Ratas gigantes contra el tráfico ilegal de fauna silvestre
Investigadores han entrenado ratas gigantes de Gambia para olfatear colmillos de elefante, cuernos de rinoceronte, escamas de pangolín y otras «piezas» muy deseadas por los traficantes de fauna silvestre.
Por Enrique Coperías
En el pasado, las ratas de Gambia (Cricetomys gambianus) aprendieron a detectar explosivos, minas terrestres y el agente patógeno causante de la tuberculosis. Ahora, un equipo de investigadores ha adiestrado a estos roedores para que capten el olor de las escamas de pangolín, el marfil de elefante, el cuerno de rinoceronte y madera de ébano. Estos animales y plantas están catalogados como amenazados y en grave peligro de extinción.
Las ratas de Gambia son relativamente grandes para un roedor, con cuerpos que pueden medir hasta 50 centímetros de longitud, excluyendo la cola, que puede ser igualmente larga. Tienen un pelaje suave y denso, generalmente de color marrón claro o gris. Estos roedores prefieren hábitats tropicales y subtropicales, como bosques, sabanas y áreas cercanas a cuerpos de agua. Son especialmente comunes en zonas con vegetación densa.
Las ratas de Gambia son omnívoras y su dieta incluye frutas, semillas, tubérculos e insectos. También pueden alimentarse de algunos tipos de cultivos, lo que puede generar conflictos con los agricultores. Sin embargo, son conocidas por su inteligencia y capacidad de ser adiestradas.
Un olfato difícil de engañar
«Nuestro estudio demuestra que podemos entrenar a ratas de Gambia para que detecten animales silvestres que son objeto del tráfico ilegal, incluso cuando están ocultos entre otras sustancias», afirma Isabelle Szott, investigadora de la Fundación Okeanos y primera coautora del estudio publicado en la revista Frontiers in Conservation Science.
«Las ratas también siguieron detectando los objetivos procedentes de la fauna salvaje después de no encontrarse con esa especie durante un largo periodo», añade lKate Webb, primera coautora del estudio y profesora de la Universidad Duke, en Estados Unidos.
La investigación para el presente estudio se llevó a cabo en APOPO, una organización sin ánimo de lucro con sede en Tanzania que ofrece soluciones rentables y de baja tecnología a problemas humanitarios acuciantes.
Las ratas —Kirsty, Marty, Attenborough, Irwin, Betty, Teddy, Ivory, Ebony, Desmond, Thoreau y Fossey; algunas de ellas con nombres de conservacionistas y combatientes del tráfico de animales salvajes— se sometieron a varias fases de adiestramiento. Durante el entrenamiento de señalización, las ratas aprendieron a mantener el hocico durante varios segundos en un agujero en el que se colocaba el olor objetivo. Cuando lo hacían correctamente, se les recompensaba con bolitas aromatizadas.
En el siguiente paso, se presentaron a las ratas olores no objetivo. Entre ellos había cables eléctricos, granos de café y detergente en polvo, objetos y productos que se utilizan con frecuencia para enmascarar el olor de animales salvajes en operaciones de tráfico reales. «Durante la fase de discriminación, las ratas aprenden a percibir únicamente los olores de los animales salvajes objetivo e ignoran los que no lo son», explica Szott.
Entrenadas para recordar olores
También se entrenó a las ratas para recordar olores. Al final del adiestramiento de retención, se les volvieron a introducir olores que no habían encontrado en cinco y ocho meses, respectivamente. A pesar de los meses de no exposición, las ratas obtuvieron puntuaciones perfectas, lo que sugiere que su capacidad de retención cognitiva es similar a la de los perros.
Al final del entrenamiento, ocho ratas fueron capaces de identificar cuatro especies silvestres de contrabando entre 146 sustancias no objetivo.
«Las herramientas de detección existentes son caras y requieren de mucho tiempo, por lo que urge aumentar el control de la carga. Las ratas de APOPO son herramientas rentables de detección de olores. Pueden acceder fácilmente a espacios reducidos, como los contenedores de carga o elevarse para inspeccionar los sistemas de ventilación de los contenedores sellados», explica Szott.
El siguiente paso, según los científicos, es desarrollar métodos para que las ratas trabajen en los puertos por los que se trafica con animales salvajes de contrabando. Para ello, se equipará a las ratas con chalecos hechos a medida. Con sus patas delanteras, podrán tirar de una pequeña bola fijada al pecho del chaleco, que emite un pitido.
De este modo, las ratas podrán alertar a sus cuidadores cuando detecten un objetivo. «Los chalecos son un magnífico ejemplo de desarrollo de hardware que podría ser útil en distintos entornos y tareas, incluso en un puerto de embarque para detectar fauna de contrabando», afirma Webb.
Este estudio demuestra que las ratas pueden identificar con éxito animales salvajes objeto de los traficantes de vida silvestre. Los investigadores señalan que esto no significa que el sistema esté exento de limitaciones. Por ejemplo, el estudio se llevó a cabo en un entorno controlado, que no refleja las situaciones en las que se suele traficar con animales salvajes o en las que éstos son examinados por animales detectores de olores.
Los investigadores señalan que para utilizar ratas en esta tarea es necesario desarrollar nuevos métodos.
El comercio ilegal y el tráfico internacional de especies silvestres supone una grave amenaza para la conservación de la biodiversidad, así como para la seguridad sanitaria. De hecho, se considera la cuarta mayor economía delictiva transnacional, con un valor estimado de entre 7.000 y 23.000 millones de dólares estadounidenses.
«El contrabando de animales salvajes suele estar en manos de personas que se dedican a otras actividades ilegales, como el tráfico de personas, drogas y armas. Por tanto, desplegar ratas para combatir el tráfico de especies silvestres puede contribuir a la lucha mundial contra las redes que explotan a los seres humanos y a la naturaleza», concluye Webb. ▪️
Información facilitada por Frontiers
Fuente: Isabelle Szott et al. Ratting on wildlife crime: Training African giant pouched rats to detect illegally trafficked wildlife. Frontiers in Conservation Science (2024). DOI: https://doi.org/10.3389/fcosc.2024.1444126