras dimensiones y liberado fuerzas que alteran la realidad o incluso trayendo demonios al mundo.
Todas estas aserciones no son más que teorías conspirativas conspirativas o conspiranoias. Esto es, creencias que proponen explicaciones alternativas y generalmente infundadas para eventos complejos.
Muchas gente cree al menos en una trama conspirativa
Estas convicciones no son inocentes, sino todo lo contrario, ya que incluso afectan negativamente a la salud pública, la cohesión social y la política, especialmente en contextos como la pandemia de covid-19. Una de las teorías conspirativas más difundidas durante la campaña de vacunación contra el virus SARS-CoV-2 afirmaba que las vacunas contienen microchips insertados por los Gobiernos o grandes corporaciones para rastrear y controlar a las personas.
Las teorías de la conspiración están tan extendidas que, según los expertos, mucha gente cree al menos en una de ellas. Las personas pueden mostrar una mayor propensión a creer en teorías conspirativas debido a una compleja interacción de rasgos de personalidad y motivaciones.
Entre estos factores destacan una elevada confianza en su intuición, un sentimiento de antagonismo y superioridad hacia los demás, y una percepción exagerada de amenazas en su entorno. Así lo señala un estudio publicado hace dos años en la revista Psychological Bulletin.
Una forma de satisfacer necesidades psicológicas insatisfechas
Según Shauna Bowes, autora principal y Psicología Clínica en la Universidad de Emory (Estados Unidos), es un error muy anclado en la cultura popular el hecho de asumir que todos los fanáticos conspiranoicos son personas de mente simple, escasa cultura o con problemas mentales. Más bien, muchas personas recurren a las teorías conspirativas como «una forma de satisfacer necesidades psicológicas insatisfechas y dar sentido a la angustia y el deterioro que experimentan en sus vidas», dice Bowes.
En este sentido, un artículo publicado en el último número de la revista Politics and the Life Sciences explora si las respuestas fisiológicas al estrés agudo influyen en la propensión de las personas a creer en teorías de conspiración.
Aunque existe una correlación documentada entre el estrés percibido y tendencia a la conspiranoia, no estaba claro si esta relación era causada por efectos directos del estrés agudo en el cerebro o por otros factores psicológicos, sociales y de personalidad.
Para investigar esta conexión, Vojtěch Pišl, del Departamento de Psiquiatría, en la Charles University (República Checa), Turkay Nefes, del Instituto de Políticas y Bienes Públicos, del CSIC (España) y otros investigadores realizaron un experimento controlado con estudiantes de Medicina con la ayuda del Maastricht Acute Stress Test (MAST), un protocolo diseñado para inducir estrés agudo y medir su impacto en el nivel de cortisol, un biomarcador del estrés.
El posible vínculo con el cortisol
Estudios anteriores ya habían sugerido que el estrés percibido, esto es, la evaluación subjetiva que una persona hace sobre el nivel de tensión o amenaza que siente frente a situaciones de su vida, podría influir en la adhesión a las teorías conspirativas, quizá debido a cambios neurobiológicos relacionados con el estrés, como el impacto del cortisol en la memoria y la toma de decisiones.
Sin embargo, dichas investigaciones no diferenciaban entre el estrés psicológico percibido y las respuestas fisiológicas al estrés, ni exploraban los efectos en tiempo real del estrés agudo sobre la susceptibilidad a caer en creencias conspirativas.
Pišl aclara que mientras el estrés biológico prepara al cuerpo para la acción y puede medirse fisiológicamente, el estrés subjetivo refleja nuestra sensación interna de inquietud. «Estudios previos muestran que las personas que reportan sentirse estresadas tienen más probabilidades de respaldar postulados conspirativos —explica Pišl. Y añade—: Esto podría deberse al estrés biológico, que acelera el procesamiento cognitivo pero aumenta el número de errores cognitivos, o a factores sociales, donde la insatisfacción con la sociedad lleva a las personas a reportar estrés y a respaldar teorías de conspiración como una forma de protesta».
Dos hipótesis de partida
En palabras de este psicólogo, «el experimento buscaba confirmar el papel de los efectos biológicos. Al mismo tiempo, queríamos mostrar que la investigación sobre conspiraciones podría beneficiarse de las mediciones fisiológicas”.
Como aperitivo a la investigación, los investigadores se plantearon dos hipótesis de partida: una, que las reacciones agudas al estrés aumentan la inclinación de las personas a estar de acuerdo con tramas conspirativas existentes; y dos, el estrés agudo alimenta la preferencia por explicaciones conspirativas al interpretar información novedosa.
