Astrónomos confirman la existencia de un agujero negro solitario

¿Cómo encontrar un agujero negro que no emite luz? Tras más de una década de observaciones, los astrónomos han confirmado el primer agujero negro solitario de la Vía Láctea: un fantasma cósmico llamado OGLE-2011-BLG-0462.

Por Enrique Coperías

La región del agujero negro OGLE-2011-BLG-0462 en el último momento de observación en 2022.

La región del agujero negro OGLE-2011-BLG-0462 en el último momento de observación en 2022. La estrella fuente y su vecina más brillante están etiquetadas. Una estrella débil se encuentra justo al sureste de la vecina, pero tiene poco efecto en la astrometría de la fuente. Para cada estrella, un círculo verde abierto indica su posición en el primer momento (E1, año 2011), y un círculo rojo abierto marca su posición en el último momento (E11, año 2022). Cortesía: The Astrophysical Journal (2025). DOI: 10.3847/1538-4357/adbe6e

Durante mucho tiempo, los astrónomos han estado convencidos de que debía haber agujeros negros deambulando solos por la galaxia. Pero había un pequeño problema: encontrar un agujero negro que no esté acompañado de una estrella es como buscar un ninja en medio de la noche.

No emiten luz, no reflejan nada… y hasta ahora su detección directa había sido imposible. Sin embargo, un equipo de científicos acaba de confirmar, de forma rotunda, la existencia del primer agujero negro solitario de masa estelar. Se llama OGLE-2011-BLG-0462.

La historia de este fantasmagórico hallazgo comenzó en 2011, cuando los astrónomos del proyecto polaco OGLE, que estudian estrellas en el denso bulbo de la Vía Láctea, detectaron un curioso evento de microlente gravitacional.

Un agujero negro esquivo

Recordemos que este fenómeno ocurre cuando un objeto muy masivo pasa frente a una estrella distante, lo que hace que se curve su luz y provoque un aumento temporal de su brillo. Lo bautizaron como OGLE-2011-BLG-0462. Lo que hacía especial a este evento era su duración: casi 270 días, una cifra inusualmente larga, y su amplificación extrema de la luz de la estrella afectada.

Al analizar los datos, los científicos sospecharon que el objeto responsable debía ser muy masivo. Pero no podían verlo: no había rastro de ninguna estrella, ni en las imágenes del telescopio Hubble ni en las de los mejores observatorios terrestres. Así surgió la hipótesis más emocionante: podría ser un agujero negro aislado.

Confirmarlo no fue sencillo. Utilizando imágenes del Hubble tomadas en ocho momentos diferentes durante seis años, el equipo dirigido por Kailash Sahu, del Space Telescope Science Institute, en Baltimore, detectó un pequeñísimo desplazamiento en la posición de la estrella de fondo, causado por la intensa gravedad del objeto invisible.

El Hubble, una pieza clave

Además, Sahu y sus colegas combinaron esta información con observaciones de dieciséis telescopios repartidos por todo el mundo. Todo apuntaba a un objeto con una masa de alrededor de siete veces la del Sol, pero que no emitía luz. Un agujero negro parecía ser la única explicación lógica.

Sin embargo, la ciencia nunca acepta las cosas tan fácilmente. Otros equipos revisaron los datos y propusieron que el objeto podría ser una estrella de neutrones, un remanente estelar mucho menos masivo. Surgieron diferencias técnicas en cómo se habían tratado las observaciones, especialmente porque había una estrella brillante muy cerca de la fuente que podía distorsionar las medidas.

Para zanjar definitivamente el asunto, Sahu y su equipo realizaron un análisis mucho más exhaustivo. Para su estudio, que aparece publicado en The Astrophysical Journal, consiguieron nuevas observaciones del Hubble, ampliaron el periodo de estudio hasta once años y aplicaron técnicas de procesamiento de imagen aún más sofisticadas.

