¿Por qué nos besamos los seres humanos?
Un investigador la Universidad de Warwick sugiere que el beso evolucionó a partir de conductas de acicalamiento observadas en grandes simios. Es la llamada «hipótesis del beso final del acicalador».
Por Enrique Coperias
El beso ha sido un gesto universal de afecto y conexión social entre los seres humanos a lo largo de la historia y en diversas culturas. Desde tiempos antiguos, este acto ha adquirido múltiples significados, que varían según el contexto social, cultural y emocional.
Sin embargo, a pesar de su omnipresencia y simbolismo, la evolución del beso humano ha sido objeto de especulación y debate. Adriano R. Lameira, psicólogos de la Universidad de Warwick (Reino Unido), sugiere que los besos humanos evolucionaron a partir de las conductas de acicalamiento observadas en grandes simios ancestrales. En un estudio publicado en la revista Evolutionary Anthropology, Lameira desarrolla la que ha denominado hipótesis del beso final del acicalador.
«Un beso ha sido una señal de afecto especial en todos los continentes y culturas durante milenios. Entre épocas y pueblos, las normas sociales prescriben invariablemente el beso a afiliaciones y contextos específicos, lo que implica bases biológicas más profundas. ¿Por qué la protrusión de los labios y la ligera succión al tocar a otro? Los monos capuchinos meten el dedo en el ojo de sus amigos en señal de afecto, ¿por qué los humanos han desarrollado el beso?», dice Lameira en su artículo, titulado The evolutionary origin of human kissing.
La guinda del acicalamiento
El comportamiento social de los grandes simios sugiere que el beso es probablemente la fase final conservada del contacto con la boca en una sesión de acicalamiento, cuando el acicalador chupa con los labios salientes el pelaje o la piel del acicalado para agarrar restos o un parásito, explica Lameira.
«La importancia higiénica del acicalamiento disminuyó a lo largo de la evolución humana debido a la pérdida de pelaje, pero las sesiones más cortas habrían conservado previsiblemente una fase final de beso, quedando en última instancia el único vestigio de un comportamiento antaño ritual para señalar y reforzar los lazos sociales y de parentesco en un simio ancestral», dice este psicólogo decidido a sumergirse en las raíces evolutivas del beso entre los humanos.
Contexto cultural y normas sociales
La práctica de besar ha estado profundamente arraigada en las normas sociales de diversas civilizaciones. Durante al menos más de 4.500 años, diferentes sociedades han establecido convenciones sobre cuándo, cómo y con quién alguien se puede besar.
Por ejemplo, en la antigua Roma existían distintos tipos de besos: el osculum, que se daba en la mejilla como un signo de afecto familiar; el basium, un beso en los labios que indicaba una relación cercana sin implicaciones sexuales; y el savium, que reflejaba un deseo erótico entre parejas románticas.
Actualmente, en la Europa latina, el saludo de dos besos en las mejillas, de izquierda a derecha, es común entre mujeres y entre personas de distinto sexo, mientras que los hombres suelen saludarse con un apretón de manos, a menos que exista un vínculo cercano o se trate de ocasiones especiales, como un funeral.
Sin embargo, como apunta Lameira en su artículo, existen marcadas diferencias según la región, el contexto social y las circunstancias. Por ejemplo, en entornos profesionales, los besos pueden omitirse por completo, mientras que en ciertas tradiciones, como entre miembros de una misma familia mafiosa, los besos entre hombres son aceptados como señal de pertenencia.
Estas distinciones no solo demuestran la diversidad cultural en torno al beso, sino que también sugieren que este comportamiento tiene un significado biológico más profundo que trasciende las normas sociales, según Lameira.
Hoy en día, las reglas que rigen el acto de besar siguen siendo complejas, y varían significativamente entre regiones, clases sociales y contextos. En muchas culturas, los besos son reservados para relaciones íntimas o familiares, mientras que en entornos profesionales pueden ser considerados inapropiados.
Sin embargo, a pesar de estas variaciones, todos los comportamientos relacionados con el beso comparten la función común de regular la intimidad, lo que indica que el beso está impregnado de un significado biológico subyacente.
Hipótesis sobre el origen del beso
Lameira revisa diversas hipótesis que han sido propuestas por otros científicos para explicar el origen del beso humano. A pesar de que hay varias teorías sobre cómo y por qué surgió este comportamiento, muchas de ellas no logran relacionar adecuadamente el beso con la evolución del comportamiento social en los grandes simios.
Algunas hipótesis sugieren que los labios de las mujeres han evolucionado como un ornamento sexual, o que besar es una forma de olfatear para la inspección social. Sin embargo, estas ideas no abordan las razones por las cuales el beso humano se presenta en su forma característica.
Hipótesis más intrigantes sugieren que el beso podría derivar de comportamientos de lactancia o premasticación, donde se observan movimientos similares de protrusión de labios y succión. La premasticación, que ha sido observada en chimpancés y en otros simios grandes, se habría dado con el proceso en el que se iniciaba la ingesta de comida sólida, tras el destete.
No obstante, estas teorías enfrentan el desafío de explicar por qué el beso no tiene un propósito alimentario ni se limita solo a bebés o cuidadores. Aunque el comportamiento de premasticación está presente en algunas culturas, no ofrece una explicación clara sobre la evolución del beso como un acto social en adultos.
Recientemente, se ha propuesto que los grandes simios muestran una conducta besucona en contextos sexuales. Sin embargo, estas afirmaciones a menudo se basan en descripciones románticas más que en estudios científicos rigurosos, lo que plantea dudas sobre su validez.
A pesar de la similitud superficial, los investigadores deben ser cautelosos al interpretar comportamientos de otros primates a través de una lente antropomórfica.
