Descubren un circuito cerebral que fusiona emociones y sentidos: clave para entender el autismo
Un equipo de científicos ha identificado un circuito neuronal que conecta emociones y sentidos, y que revoluciona la comprensión de la percepción. El hallazgo podría explicar cómo trastornos como el autismo afectan a las señales sociales.
Por Enrique Coperías
Imagina estar en una cena donde no puedes oler la comida que se prepara ni escuchar la campana que indica que todo está listo. Suena como algo sacado de un sueño extraño, ¿verdad? Pero ¿y si no fuera un sueño?
«Cuando experimentamos el mundo e interactuamos con otras personas, utilizamos todos nuestros sentidos—explica el profesor Stephen Shea, del Laboratorio Cold Spring Harbor, en Estados Unidos, en una nota de prensa e esta institución. Y añade—: Esto es cierto tanto para los animales como para los humanos».
Sin embargo, esta integración sensorial no siempre ocurre de manera efectiva, especialmente en trastornos del desarrollo, como sucede en el autismo. Estas afecciones pueden alterar la forma en que el cerebro procesa la información sensorial, lo que dificulta la interpretación de señales sociales fundamentales para la comunicación, las relaciones y otras actividades interpersonales.
Cómo interactúan el olfato y el oído
El modo exacto en que estas señales sensoriales se mezclan e influyen entre sí en el cerebro sigue siendo un misterio en muchos aspectos. Con el objetivo de arrojar luz sobre este proceso, Shea y el estudiante de posgrado Alexander Nowlan estudiaron cómo el olfato y el oído interactúan en los cerebros de ratones durante un comportamiento maternal esencial conocido como la recuperación de crías.
El comportamiento maternal de recuperación de crías es una acción instintiva en mamíferos, donde la madre o un cuidador busca, recoge y lleva a las crías dispersas de regreso al nido para protegerlas. Este proceso depende de la integración de sentidos como el olfato, para identificar el olor de las crías, y la audición, para localizar sonidos como llantos. Es fundamental para la supervivencia, ya que protege a las crías de amenazas y fortalece el vínculo entre ellas y la madre. Además, este comportamiento puede ser aprendido por cuidadores sustitutos, lo que demuestra su flexibilidad y relevancia evolutiva.
La recuperación de crías, aunque generalmente está asociado con las madres, también puede ser aprendido por cuidadores sustitutos, como madrastras y niñeras.
El olfato y el oído se encuentran en la amígdala basal
«La recuperación de crías es una tarea crítica para las madres o cuidadores —señala Shea. Y continúa—: Requiere tanto la capacidad de oler como de escuchar a las crías. Si ambos sentidos son esenciales, esto sugiere que deben fusionarse en algún lugar del cerebro. Lo que descubrimos es una conexión interesante en un área llamada amígdala basal».
En ratones y humanos, la amígdala basal desempeña un papel fundamental en el aprendizaje y el procesamiento de señales sociales y emocionales. Durante la recuperación de crías, el equipo observó que las neuronas de la amígdala basal transmiten señales olfativas hacia la corteza auditiva, el centro del cerebro responsable de procesar el sonido.
En la corteza auditiva, estas señales olfativas se combinan con los estímulos auditivos, moldeando la respuesta del cerebro a futuros sonidos, como los llantos de las crías. Fascinantemente, cuando el equipo de Shea bloqueó las señales olfativas en ratones maternos, su capacidad para recuperar a las crías se deterioró casi por completo.
Cómo nuestros sentidos moldean la forma en que experimentamos el mundo
«Creemos que las señales que llegan a la corteza auditiva están moduladas por señales socioemocionales provenientes de las neuronas en la amígdala basal —detalla Shea. Y añade—: Este tipo de procesamiento podría verse alterado en condiciones como el autismo o en enfermedades neurodegenerativas. Nuestra investigación sugiere que muchas áreas del cerebro trabajan en conjunto de manera precisa para regular este comportamiento».
Actualmente, el laboratorio de Shea explora cómo se conectan e interactúan estas regiones cerebrales, un esfuerzo que podría aportar una comprensión más profunda sobre cómo el autismo afecta la capacidad de interpretar señales sociales. Sin embargo, esta investigación promete mucho más que eso.
«La posibilidad de haber identificado un circuito neuronal que permite la interacción directa entre procesos emocionales y percepción es increíblemente emocionante», sostiene Shea. Y no está solo en este entusiasmo. Sus hallazgos podrían ofrecer pistas para responder una de las preguntas más fundamentales de la humanidad: ¿cómo nuestros sentidos moldean la forma en que nos conectamos con los demás y experimentamos el mundo? ▪️
Información facilitada por el Laboratorio Cold Spring Harbor
Fuente: Nowlan, Alexandra C. et al. Multisensory integration of social signals by a pathway from the basal amygdala to the auditory cortex in maternal mice. Current Biology (2025). DOI: DOI: 10.1016/j.cub.2024.10.078