El Niño y La Niña tienen una edad de 250 millones de años
El fenómeno de El Niño, evento de origen climático relacionado con el calentamiento del océano Pacífico, y su compañera La Niña, que enfría las aguas, persistieron incluso cuando los continentes estaban en diferentes lugares, hace millones de años.
Por Enrique Coperías
El fenómeno de El Niño es un evento climático cíclico que ocurre cada dos a siete años y afecta las condiciones meteorológicas globales. Se caracteriza por el calentamiento anormal de las aguas superficiales del océano Pacífico oriental ecuatorial, lo que altera los patrones normales de vientos y corrientes marinas.
Sus efectos incluyen lluvias intensas y tormentas en algunas regiones, como la costa oeste de América del Sur, y sequías graves ¡en otras áreas, como el sudeste asiático y Australia. El Niño forma parte de un ciclo mayor llamado El Niño-Oscilación del Sur (ENSO), que también incluye su fase opuesta, La Niña, que viene acompañada de un enfriamiento anormal de las aguas del océano Pacífico.
Pues bien, el fenómeno de El Niño, una mancha gigante de agua inusualmente cálida a ambos lados del ecuador en el océano Pacífico oriental que puede cambiar el régimen de lluvias en todo el planeta, no es solo un fenómeno moderno. Un nuevo estudio de modelización de un par de investigadores de la Universidad Duke, en Estados Unidos, y sus colegas muestra que la oscilación entre El Niño y su contrapartida fría, La Niña, estuvo presente al menos 250 millones de años en el pasado, y a menudo era de mayor magnitud que las oscilaciones que vemos hoy en día.
Estas oscilaciones térmicas eran más intensas en el pasado, y la oscilación se producía incluso cuando los continentes estaban en lugares distintos a los actuales, según el estudio, que aparece publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Fuertes sequías y lluvias torrenciales
«En cada experimento, vemos una oscilación meridional de El Niño activa, y es casi toda más fuerte que la que tenemos ahora, algunas mucho más fuertes, otras ligeramente más fuertes», dice Shineng Hu, profesor de Dinámica Climática en la Facultad de Medio Ambiente de la Universidad Duke.
Los climatólogos estudian El Niño porque puede alterar la corriente en chorro, secando el noroeste de Estados Unidos y empapando el suroeste de este país con lluvias inusuales. Su contrapartida, la mancha fría La Niña, puede empujar la corriente en chorro hacia el norte, secando el suroeste norteamericano, al tiempo que provoca sequía en África Oriental y hace más intensa la estación de los monzones en el sur de Asia.
Los investigadores utilizaron la misma herramienta de modelización climática empleada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para intentar proyectar el cambio climático en el futuro, con la salvedad de que la ejecutaron al revés, para viajar al pesado remoto.
El Niño en el océano Panthalásico
La simulación es tan intensa desde el punto de vista computacional que los investigadores no pudieron modelizar cada año de forma continua desde hace 250 millones de años. En su lugar, hicieron «cortes» de diez millones de años, hasta un total de veintiséis.
«Los experimentos del modelo climático se vieron influidos por diferentes condiciones de frontera, como una distribución tierra-mar diferente (con los continentes en lugares distintos), diferente radiación solar, diferente niveles de CO2», explica Hu. Cada simulación se ejecutó durante miles de años en el modelo para obtener resultados sólidos, y tardó meses en completarse.
«En algunos momentos del pasado, la radiación solar que llegaba a la Tierra era un 2% inferior a la actual, pero el CO2, que calienta el planeta, era mucho más abundante, lo que hacía que la atmósfera y los océanos fueran mucho más cálidos que en la actualidad», explica Hu en una nota de prensa de la Universidad Duke. En el Mezozoico, hace 250 millones de años, Sudamérica era la parte central del supercontinente Pangea, y la oscilación se produjo en el océano Panthalásico, a su oeste.
El nuevo trabajo muestra que las dos variables más importantes en la magnitud de la oscilación parecen ser históricamente la estructura térmica del océano y el ruido atmosférico de los vientos superficiales oceánicos.
Los estudios anteriores se habían centrado sobre todo en las temperaturas oceánicas, pero habían prestado menos atención a los vientos superficiales que parecen ser tan importantes en este estudio, según Hu. «Así que, parte del objetivo de nuestro estudio es que, además de la estructura térmica del océano, tenemos que prestar atención también al ruido atmosférico y entender cómo van a cambiar esos vientos».
Hu compara la oscilación con un péndulo. «El ruido atmosférico —los vientos— puede actuar como una patada aleatoria a este péndulo —explica Hu—. Encontramos que ambos factores son importantes cuando queremos entender por qué El Niño fue mucho más fuerte que lo que tenemos ahora».
Y concluye: «Si queremos tener una proyección futura más fiable, primero tenemos que entender los climas pasados». ▪️
Información facilitada por la Universidad Duke
Fuente: Shineng Hu et al. Persistently active El Niño–Southern Oscillation since the Mesozoic. PNAS 82024). DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.2404758121