Imagen conceptual de OGLE-2011-BLG-046, un agujero negro con una masa de 7,15 veces la del Sol que se encuentra a unos 5.000 años luz de la Tierra y que se mueve a una velocidad de 51 kilómetros por segundo respecto a las estrellas cercanas.

Imagen conceptual de OGLE-2011-BLG-046, un agujero negro con una masa de 7,15 veces la del Sol que se encuentra a unos 5.000 años luz de la Tierra y que se mueve a una velocidad de 51 kilómetros por segundo respecto a las estrellas cercanas. Generada con DALL-E

Un trabajo de precisión quirúrgica

Para corregir los efectos de la estrella vecina, los astrónomos tuvieron que modelar su patrón de luz —o huella— en cada imagen individual, considerando incluso pequeñas variaciones provocadas por la respiración térmica del telescopio.

Este trabajo de precisión quirúrgica dio sus frutos. Los resultados finales confirmaron que el objeto oscuro tiene una masa de 7,15 veces la del Sol y se encuentra a unos 5.000 años luz de la Tierra. Además, se mueve a una velocidad de 51 kilómetros por segundo respecto a las estrellas cercanas.

Estos datos refuerzan la idea de que el agujero negro recibió un pequeño empujón en el momento de su nacimiento, tal vez durante la explosión de supernova —la explosión catastrófica de una estrella al final de su vida— que le dio origen.

Nada en un radio de 300.000 millones de kilómetros

Pero ¿Y si simplemente fuera una estrella muy tenue? El equipo lo descartó tras buscar minuciosamente cualquier rastro de luz en la posición esperada del objeto, incluso varios años después del evento. No encontraron nada. Las observaciones son tan sensibles que habrían detectado incluso una estrella enana de apenas un 15% de la masa solar. La oscuridad total solo podía significar una cosa: OGLE-2011-BLG-0462 es, sin duda, un agujero negro.

Además, los investigadores también buscaron si este agujero negro podría tener una compañera estelar lejana, como ocurre en otros sistemas. Examinaron el movimiento de todas las estrellas cercanas para detectar si alguna compartía su trayectoria, pero no encontraron ninguna.

Concluyeron así que este agujero negro solitario viaja completamente solo, sin compañero visible, en un radio de al menos 2.000 unidades astronómicas, o sea, de unos 300.000 millones de kilómetros.

Como nómadas invisibles

Más allá del asombro que genera encontrar un agujero negro aislado, este descubrimiento tiene implicaciones muy importantes. Nos enseña que no todos los agujeros negros quedan atrapados en parejas tras su formación; algunos permanecen como nómadas invisibles en la inmensidad del espacio.

También confirma que estos objetos pueden recibir pequeñas patadas de velocidad durante su formación, sin necesariamente ser expulsados de forma violenta.

Y, quizá lo más fascinante de este hallazgo es que ahora sabemos que es posible descubrir más agujeros negros solitarios en nuestra galaxia. Gracias a la combinación de las microlentes gravitacionales y la astrometría ultraprecisa de telescopios como el Hubble y futuros instrumentos aún más avanzados podremos seguir cazando a estos fantasmas cósmicos.

En palabras de Sahu, el caso de OGLE-2011-BLG-0462 es un testimonio de la tenacidad científica. Desde una simple sospecha basada en un destello de luz en 2011, pasando por más de una década de observaciones, comparaciones minuciosas y debates apasionados, hasta llegar finalmente a una confirmación inequívoca.

Este agujero negro no solo existe: también nos ha mostrado que, con paciencia y herramientas adecuadas, incluso lo invisible puede revelarse ante nuestros ojos curiosos. ▪️

  • Fuente: Kailash C. Sahu et al. OGLE-2011-BLG-0462: An Isolated Stellar-mass Black Hole Confirmed Using New HST Astrometry and Updated Photometry. The Astrophysical Journal (2025). DOI: 10.3847/1538-4357/adbe6e

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