Limitaciones empíricas actuales
La evolución del beso es mejor comprendida a través del estudio de los grandes simios, quienes actúan como representantes vivos de los ancestros homínidos de los seres humanos. Sin embargo, los primatólogos a menudo se ven influenciados por proyecciones antropomórficas, lo que dificulta la evaluación objetiva de los comportamientos observados, según señala Lameira.
El contacto boca a boca en grandes simios es poco frecuente, y, en la mayoría de los casos, ocurre como un acto de reconciliación tras conflictos. Estos momentos, que se describen como besos, pueden no implicar la misma protrusión de labios y succión que caracterizan al beso humano, lo que plantea dudas al respecto.
Un desafío importante en la evaluación de las hipótesis sobre los orígenes del beso es que muchas de ellas han pasado por alto o no han descrito adecuadamente la forma del comportamiento, dice Lameira.
Si bien besar es un acto intuitivo para los seres humanos, los investigadores deben considerar las características distintivas del beso, como la protrusión de los labios y el movimiento de succión. Por ejemplo, algunos primates, como los monos capuchinos, demuestran vínculos sociales al introducir los dedos en los ojos o las fosas nasales de sus compañeros, lo que sugiere que, aunque la unión social es fundamental en los primates, debe realizarse a través de formas establecidas para ser significativo.
Además, la mayoría de las hipótesis existentes se centran en el contexto sexual y las connotaciones eróticas de los besos en la boca. Desde una perspectiva evolutiva, esto implica que el beso general evolucionó a partir del beso en la boca, cuando en realidad, este último es solo un caso específico del primero.
La explicación evolutiva más probable es que el beso en la boca evolucionó a partir de una forma anterior de beso que involucraba la boca y otras partes del cuerpo.
La hipótesis del último beso del acicalador
Lameira presenta una nueva propuesta, conocida como la hipótesis del último beso del acicalador. Según esta hipótesis, el beso humano representa una forma vestigial de un comportamiento de acicalamiento que ha sido fundamental en la evolución de los primates.
El acicalamiento o grooming es una conducta social predominante entre los primates, que implica limpiar el pelaje de otros individuos para eliminar parásitos, piel muerta y otros residuos. Esta conducta es crucial para establecer y mantener alianzas sociales, jerarquías y cohesión grupal.
El acicalamiento genera la liberación de endorfinas, que reducen el estrés y promueven sentimientos de bienestar entre el acicalador y el acicalado, lo que refuerza los lazos sociales, según Lameira.
Sin embargo, los seres humanos acicalan un 89% menos de lo que se esperaría comparativamente con otros primates, lo que se alinea con la pérdida de pelaje a lo largo de la evolución humana. Este cambio sugiere que, a medida que la necesidad utilitaria del acicalamiento disminuyó, también se fueron perdiendo sus funciones sociales.
La hipótesis del último beso del acicalador propone que, a pesar de la disminución del acicalamiento, pudo haber persistido una forma vestigial de este comportamiento, que conservó al menos algunas de las funciones sociales ancestrales. Así, a medida que los ancestros humanos perdieron pelaje, las sesiones de acicalamiento se hicieron más cortas, culminando en el acto de besar como un cierre simbólico del acicalamiento.
Este último beso o beso final se caracteriza por la protrusión de los labios y el movimiento de succión, que se asemejan al beso humano en su forma, contexto y función. Este acto podría haber conservado un significado social, y funcionaría como un gesto de afecto y conexión, incluso cuando la función higiénica del acicalamiento ya no era relevante.
Para validar la hipótesis del último beso del acicalador, Lameira sugiere que se realicen estudios comparativos sobre el comportamiento de acicalamiento en diferentes poblaciones de primates, especialmente en relación con la densidad del pelaje.
El psicólogo de la Universidad de Warwick espera que las poblaciones con menos pelaje tengan períodos de acicalamiento más cortos, pero que aún culminen con un beso, lo que podría proporcionar evidencia de que el beso es un remanente de este comportamiento social.
Proyecciones futuras
Además, se pueden investigar las variaciones en la duración del acicalamiento y la frecuencia de los ósculos en poblaciones con diferentes características físicas y contextos ecológicos. Estos estudios podrían ofrecer datos valiosos para comprender cómo se ha conservado este comportamiento a lo largo del tiempo y cómo ha evolucionado en los humanos modernos.
El artículo de Lameira ofrece una perspectiva innovadora sobre la evolución del beso humano, y sugiere que no es simplemente un comportamiento derivado de señales de afecto, sino que representa una forma vestigial de acicalamiento que ha mantenido sus características ancestrales en términos de forma, contexto y función.
Lo que alguna vez fue un ritual laborioso y complejo para fortalecer los lazos sociales se ha reducido a un gesto más breve, pero que sigue simbolizando confianza y conexión entre los individuos.
La hipótesis del último beso del acicalador permite situar el origen del beso dentro de un contexto más amplio de la evolución humana, y sugire que su establecimiento podría estar vinculado a transformaciones importantes en la conducta y la ecología de nuestros ancestros. Por ejemplo, se ha propuesto que las consonantes, un componente fundamental del lenguaje, podrían derivar de un homínido ancestral que llevaba un estilo de vida arbóreo. Este cambio empujaría la evolución del lenguaje hacia un pasado más remoto.
Asimismo, el acicalamiento es un comportamiento típico de los primates terrestres, donde la carga parasitaria es mayor. Por lo tanto, el beso, como comportamiento derivado del acicalamiento. ▪️
Información facilitada por la Universidad de Warwick
Fuente: Adriano R. Lameira. The evolutionary origin of human kissing. Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews (2024). DOI: https://doi.org/10.1002/evan.22050