Para el ensayo se seleccionaron a 115 estudiantes de Medicina, que fueron divididos en un grupo experimental (estrés) y un grupo de control. Los voluntarios fueron expuestos al protocolo MAST, que combina estresores físicos —inmersión de la mano en agua fría— y sociales —críticas durante una tarea matemática—.
Los niveles de cortisol se midieron en tres momentos: antes, durante y después del experimento. Para evaluar la susceptibilidad a las conspiranoias, se utilizó una encuesta con afirmaciones conspirativas existentes y escenarios narrativos ficticios que permitían elegir entre explicaciones convencionales y conspiratorias.
Los investigadores aplicaron criterios estrictos de exclusión entre los voluntarios para evitar variables que pudieran alterar los niveles de cortisol, como son el uso de medicamentos, el consumo de alcohol o café y antecedentes médicos relevantes. Además, se utilizaron herramientas psicométricas para garantizar la consistencia de las respuestas.
Los datos confirmaron que el protocolo MAST desató un aumento significativo en los niveles de cortisol en el grupo experimental, lo que validó la eficacia del procedimiento para inducir estrés fisiológico, según los investigadores.
Sin embargo, los resultados no mostraron diferencias significativas entre los grupos en cuanto a su disposición para creer en tramas conspirativa comunes en la población o adoptar explicaciones conspirativas frente a informaciones nuevas. Este hallazgo se mantuvo consistente incluso después de realizar análisis adicionales para controlar posibles sesgos en las respuestas.
Sin rastro del vínculo estrés-conspiranoia
«Nuestros resultados fueron negativos; no confirmamos un vínculo entre el estrés biológico y el respaldo a teorías de conspiración —indica Pišl. Y continúa—: Sin embargo, esto no implica que el vínculo no exista. En cambio, sugiere que la conexión probablemente es más débil que la relación entre el estrés subjetivamente percibido y las creencias conspirativas».
Aunque el estrés agudo influye en procesos cognitivos, como la memoria y la toma de decisiones, el estudio sugiere que su efecto sobre las creencias en teorías conspirativas es poco relevante o inexistente, al menos, en condiciones controladas de laboratorio.
Sin ir más lejos, ciertos rasgos de la personalidad, como la extraversión, la amabilidad, la apertura, la conciencia y el neuroticismo guardan una relación mucho menor con el pensamiento conspirativo que los perfiles inseguros, paranoicos, impulsivos, desconfiados, manipuladores, egocéntricos o excéntricos.
Este descubrimiento contrasta con trabajos previos que sí documentaron una correlación nada desdeñable entre el estrés percibido y adhesión a las ideas conspirativas. Esto apunta a que otros factores, como rasgos de personalidad, ideologías políticas o contextos sociales, podrían mediar en esta relación.
Entender el entorno, sentirse seguro y reforzar la autoestima
Un análisis de 170 estudios científicos, publicado en 2024 en la revista Psychological Bulletin, apunta en esta dirección: las creencias en teorías conspirativas están influenciadas tanto por rasgos de personalidad como por necesidades motivacionales profundas. Estas últimas incluyen el deseo de certeza, la búsqueda de seguridad y el anhelo de reconocimiento social.
Los resultados respaldan un modelo tripartito que identifica tres impulsores clave: entender el entorno (epistémico), sentirse seguro (existencial) y reforzar la autoestima y la identidad grupal (social).
«Las teorías de conspiración podrían estar más profundamente vinculadas a procesos sociales y a la identidad social de lo que a menudo creemos —recalca Pišl. Y añade: Además, muchos efectos negativos del estrés podrían estar más estrechamente relacionados con nuestra interpretación subjetiva de la realidad, como pensar que ‘todo está mal, me siento terrible’, que con los eventos objetivos en sí mismos».
En cualquier caso, los resultados del estudio subrayan la necesidad de abordar la creencia en teorías conspirativas desde una perspectiva multifactorial que considere tanto aspectos psicológicos como sociales y fisiológicos.
Como señala Pišl, «nuestra percepción de la realidad y nuestra interpretación de lo que significa estar estresado podrían ser más influyentes que el estrés fisiológico en sí mismo». ▪️
Fuente: Bowes, S. M., Costello, T. H., & Tasimi, A. The conspiratorial mind: A meta-analytic review of motivational and personological correlates. Psychological Bulletin (2023). DOI: https://doi.org/10.1037/bul0000392